Pensamiento

El trío

24 julio, 2014 10:01

De todos los tríos que en la historia han sido, pocos me parecen tan interesantes como el que forman actualmente los señores Homs, Rull y Turull. Lo que más les favorece es sin duda su condición de políticos. Si actuaran en una pista de circo quedarían dentro de lo que cabe esperar; lo curioso, lo singular, lo espectacular es que sean políticos. Llegado el caso, Homs sería por supuesto la figura estelar, habida cuenta de su prodigiosa habilidad para imitar casi a la perfección los gestos y los tonos de Mas. Les da un matiz algo más chulesco, no lo voy a negar, y suele subrayar ese matiz doblando un poco el labio inferior como el que se dispone a mojar un sello, pero en esencia reproduce bien la personalidad del jefe. Tan elaborado mimetismo es de hecho una tradición muy arraigada en Convergència. El propio Mas encontró su personalidad absorbiendo con devoción esos aires de arrogante modestia -esa inclinación de cuello, ese medio cerrar los ojos con suficiencia- que tantas veces usó Papá Pujol para aleccionar a los catalanes. Lo que copia Homs ya es, pues, de por sí una copia, y los modos y maneras de Pujol tampoco son del todo originales: en los centros excursionistas de los años sesenta y setenta abundaba una clase de personaje muy entregado al mismo tipo de gesticulación, y algunos hasta padecían el tic de los párpados en continuo movimiento. Esa gente, créanme, llevan más de medio siglo con el mismo repertorio.

Homs también es sensible a la trascendencia, y no es raro que en determinadas ocasiones se sienta poseído por el espíritu de la historia y hable como si por su boca lo hiciera el 'Volkgeist' catalán, aun cuando su estilo se asemeje más al de un tratante de feria que al de un oráculo

Rull y Turull -hay que reconocerlo- se apartan un poco del modelo. Ahora bien, yo creo que, más que por carácter, es por falta de pericia. Yo he conocido en las comarcas catalanas a señores muy duchos en el arte de pujolear; empleados de banca, concejales e incluso organizadores de fiesta mayor muy capaces de reproducir en su persona los gestos del Muy Honorable por excelencia. Era algo muy frecuente en la Cataluña de los ochenta y los noventa; si Rull y Turull no lo acaban de hacer bien del todo -aunque seguro que no les falta dedicación y esfuerzo- es simplemente porque no les sale. En fin, el que hace lo que puede no está obligado a más.

Homs, por su parte, no se limita solo a hacer el camaleón con Artur Mas; también es sensible a la trascendencia, y no es raro que en determinadas ocasiones se sienta poseído por el espíritu de la historia y hable como si por su boca lo hiciera el Volkgeist catalán, aun cuando su estilo se asemeje más al de un tratante de feria que al de un oráculo. Eso es precisamente lo que le ocurrió el pasado 18 de julio con motivo de la inauguración del Centre d'Informació Lluís Companys en Tornabous. Homs quiso traer hasta el presente la voz del que fuera segundo presidente de la Generalitat republicana para que nos ilumine en la gravedad del momento y, con tal propósito, citó las palabras que Lluís Companys pronunció el 18 de julio de 1936. Como hiciera Companys en aquel trágico día, Homs apeló a la serenidad y añadió, de su propia cosecha, que "el pueblo de Cataluña está actuando con una gran serenidad". El elogio al buen sentido del pueblo es algo que siempre está en boca de los que conducen al pueblo a la locura. Homs también ha aprendido a imitar eso. Dijo después el consejero de Presidencia que Companys es el único presidente elegido democráticamente que murió fusilado, y que ahora nos vemos en la necesidad de "volver a reivindicar una democracia y el derecho a voto". Lo dijo como quien traza un silogismo perfectamente obvio: si p entonces q. No se molesten en entenderlo. A Homs no hay que entenderle; como todo iluminado, posee una lógica propia.

Sin llegar a tal virtuosismo, Rull no deja de ser un buen conocedor del oficio. El pasado 20 de julio, en el Aplec del Pi de les Tres Branques no quiso ser menos y también tuvo grandes palabras. Ante el árbol que simboliza la unidad nacional de los Países Catalanes, apeló a la capacidad de resistencia del pueblo de Cataluña -de nuevo el elogio a las virtudes del pueblo- y dijo solemnemente: "Se puede cortar una rama de pino, pero no la libertad del pueblo catalán". Y es muy probable que al pronunciar esa sentencia pensara emocionado en una Cataluña libre por fin del yugo español y la viera ya inscrita al pie de un busto suyo esculpido en piedra. Pero no se contentó con eso. "Ahora es la hora de votar Sí Sí -añadió-, por un Estado Catalán al servicio de los ciudadanos y al servicio de un ideal como es la justicia social". El Aplec del Pi de les Tres Branques era el escenario ideal para pronunciar tan históricas palabras. Allí, centenares de personas uniformadas con camisetas amarillas formaron una pequeña V como ensayo de la que formarán en Barcelona el próximo 11 de septiembre, y allí se quemaron las banderas de España, Francia y Europa en un alarde del espíritu aislacionista que siempre ha caracterizado a la extrema derecha.

En cuanto a Turull, es una lástima que no haya ninguna declaración suya reciente que merezca la pena ser destacada, pero recuerdo que después de hablar en el Congreso de los Diputados en defensa del derecho a decidir se quejó de que Rajoy le hacía muecas. Seguro que eran muecas de entusiasmo por su actuación. Que no tema. Nadie duda de su puesto en el trío.