Dedicado a mi viejo colega de rock'n’roll y buenas vibraciones, Ramón de España.

Y a Berlanga, claro.

Creo que no les descubriré nada nuevo, queridos lectores, si les digo que el sueño húmedo del independentismo, la fantasía confesa que les pone priápicos y más salidos que un cornúpeta en época de berrea, es la imagen del ejército entrando en Barcelona. Lo han manifestado en innumerables ocasiones. De hecho, cuando la CUP habla de “tensar la cuerda”, se refiere a eso, a una reacción desmedida por parte del Estado, con autonomía intervenida, Parlament clausurado, ejército en las calles y toque de queda y revueltas callejeras por doquier. Según creen, ese orden de cosas conduciría de forma irreversible a la indapandansia del carajo.

Cuando la CUP habla de “tensar la cuerda”, se refiere a una reacción desmedida por parte del Estado, con autonomía intervenida; según creen, ese orden de cosas conduciría de forma irreversible a la indapandansia del carajo

Permítanme narrarles brevemente cómo ocurriría todo eso.

Al amanecer y con fuerte viento de Levante --va por ti, Trillo--, las unidades del ejército llegarían a las inmediaciones de la Ciudad Condal. Antes de enfilar la recta de la Diagonal, se detendrían en TVen3 y harían una regulación de plantilla a saco y sanearían las cuentas. Por descontado, programarían una emisión musical, a base de Manolo Escobar, Juanito Valderrama y Estrellita Castro. Solventado eso, avanzarían por la zona universitaria. Al frente, obviamente, marcharía la Legión, con bayoneta calada, portando al Cristo de la Buena Muerte y la cabra sandunguera; detrás, la Benemérita, con tricornio de gala, y finalmente, la división acorazada Brunete, muy cabreada por haber pagado peaje en la autopista.

Alertado por el vuelo rasante de los cazas de la Fuerza Aérea Española, Romeva y los 18 embajadores, cónsules, vicecónsules y chupatintas de su equipo --esos que se reparten 1,5 millones de euros anuales en sueldos--, abordarían un helicóptero de los Mossos, rumbo a Bruselas, porque estas cosas deben denunciarse en caliente. Por su parte, Artur Mas y Puigdemont y su cigüeñal, tomarían la AP-7 en un Audi blindado, rumbo a Cadaqués, buscando refugiarse en casa de Rahola, tras destruir en la trituradora del despacho más de tres mil fulls de ruta y otros documentos sediciosos de transición barretinera.

En la Generalitat, Junqueras, Tardà y Martita Rovira organizarían, devorando al borde del paroxismo una docena de bocatas de mortadela y atún, la defensa de la capital, dejando el operativo callejero en manos de Anna Gabriel y sus belicosos lugartenientes de la CUP, Arran y otras organizaciones de descerebrados tot per la pàtria. Como esta gente monta la algarada en un visto y no visto, pronto una compacta muralla humana, alegre y combativa, bloquearía el paso a los invasores, a la altura de la Diagonal con Paseo de Gracia. Y como no son tontos, dispondrían en primera línea de combate a los charnegos de Súmate Periquito Que Aquí Hay Pasta Gansa.

Los legionarios, al reconocer a los hijos, nietos y biznietos de Josefina de Cáceres, Honorio de Albacete y Eusebio de Jaén, dejarían las armas, desabotonarían sus camisas y repartirían a sus paisanos una somanta de guantazos compasivos, que harían que Eduardo Reyes y Rufián salieran despedidos por los aires como los romanos en los cómics de Astérix, estrellitas incluidas. Todo se saldaría, felizmente, con doscientas costillas rotas; un centenar de ojos a la funerala; cincuenta cejas partidas y dos docenas de narices aplastadas. Y con los cuperos corriendo y gritando maricón el último.

Si lo que hemos aguantado estos últimos cuatro años aquí hubiera ocurrido en Francia, en la "Cataluña Norte", toda esta caterva de marcianos uniceja estaría criando malvas

Eso sí... las fotos y vídeos de esa exhibición fascista surcarían las redes sociales a la velocidad del sonido, y los 400 caciques de la vara, uy... perdón --¡tonto estoy!--, los 400 alcaldes de la AMI y sus bastones de mando, concentrados holgadamente en lo alto de un risco de ocho metros cuadrados en Montserrat, proclamarían la República catalana.

Pero eso no ocurrirá, porque el ejército que entrará en Barcelona, por la Meridiana, será el francés. Sí, han leído bien. Tras la protesta del Elíseo por la intolerable intromisión que supone la resolución del Parlament de Cataluña en la soberanía de Francia, Hollande y Valls --y aún peor si es Marine Le Pen quien gana las elecciones en 2017-- nos mandarán a la Legión Extranjera, y a los cuerpos tácticos de la Gendarmerie Nationale, si estos fantoches que soportamos en Cataluña siguen empecinados en seguir tocando la pera al mundo mundial.

A Mas, Puigdemont y Homs los facturarán a la isla de Elba; a Junqueras, Tardà y a los cuperos, a la de Santa Elena, y a Rahola, Terribas, Rufián, Reyes y Lluís Llach a picar piedra en cualquier Guayana que tengan a mano, a lo Papillón. Después le comunicarán la acción relámpago a Rajoy, que pasmado se encogerá de hombros y murmurará en gallego: "¡Carallo, agora que estaba preparado para tomar cartas no asunto!".

No lo duden. Si lo que hemos aguantado estos últimos cuatro años aquí hubiera ocurrido en Francia, en la "Cataluña Norte", toda esta caterva de marcianos uniceja estaría criando malvas como el abate Faria en El Conde de Montecristo desde el 12 de septiembre de 2012. Empezando por Amparito Moliner, a la que castigarían a copiar trescientas mil veces, con caligrafía inglesa, la Constitución gala, tras quemarla en directo.

Espero que se hayan divertido. No lo olviden: reír es el único antídoto eficaz ante estos zoquetes. Les veré en unos días. Sean felices.