El Sr. Lorenzo B. de Quirós nos ilustró en El Mundo del pasado domingo (12/04/2015), con toda una declaración de intenciones sobre hacia dónde tiene que evolucionar el sistema electoral español. Serían como esas pequeñas detonaciones que van marcando el camino hacia un derrumbe controlado. Derrumbe de la democracia.

La existencia de partidos nacionalistas hace que la concentración territorial de su voto les beneficie en la misma medida que a los mayoritarios

Es evidente que el sistema electoral español es deficitario democráticamente pero su forma de analizarlo y, sobre todo, las conclusiones que extrae de dicho análisis, determinan una preocupación más centrada en conseguir que el poder se concentre en grandes mayorías o, dicho de otro modo, perpetúe un sistema bipartidista donde los minoritarios desaparezcan. Ciertamente, no defiende el status quo actual y seguramente no le importa que los actuales partidos mayoritarios sean sustituidos por los que se vislumbran como alternativa. En ese sentido no toma partido. Pero sí toma partido por un sistema mayoritario. Así, sin ambages.

Entrar a debatir punto por punto la carga de profundidad de su artículo requiere de tiempo, pero para el Sr Quirós parece que el problema es que este sistema, al ser proporcional, hace gobiernos débiles y encima costosos. La realidad es que el sistema español tiene de proporcional el nombre ya que genera mayorías dado que asigna de forma inversamente proporcional los escaños, revalorizando el voto en las provincias pequeñas y minusvalorándolo en las grandes.

Su análisis se centra en temas de asignación del poder y se preocupa poco de que los electores se sientan representados. En realidad pretende que los que voten a los partidos mayoritarios estén sobrerrepresentados y los votantes de los minoritarios o medianos no tengan representación. Es el bipartidismo en estado puro.

Algunas perlas del artículo: “la regla proporcional atenúa la competencia dentro del mercado político”, claro mejor que haya dos oligopolios que se lo coman todo. Y sigue, “resta estímulos a los partidos políticos porque aminora los costes del castigo sufrido en los comicios”. No se sabe si nos está hablando de democracia o de economía, lo que está claro es que en cualquier caso es un planteamiento “neoliberal puro”.

Como apunto en mi artículo: 'Andalucía 2015. Diseccionando un sistema electoral tramposo', de próxima aparición en el número de mayo de El Viejo Topo, el problema del sistema electoral español son las circunscripciones provinciales consagradas en la constitución, junto a la aplicación de la Ley d’Hondt y un porcentaje mínimo para el acceso a representación. Esto convierte un aparente sistema proporcional en un sistema mayoritario, ciertamente imperfecto, ya que la existencia de partidos nacionalistas hace que la concentración territorial de su voto les beneficie en la misma medida que a los mayoritarios.

Centrar el cambio de sistema en la eficacia del poder, entiendo que nos aleja de lo que la ciudadanía está demandando en estos momentos, que es que la democracia sea mayor, más profunda, más participativa y más radical. Construir mayorías estables en base a un sistema que “cocina” la voluntad popular me parece cuanto menos una estafa. Una estafa en las formas de definir negativamente el sistema proporcional como listas cerradas y bloqueadas (cosa que es cierta en el actual, pero su mayor imperfección está en otro lado) y definir positivamente el alternativo como uninominales y abiertas, cuando son sistemas que tienden a dejar sin representación en el parlamento a la mitad de la población. Es una deliberada trampa del lenguaje.

Con el sistema electoral actual los últimos gobiernos se constituyeron con porcentajes en torno al 44% de los votos emitidos (43,66% del PSOE en 2008 y 44,63% del PP en 2011) y teniendo en cuenta que su porcentaje respecto al cuerpo electoral supera en poco el 30% (32,6% PSOE Y 30,37% PP), está claro que la pretensión de nuestro consultor estratégico es que con los citados porcentajes, o menos, se controle con mayoría absoluta el parlamento y el gobierno. Los citados resultados representaron para estos partidos un 48,29% (PSOE, 2008) y un 53,14% (PP, 2011) de los escaños en el Congreso de los Diputados. Podríamos decir que el sistema electoral español crea deformaciones en la democracia representativa.

Es evidente, si comparamos los porcentajes sobre voto emitido y sobre cuerpo electoral, que cuanta mayor abstención mayor poder para los grandes. Si el sistema electoral actual genera rechazo entre amplias capas de la población, instaurar circunscripciones uninominales incrementaría la dejación y el absentismo ya que más de la mitad de los votantes se quedarían sin que nadie les representara.

Me explico. Pongamos que en una circunscripción uninominal con 100.000 votantes se presentan tres candidatos A,B,C y la abstención, pongamos que es igual a la actual, es del 30%.

En el supuesto 1 el candidato A accedería al escaño y se quedarían sin representar un 65% de votantes. Un candidato con el apoyo de un cuarto del electorado y tres cuartas partes sin representante. ¿Qué tipo de confianza puede generar un sistema así?

El supuesto 2 nos permite visualizar una situación posible en caso de necesaria segunda vuelta o con una primera y con más de la mitad de los votos a un candidato. En todo caso el absentismo en una segunda vuelta aumentaría.

Es evidente que un sistema mayoritario, como parece que desea el Sr. Quirós, genera una diferencia aún mayor que el sistema actual entre el poder del voto de unos ciudadanos frente a otros y sí, permite gobiernos más estables, pero también más déspotas.

La alternativa es clara: circunscripción única con reparto proporcional puro y restos mayores, eliminando el sistema d’Hondt y el porcentaje mínimo. Esto aseguraría que los votos necesarios para elegir un diputado estarían en torno a la media y que el poder del voto de cada ciudadano sería el mismo.

Existe la posibilidad de desbloquear las listas a nivel local de forma que el votante reordene la misma. Algo apunto en ese sentido en mi estudio sobre las elecciones generales de 2011.

Como afirma Ferrán Gallego en su último artículo Votos, escaños y soberanía popular: “La mayoría parlamentaria, como ha venido sucediendo en Cataluña y en España desde el inicio de la transición, establece una desviación indeseable entre el voto popular y la representación institucional” y acaba preguntándose “¿Habría de extrañarnos que se hable de mayoría parlamentaria, incluso cuando eso implique que se quiere tomar decisiones en minoría ciudadana?”

Parece que a quienes quieren seguir controlando los hilos en España les silban los oídos y nos quieren vender la moto del sistema mayoritario en detrimento de la voluntad popular y ciudadana.