Tiene razón Miquel Iceta cuando dice que lo que está en juego entre el PSC y el PSOE va más allá de la relación entre ambos partidos. Una posible ruptura no solo les causaría un daño enorme, sino que sería una excelente noticia para los separatistas ahora que se acerca el momento de la verdad. Paradójicamente, esta es hoy la mejor arma de la que disponen los socialistas catalanes para defender su posición singular dentro del socialismo español. Pero la asimetría de la que disfrutan, y de la que sorprendentemente muchos en el PSC no parecían ser conscientes, no puede transformarse en deslealtad. Eso es lo que ocurrió tras el último comité federal, un pecado admitido por el propio Iceta, aunque también es verdad que tras una bacanal de crisis inaudita en el PSOE. No se defenestra a un secretario general cada día ni se varia una posición política tan substancial como es el voto en la investidura a la presidencia del Gobierno de la forma que se hizo. Por tanto, ambos partidos harían bien en no entretenerse demasiado en reprocharse unos hechos lamentables de los que nadie sale indemne.

Insistir en que España es una nación de naciones, para satisfacer una cuestión sentimental sin consecuencias políticas ni jurídicas, no contribuye a fortalecer el discurso federalista

El desajuste orgánico entre el PSC y el PSOE es perfectamente resoluble si desean seguir juntos. Esta es la tarea encomendada a la comisión que anteayer decidieron crear Iceta y el presidente de la gestora socialista, Javier Fernández. Tampoco las discrepancias en relación al modelo territorial son substanciales, sino más bien semánticas y planteadas fuera de tiempo. Insistir tanto en que España es una nación de naciones como hace el PSC, para satisfacer una cuestión que se dice puramente sentimental sin consecuencias políticas ni desarrollo jurídico, no contribuye a fortalecer el discurso federalista, sino a enredarlo. Como el propio Iceta recuerda, la Constitución ya habla de "nacionalidades" en el artículo 2, que es una sinonimia de "naciones", por eso la entonces Alianza Popular de Manuel Fraga se opuso. En 1978, se optó por un término que probablemente sea un error semántico ("nacionalidades"), si bien hoy ya no nos chirría tanto, para evitar un concepto endemoniado ("naciones"). La política consiste en hacer de la necesidad virtud y evitar discusiones que no conducen a ningún sitio. Más útil que insistir en que Cataluña sea reconocida como nación, sería plantear que el catalán y las otras lenguas españolas oficiales, diferentes del castellano, figuren con nombres y apellidos en la Constitución. Como ha explicado repetidas veces el ensayista y diplomático Juan Claudio de Ramón, la tarea pendiente que tenemos por resolver es el mal de lenguas. Uno de los objetivos del federalismo en España sería gestionar un Estado unido y plurilingüe.

El sentido del federalismo es combatir de manera eficaz a un secesionismo que es reaccionario por egoísta y supremacista

Y esto nos conduce al debate de fondo, que no es otro que el sentido del federalismo que deberían defender tanto el PSOE como el PSC. Como muy bien explica Félix Ovejero en su último libro, La seducción de la frontera (2016), es absurdo presentar la solución federal como una salida a los nacionalistas, "como una respuesta a sus exigencias". De lo que se trata es de federar España coherentemente, introduciendo claridad en las instituciones y corresponsabilidad en las decisiones, y eliminando el sistema de incentivos de los nacionalistas para seguir siendo desleales. El sentido del federalismo es combatir de manera eficaz a un secesionismo que es reaccionario por egoísta y supremacista. El federalismo difícilmente será un mecanismo para contentar las demandas de unos partidos soberanistas que, por definición, no aspiran a ser integrados en ningún proyecto compartido. Cuando los nacionalistas dicen con la boca pequeña que ya les gustaría que España fuese federal, están mintiendo descaradamente. Fíjense en el ejemplo de Canadá. Es lo que más temen. Si los socialistas tuvieran claro el sentido del federalismo, el resto caería por añadidura.