Más allá del calendario oficial establecido al respecto, lo cierto es que estamos ya metidos de lleno en una campaña electoral que va a ser larga, muy larga, esto es extensa, además de muy intensa. En realidad nos encontramos en campaña electoral desde el mismo instante del triunfo, el día 1 de junio de 2018, de la moción de censura contra Mariano Rajoy presentada por Pedro Sánchez, con el consiguiente acceso del dirigente socialista a la presidencia del Gobierno.

Tal vez era inevitable que fuese así, como consecuencia del resultado ajustado de aquella moción de censura, con una muy compleja mayoría vencedora, de un total de 180  votos, que iba desde los de los 84 diputados socialistas hasta los 67 de UP y sus confluencias, pasando por los de 25 miembros de diversos grupos regionalistas, nacionalistas e independentistas --ERC, PDECat, PNV, Compromís, EHBildu y NC--, y con una minoría no muy inferior en número, con 169 votos, integrada por los 134 parlamentarios del PP, los 32 de C’s y los 3 de UPN y FA, con la única abstención de CC.

Han pasado ya nueve meses desde el triunfo de aquella moción de censura, la única que ha prosperado en estos últimos 40 años de democracia, después de los tres fracasos anteriores: la de 1980 de Felipe González contra Adolfo Suárez, la de 1987 de Antonio Hernández Mancha y la de 2017 de Pablo Iglesias contra Mariano Rajoy. Han sido, al menos en gran parte, algo así como una incesante y muy dilatada precampaña electoral. Ahora estamos ya en una campaña electoral que se prolongará hasta el próximo día 26 de mayo, fecha en la que tendrán lugar elecciones municipales y europeas, que serán también autonómicas en gran número de Comunidades. Serán, pues, casi tres meses más de campaña electoral, con una primera cita, la del próximo día 28 de abril, establecida para los comicios generales, para enlazar de inmediato con la cita ya mencionada del día 26 de mayo, esto es prácticamente un año después del 1 de junio en el que Pedro Sánchez obtuvo los votos necesarios para conseguir su investidura como presidente del Gobierno de España.

Un año, por tanto, de extensa, densa e intensa campaña electoral. Cada día que pasa, más a cara de perro. Con extremada e inusitada dureza verbal. Con dos bandos enfrentados con rotundidad. Con unas derechas aparentemente diversificadas --PP, C’s y Vox-- y que parecen competir entre sí pero que al mismo tiempo nadie pone en duda que estarían dispuestas a reeditar su ya existente alianza postelectoral en Andalucía, ahora en las Cortes Generales y, por tanto, en el Gobierno de España, como confirma el firme veto a cualquier posibilidad de acuerdo con el PSOE anunciado una y otra vez por Albert Rivera y ratificado, aparentemente por unanimidad, por la misma dirección de su partido, que no puso reparo alguno a sumar sus votos a los de la derecha extrema de Vox para confirmar el gobierno de coalición entre PP y C’s en la Junta de Andalucía.

Frente a estas tres derechas está un PSOE que parece cada vez más fuerte y sólido con el liderazgo, ahora indiscutido e indiscutible, del resistente y resiliente Pedro Sánchez. Está también UP, ahora ya con unas indisimulables disensiones internas, con algunas de sus confluencias marcando cada vez más distancias y, por tanto, con la consiguiente e inevitable tendencia a la baja en sus perspectivas electorales, que no obstante los sondeos constatan que son compensadas con creces por el creciente ascenso de la intención de voto a favor del PSOE, hasta el punto que el voto de PSOE y UP y otros grupos podría llegar a aproximarse casi al 50%, garantizando así una mayoría parlamentaria absoluta que no precisaría de más apoyos.

Mucho más difuso parece que queda el resto del mapa político, aunque todo apunta a que finalmente ERC puede superar con claridad a lo que en su día fue CDC, que tanto el PNV como EHBildu pueden repetir resultados y que se apuntan escasos cambios en los restantes grupos nacionalistas o regionalistas.

Abrochémonos los cinturones de seguridad. El recorrido que nos espera en los tres próximos meses, como mínimo hasta la cita de las elecciones municipales, europeas y autonómicas del próximo día 26 de mayo, será de una intensidad enorme. Ni tan siquiera tendremos tiempo para tomarnos un breve descanso después de las elecciones generales del día 28 de abril. No obstante, luego, si los hados nos son finalmente propicios, acaso podamos dedicarnos a la política de verdad, esto es a la resolución justa y equitativa de los problemas reales de la sociedad, mediante el diálogo concebido como la base imprescindible para negociar y transaccionar hasta llegar a acuerdos convivenciales libres, pacíficos y ordenados. Esto es, hacer la política propia de un Estado democrático y social de derecho.