La Barcelona cosmopolita, de cultura abierta y tolerante, capital mediterránea, polo de atracción de ciudadanos de todos los rincones del mundo, la ciudad de las startups digitales, está amenazada por dos movimientos que la secuestran y roban parte de sus energías creadoras: el populismo secesionista y el de los “comunes”.

Como cualquier populismo el partido que ocupa en la actualidad la alcaldía de Barcelona pretende gobernar la ciudad aplicando soluciones sencillas a problemas muy complejos, a lo que habría que añadir el “adanismo” del que cree que “todo comenzó con ellos”. El populismo de los “comunes” es liderado por la alcaldesa de Barcelona, la Emperatriz del Paralelo, visceralmente antimonárquica, republicana y “amiga de los descamisados”, como lo fue el genuino Emperador del Paralelo, Alejandro Lerroux.

En los inicios de la llegada al poder de los “comunes”, hubo serios intentos de instrumentalización de la ciudad al servicio de una ideología antisistema, olvidando la complejidad y pluralidad de una urbe en donde conviven diferentes intereses y pulsiones sociales. Pronto aparecieron formas preocupantes de nepotismo que intentaban gestionar el gobierno municipal a través de redes clientelares de afines. Una sociedad subvencionada que es en definitiva el componente básico de las estructuras clientelares tan queridas por el populismo, una sociedad más dependiente, menos autónoma. Hay mucho de despotismo, “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, en la gestión municipal, teñida en muchas ocasiones de ribetes de autoritarismo y sectarismo.

Llama la atención su ambigüedad frente al secesionismo que en ocasiones ha hecho realidad la tormenta perfecta, la conjunción de los dos populismos unidos por el símbolo del lazo amarillo. Otras de las carencias de la gestión de gobierno es la inseguridad de la Barcelona de hoy, no es por desgracia una acusación sin sentido, es una realidad que daña fundamentalmente a los barrios donde viven los sectores más desfavorecidos de la población barcelonesa.

La relación con el mundo empresarial ha estado cargada de desencuentros, a veces se ha dado la sensación de que las empresas eran los enemigos a batir. La alcaldesa ha actuado en muchas ocasiones más como activista que como líder institucional y agente activador de la economía barcelonesa. Ejemplo de lo anteriormente citado sería el frívolo e irresponsable comportamiento de la alcaldesa al no asistir el pasado viernes al acto del BNEW (Barcelona New Economic Week), como rechazo a la presencia del jefe del Estado. Dicho evento simboliza la voluntad de Barcelona de salir de la crisis recuperando la actividad económica en sectores de gran importancia para la ciudad. Los intentos del primer teniente de alcalde socialista, Jaume Collboni, de mantener la puerta abierta al diálogo con el mundo empresarial han chocado casi siempre con la incapacidad por parte de la alcaldesa en acordar y tejer consensos y en su visión sesgada del mundo económico.

Un rasgo a considerar del populismo que gobierna en Barcelona es su profunda desconfianza con relación a la tecnología. Los “comunes” transmiten la sensación del predominio de la fe en la ideología sobre la razón de la ciencia y la tecnología. Las arengas ecológicas de la regidora Sanz recuerdan en ocasiones a la predica de un pastor evangélico. Lo mismo sucede en la búsqueda a las soluciones a los problemas de movilidad donde se antepone la simplicidad demagógica de la imposición de un llamado “urbanismo táctico” frente al desarrollo de sistemas inteligentes de regulación de un tránsito seguro, sostenible y conectado, desaprovechando toda la experiencia y el know-how acumulado por los técnicos e ingenieros municipales en los últimos años, especialmente durante la celebración de los JJOO del 92.

Como todo “liderazgo” populista la alcaldesa de Barcelona tiene el soporte de sus seguidores más incondicionales, pero sin embargo carece de la autoridad moral para liderar las soluciones plausibles a muchos de los problemas que afectan a los ciudadanos. El caso más significativo sería la incapacidad de su gobierno en diseñar e impulsar con las otras administraciones involucradas, una estrategia metropolitana soportada en la potenciación del transporte ferroviario de cercanías, principal herramienta para abordar en profundidad la mejora de la movilidad sostenible.

No debe olvidarse la responsabilidad en todo lo anteriormente descrito del otro partido de gobierno, el PSC, missing a la hora de corregir los desvaríos populistas de la alcaldesa, apareciendo en muchas ocasiones como cómplice al transmitir la sensación de que, aunque no se encuentren cómodos con las decisiones tomadas, las acatan disciplinadamente.

El "estilo" de la Emperatriz del Paralelo para gobernar Barcelona pone en peligro el futuro de nuestra ciudad. ¿Podrá aguantar Barcelona hasta que la alcaldesa abandone sus responsabilidades municipales y se traslade a Madrid como ministra del Gobierno de España?