El primer aniversario de Quim Torra como presidente de la Generalitat pasó sin pena ni gloria, como un día cualquiera de este gobierno. Al cumplirse su primer año de suplencia de Carles Puigdemont, éste ha anunciado que no tiene ningún interés en presentarse a unas eventuales elecciones autonómicas, relevando así a Torra de unas de sus grandes promesas de investidura: guardar el sitio al legítimo. El legítimo va tomando las medidas a la realidad y calculando que su retorno a Cataluña no será tan fácil ni tan pronto como un día pensó, está encarando su lucha contra el Estado español hacia otros escenarios, ahora es el europeo pero quién sabe cuál será más adelante de fallarle la previsión de poder ocupar su escaño en el Parlamento europeo.

La renuncia de Puigdemont a encabezar de nuevo una candidatura a la Generalitat no tiene por qué ser definitiva; tal vez solo sea un requiebro para ganarle las elecciones europeas a su rival Oriol Junqueras. Una aparente última petición de voto a sus fieles seguidores para frenar las buenas expectativas del republicano. Puigdemont vive aferrado a las jugadas maestras avaladas, magnificadas y divulgadas por su abogado de cabecera Gonzalo Boye desde su tribuna permanente de los sábados televisivos en FAQS.

La maniobra de su candidatura al Parlamento europeo comenzó como una nueva versión del cuento de la lechera: saldré elegido, tendré inmunidad y podré comparecer ante el Parlament de Cataluña para ser investido presidente. Luego cayó en la cuenta que para tener la supuesta inmunidad europea debería renunciar antes al acta de diputado en la cámara catalana, y todavía está por demostrar lo de obtener la inmunidad sin pasarse por Madrid a recoger el acta de electo, en caso de serlo. Su único éxito en esta secuencia se lo regaló la Junta Electoral Central al intentar negarle su derecho a ser candidato.

El cambio de opinión respecto a las elecciones autonómicas puede ser transitorio; especialmente si no consigue sentarse en el parlamento europeo, sea por no obtener el escaño o por impedírselo la normativa vigente sobre la validación de la condición de diputado. Su renuncia deja a JxCAT-Crida-PDeCAT sin candidato a la presidencia, a menos que se la quieran jugar con Quim Torra, con el alto riesgo implícito de derrota que conlleva la apuesta. Sus rivales ya tienen decidido que Oriol Junqueras será el candidato en todas las elecciones que se convoquen mientras esté en la cárcel, en consecuencia también será el aspirante a la presidencia de la Generalitat, siempre y cuando no haya sido inhabilitado, lo menos que puede esperar del juicio en el Tribunal Supremo.

A partir de la sentencia, ERC perderá a su candidato por excelencia, salvo absolución por parte del Supremo, lo que supondría un revolcón a todas las perspectivas. En cambio, Puigdemont, con solo desdecirse de su último requiebro, podría repetir como aspirante virtual a una presidencia que no podría ocupar pero sí ayudar a su candidatura a ganar las elecciones para luego investir a un nuevo Quim Torra, o al mismo Quim Torra si no hay otros voluntarios.

El tiempo juega, en primera instancia, a favor de JxCAT-Crida-PDeCAT y en contra de ERC. En segunda instancia, a medio o largo plazo, Oriol Junqueras recuperará sus opciones. Ante este cuadro, habrá que ver cómo reaccionan los republicanos tras una victoria electoral en las europeas que refrende su reciente éxito en las generales. ERC puede hacer caer al gobierno de Torra el día que quiera, forzando el calendario para capitalizar a su candidato de oro antes de la sentencia y asegurarse la hegemonía en la familia independentista. De todas maneras, es fácil prever que frente a tal iniciativa, Puigdemont se desdiría mucho antes de lo previsto de su última renuncia. Driblarse a sí mismo no es un arte exclusivo del fútbol.