Escuchaba esta semana una entrevista a Jaume Asens, diputado de Unidas Podemos-En Comú Podem, en la que comentando la actualidad política se refería especialmente a dos cuestiones. De una parte, a la posibilidad de nuevos acuerdos con Ciudadanos, como el alcanzado para prorrogar el estado de alarma y, de otra, a la propuesta del llamado impuesto a los ricos. Una conversación tranquila y amable, con unos razonamientos que parecían cargados de coherencia. Sin embargo, resultó un paradigma de la desorientación política de nuestros días.

Así, preguntado por acuerdos futuros con el partido de Inés Arrimadas, argumentaba que ello era sencillamente imposible, dadas las enormes diferencias en cuestiones sociales y económicas entre la coalición de gobierno y Ciudadanos. Está en lo cierto en cuanto a las diferencias, pero no atiende al nuevo contexto que ha emergido con el Covid-19: los destrozos son tan dramáticos que afrontarlos exige acuerdos lo más amplios posibles. Mientras que la economía se ha hundido y la sociedad ahonda en su fractura, la política sigue con sus dinámicas de siempre, como si nada hubiera pasado.

Acerca del impuesto, me parece sensato que los ricos contribuyan de manera relevante a la reconstrucción, pero la formulación del gravamen se apoya en unos supuestos simplistas y endebles, como el afirmar que gravará a las grandes fortunas. Lamentablemente, a las rentas y patrimonios más elevados, les resulta sencilla la elusión fiscal, y seguirán al margen del nuevo impuesto. Sin embargo, este gravamen, en su formulación actual, puede penalizar mucho a quien, por ejemplo, tenga dos pisos en alquiler en una gran ciudad, pues un tipo de entre el 2% y el 3,5%, puede superar la rentabilidad del patrimonio en cuestión. Un nuevo ajuste sobre las clases acomodadas, pero que sigue obviando a los realmente ricos.

Lo que necesitamos es un nuevo marco fiscal, sencillo, justo, suficiente y consistente. Y para ello, es indispensable abrir un debate amplio e informado, en el que se discuta sobre todas las figuras impositivas y que, a su vez, acabe con el despropósito de las diferencias entre comunidades autónomas, tal como hoy las conocemos.

Las medidas legislativas que no respondan a una visión global, y no incorporen a la mayor parte de partidos políticos, no harán más que contribuir a una fractura entre unos y otros, que se acelera por momentos.