La patronal Pimec vuelve a las cosas. Su presidente, Josep González, destaca por su lucidez a la hora de evitar la tentación soberanista y centrarse en el tejido industrial catalán, formado por pequeñas y medianas empresas. Para que funcionen los motores, Agbar, Seat, Naturgy o Almirall, entre otros, deben hacerlo sus proveedores, un sector minado de pymes. Haríamos bien de adaptar los mecanismos de relanzamiento tomando el ejemplo de Italia, que ha cumplido con creces el Marco Temporal de Ayudas de Estado de la UE, en los préstamos especiales Covid-19. Las empresas y autónomos tienen allí garantía estatal hasta el 100% del préstamo, tipo de interés acotado y una línea singular de micro-préstamos (hasta 25.000 euros) sin evaluar la solvencia del prestatario.

La Moncloa y el Quirinal han replicado su modelo sanitario, pero en lo relativo a la recuperación del crecimiento, discrepan: Italia ha mostrado mayor ambición en sus actuaciones para reducir costes empresariales y fortalecer la demanda agregada. El sector público italiano actúa con contundencia mientras los políticos populistas del país transalpino (Lega Nord y Movimiento Cinco Estrellas) rebajan el tono; y sin embargo, en España, el Gobierno está siendo menos eficaz y, cualquiera de sus medidas, concita el incomprensible odio de la oposición. Nuestras cuentas públicas son mejores que las italianas: menor deuda pública y mejor déficit fiscal, pero aun así, los ministros de Economía (Calviño), Hacienda (Montero) e Industria (Maroto) todavía no ven claro el panorama, después de la reciente Cumbre de la UE, cerrada sin acuerdo. Hoy, ya es tarde; tenemos prisa, no hay mañana que valga.

Josep González, por Farruqo

Josep González, por Farruqo

Pocos días después del Armisticio de 1918, que terminó con la primera Gran Guerra, el gerente del banco de la Reserva Federal, en Nueva York, Benjamin Strong, escribió al gobernador del Banco de Inglaterra, Montagu Norman, que la “barbarie económica” amenazaba “a toda la humanidad”. Los financieros norteamericanos eran (y son) internacionalistas por naturaleza: saben que el dólar está ligado al comercio mundial. “Nos salvamos todos o no se salva nadie”, decía Strong en su misiva, recogida por Liaquat Ahmed en Los señores de las finanzas (Ed. Deusto).

Pues bien, hace menos de 48 horas, la presidenta del FMI, Christine Lagarde, ha pedido a Bruselas un mayor esfuerzo fiscal; ella considera que el BCE ha cumplido y ahora le toca a la Comisión. De momento, tras la Cumbre Europea telemática del pasado viernes, no hay acuerdo. Para acaparar la atención en Bruselas, España solo tiene a mano un exordio: poner como garantía una parte importante de su riqueza nacional y esperar una negociación, junto a Francia y Alemania, para reducir el coste financiero de la deuda, porque el grueso de la operación se hará a crédito.

El presidente de Pimec es de los pocos que lo han entendido. González pide mayor ambición, alcance y creatividad. “Mientras en España un autónomo debe justificar una bajada de sus ingresos del 75% para acceder a una ayuda directa, en Italia basta con un descenso del 33%”. Dicho por un hombre que conoce al dedillo nuestro tejido productivo es una denuncia absoluta. Lo de los autónomos no tiene pase. ¿Por qué a los gobiernos les cuesta tanto conectar con las redes de la economía real? España funciona sobre la base de sus grandes motores, a los que se les supone capacidad para tirar del resto. ¿Pero qué pasa cuando fallan los resortes que se mueven entre la industria auxiliar y las grandes cabeceras? El balance entre las empresas auxiliares que cierran y las que abren es muy superior en las primeras.

De estas duras transiciones, los ministerios de Economía e Industria no se enteran, porque nuestra doctrina económica hunde sus raíces en el monetarismo (Banco de España), la Hacienda Pública y los monopolios naturales (Telefónica, Endesa, etc). El modelo político español es un éxito desde 1987, pero el modelo económico no se despega de su pasado. Y esto es lo que nos reprochan los cuatro frugales (Austria, Dinamarca, Países Bajos y Suecia); tienen la razón del egoísta. Los frugales, auténticas plataformas raciales frente al Sur, no tienen lugar en la UE del futuro.

Josep González nos pone un ejemplo prístino de economía real: una pyme de 9 trabajadores, que tenga prevista por ejemplo una inversión de 30.000 euros en medidas de prevención del Covid-19, no parece que pueda recibir ninguna ayuda en España, mientras en Italia podría optar a 15.000 euros de subvención y luego recuperar el 60% de la inversión en forma de crédito fiscal. No hace falta añadir que esta situación dificulta claramente la competitividad de nuestras pymes en el entorno europeo post Covid.

Lo dicho, el presidente de Pimec pone el acento en las cosas. Se ha olvidado de las banderas y de su brillo historiográfico. “No leáis historia; solo biografía, porque eso es vida sin teoría”, escribió Benjamin Disraeli, crítico despiadado de la política de su tiempo, como puede verse en libros como Vivian Grey o Lothair, pero también, el primer ministro más querido por la reina Victoria.