Empiezan a escucharse matices en el relato de los secesionistas: “la independencia en 10 años”, “bienvenidos los indultos”, “(la vía unilateral) no es viable ni deseable”. En el fondo, ya era un matiz aquello de ERC de “ampliar la base”.Gusta lo que tanto se deseaba oír y se (sobre)valoran pequeñas concesiones dialécticas como si fueran un gran giro estratégico. Junqueras cuestionando la oportunidad de la unilateralidad --solo la oportunidad-- no está haciendo una renuncia formal a la unilateralidad --pronto lo han recordado otras voces de ERC--, pero, ciertamente, menos da una piedra. Considerando la retórica inflamada de dónde vienen, incluso solo eso parece mucho . No reconocerán explícitamente que han engañado a miles de seguidores, que han fracasado. De reconocerlo estarían perdidos, porque se quedarían sin nada que ofrecer, aunque solo sea humo. Han voceado que la autonomía les estorbaba, luego no pueden ahora ofrecer como logro una autonomía reforzada, salvo que en eso también empiecen a matizar.

Dicho esto, habrá que ver si todas esas matizaciones llegan a ser un punto de apoyo con el que levantar alguna solución. Ha sido tal el enrarecimiento emocional y tan grande la devastación provocada que queda poco margen para algo de esperanza.  

Existen notorios límites a ambos lados de la “mesa de gobiernos”. El Gobierno de España, el actual o cualquier otro, no negociará ni la amnistía ni la autodeterminación. No caben en la Constitución y sería la muerte política del gobierno que lo intentara. Los indultos, de concederse, librarán a los condenados por sedición de la pena de prisión pendiente y dejarán sin sentido penitenciario una amnistía. Exigirla para esas cuentas del Gran Capitán de supuestos 3.000 represaliados --unos dicen que son 3.000, otros que son más de 3.000-- es puro entretenimiento ideológico.

“Hacer inevitable la autodeterminación” --el compromiso farol de Aragonès-- es un brindis al sol. Lo que no existe: un derecho a la autodeterminación de Cataluña que la Constitución no contempla y que ninguna instancia internacional respalda, no puede hacerse inevitable. Ninguna constitución o norma fundamental, ninguna, de los 48 Estados plenos de Europa y de las 8 entidades de reconocimiento limitado --Kosovo, Osetia del Sur...-- establece en su texto un derecho a la autodeterminación.

Lo que el Gobierno puede ofrecer en el marco de la Constitución y de sus competencias son los 44 puntos de la “agenda para el reencuentro”, ceñidos a mejorar la cooperación y las relaciones institucionales y a propuestas concretas sobre financiación, infraestructuras y política social. Una hipotética reforma de la Constitución escapa a sus posibilidades, no bastaría la mayoría del “bloque de la investidura” y sería nefasto para la estabilidad del país pretender hacerla sin una participación del PP.

El Gobierno de la Generalitat es el gobierno de la coalición independentista de ERC y Junts, con el apoyo parlamentario de la CUP, una pintoresca formación antisistema aquejada de infantilismo de izquierda, esa composición es su principal límite. Aun siendo un gobierno legítimo, no representa el interés general de Cataluña, puesto que, enredado en su retórica procesista, rechaza acordar un programa reivindicativo con las formaciones no independentistas, en particular con el PSC, el primer partido de la oposición. Irá, pues, cojo a la negociación de la “mesa de gobiernos” y, además, dividido por rivalidades internas.

Cuando se halle ante la negativa formal del Gobierno de España a negociar una amnistía y la autodeterminación, ¿qué harán?, ¿hasta dónde retrocederán? Los componentes de la coalición independentista viven del procés, si retroceden mucho perderán apoyo electoral, sobre todo Junts, que es el que menos matiza, y se agudizarán sus discrepancias.

Que pueda alcanzarse algún acuerdo sobre la base de los 44 puntos dependerá de ERC, que deberá hilar muy fino para salir del procés (sin que se note demasiado) y volver a la realidad. Solo ERC podría hacerlo, ha renovado liderazgo, ostenta la presidencia de la Generalitat y sus dirigentes serán indultados. Junts sigue supeditado a la negra suerte de Puigdemont, al que espera un largo y pedregoso camino hasta un eventual indulto.

Más pronto que tarde ERC, ante la evidencia de que no puede cuadrar tanto círculo, tendrá que romper con Junts y la CUP e hilvanar una estrategia propia, quedarse anclada en el procés con semejante compañía no es su mejor opción, incluso podría afirmarse que no es su destino histórico.

Los tres presidentes de la Generalitat de ERC, Macià, Companys y Tarradellas, no fueron secesionistas. Los dos primeros, todo lo más, mantuvieron una vaga concepción (con)federalista de España, el tercero ni eso. No hay un destino manifiesto de ERC que la aboque a lograr la independencia de Cataluña.

El papel de ERC en el pasado, cuya repetición tendría cabida en el presente, fue el de un republicanismo civil teñido de un tenue color de centroizquierda y apoyado en la pequeña burguesía y en parte de las clases medias populares. Es su espacio natural entre la voraz derecha postconvergente y la reformista izquierda socialista. ERC haría un gran favor a Cataluña si se atuviera a ese papel en ese espacio.