El presidente de Telefónica, José María Álvarez Pallete, es un atleta maratoniano que sin embargo no encaja en el modelo clásico del corredor de fondo. Se define como un runner –corrió las maratones de Berlín, en 2016, y la de Sevilla, en 2019—, pero le pega más el “apresúrate despacio”, de Erasmo. Estudió en escuelas superiores de economía, en Madrid, Bruselas y el Instituto Panamericano; labró su éxito en la dirección financiera de la operadora, adelgazó el balance de la multinacional, lidió con las dificultadas de los mercados hispanoamericanos y alcanzó la presidencia en 2016. Este grimpeur enjuto y elástico acaba de empezar. Ahora reescribe su propio éxito con un fondo social, más cercano al humanismo cristiano que al liberalismo compasivo.

El número uno de Telefónica afronta la economía del siglo XXI como una moneda de dos caras: la tecnología y la cooperación, dos polos que puede unirse en el llamado internet de las cosas. La revolución científico-técnica, por un lado, y la expansión de la cultura como vector del bienestar, por el otro, forman una dualidad en la que Pallete se siente concernido al asumir la presidencia de la GSMA y paralelamente entrar en la Fundación La Caixa. La GSMA, que hoy mismo inicia en Barcelona la edición anual del Mobile World Congress una vez vetada la participación de Rusia, representa a más de 4.000 firmas de telecomunicaciones en todo el planeta y supone el 5,1% del PIB mundial. Con este añadido: Álvarez Pallete defiende acérrimamente que el evento internacional siga teniendo su sede en Barcelona.

José María Álvarez Pallete / FARRUQO

José María Álvarez Pallete / FARRUQO

Por su parte, la Fundación La Caixa expresa el contrapeso que protege la memoria natural del sentido común. Su patronato destila la figura de Le Bon David (David Hume), frente al Leviatán de Hobbes, algo imprescindible en pleno boquete de la desigualdad social y con el derecho internacional mancillado por el último atropello: la injusta invasión de Ucrania, lanzada por Putin, un oligarca autoritario.

Detrás de los relevos en el patronato de La Caixa mece la cuna Isidro Fainé, presidente de la Fundación, primer accionista de Caixabank, el banco que a su vez mantiene una participación histórica en Telefónica. Fainé, que desempeña la vicepresidencia de Telefónica, mantuvo una relación estrecha con César Alierta, expresidente de la operadora. Ahora, los lazos entre el grupo financiero y la empresa se han renovado a través de Pallete.

La dupla Fainé-Pallete define el camino de la nueva economía en un momento turbio de los poderes globales. No hace tanto, Fainé, Alierta y los Botín (Banco Santander) dominaron el Consejo para la Competitividad, un engranaje que trató de reducir tensiones y favorecer la estabilidad institucional. Pero las cosas han cambiado; el delicado momento actual no se presta a los buenos consejos y los motores empresariales del crecimiento apuestan por dar ejemplo; se comprometen casi en silencio. No es función de la economía limitar los excesos doctrinales de la política, aunque, ahora mismo, muchos anhelan el eco de las élites.

El ecosistema móvil agita el mundo digital. Tecnologías como el edge computing, cloud, ciberseguridad, IA y IoT han resituado la forma en que la sociedad opera e interactúa. El presidente de Telefónica expresa a menudo su disconformidad con el regulador español. Hace mucho que la operadora dejó de ser un monopolio natural y pasó a competir a campo abierto con otras plataformas. Hoy está en juego la penetración del 5G en España, cuyo uso representa una “obligación moral”. La digitalización debe estar al servicio de las personas, una síntesis a la que Pallete llama el “humanismo digital”. Nadie sobrevivirá de espaldas al metaverso; la nueva frontera del conocimiento confirma que la tecnología del siglo XXI avanza sin cercenar el cultivo de la imaginación. Además, la pandemia ha redefinido sin previo aviso los saltos de la telefonía móvil de la que habla apasionadamente el presidente de Telefónica. Pallete piensa en arrojar luz sobre el proceso, antes de esperar a sus consecuencias; una medida socrática muy reconfortante. Como buen maratoniano, prefiere correr que pensar en las mieles del éxito en la meta.