En el entorno de Ada Colau, mires por donde mires, asoma el populismo de corte caciquil. Eloi Badia confesó en su momento haberse dado cuenta de hasta qué punto “el interés general ha quedado relegado por los intereses financieros y económicos que gobiernan la ciudad en la sombra”. Concluyó que hay que “recuperar el ayuntamiento y ponerlo al servicio de la ciudadanía”. Del cómo, no sabemos nada. Colau, Pisarello o el mismo Eloi (núcleo duro de la alcaldesa junto a Jaume Asens y Gala Pin) llegaron a las instituciones para crear el discurso desde arriba; practican el peor entrismo. El régimen antieconómico de la Generalitat de Puigdemont les llevaba la delantera, y tras ser interrumpido por el 155, sus métodos se hacen fuertes ahora en el ayuntamiento. El primer paso ha sido la ruptura con el PSC y el segundo ya está en marcha: “Colau se ha decantado por el independentismo”, afirmó ayer Pedro Sánchez, líder del PSOE.

Badia, concejal de presidencia del ayuntamiento, llegó a través de la reivindicación. Fue miembro de la junta directiva de la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento de agua y, sobre el papel, impulsó un cambio de modelo a través de la plataforma Agua es Vida. Apareció con un currículo social imponente, pero nadie sabe lo que hizo o no hizo en la privatización de Aigües Ter Llobregat (ATLL), el puntazo del conseller Mas-Colell, que sirvió para ingresar 300 millones de euros en las arcas públicas. Nunca llegaremos a saber quién es quién y qué lugar ocupa en la guerra del agua. Nos consta que Badia defiende que la ATLL vuelva a ser pública y también que se han producido incontables subidas de tarifa. Cánones, tasas, tarifas, etc, todo fluye en el discurso institucional. Pero se resume en esta escueta verdad que también atañe al municipio: a favor del pueblo, pero sin el pueblo.

El populismo practica la antieconomía. Sus líderes suben al poder gracias a los ascensores vindicativos: el agua, la luz y la vivienda, dominan el teatro de operaciones. Después, cuando callan el grito y la amenaza, aparece la mordaza. Un ejemplo que no falla: en el momento en que Acciona, a través de ATLL, tuvo en sus poder el agua de boca de 4,5 millones de habitantes del área metropolitana, dispuso de un tope legal para limitar las bajadas de la tarifa. La tarifa real ha subido un 30% en cuatro años. Y Eloi mutis por el foro.

Vamos de mal en peor, pero le damos a Eloi lo más difícil. Así germinan los autócratas del mañana 

Eloi y Colau y pueden predicar misa en seminarios izquierdistas de tresillo y mesa camilla, pero los hechos cantan. La Generalitat del procés ha necesitado ingentes recursos en materia de agitación política y el Ayuntamiento de Barcelona ha colaborado. Autonomía y municipio se suben a las barbas de los vecinos; eso sí, lo hacen de forma mancomunada.

Badia entró en el ayuntamiento de la mano de Gerardo Pisarello (primer teniente de alcalde) y su dedicación se vio recompensada cuando el concejal Raimundo Viejo dimitió en noviembre del 2015 para ir en las listas de los comunes a las elecciones generales. A partir de entonces, fue concejal del distrito de Gràcia, concejal de Presidencia y de Agua y Energía. Impuso cláusulas en los concursos de adjudicación para perjudicar a Endesa y Gas Natural (¿consciencia de clase?) y trató de remunicipalizar los Servicios Funerarios. Ahora, tras la marcha de los socialistas del gobierno de la ciudad, será el presidente de la emblemática BSM, la empresa de la que dependen los servicios municipales. Vamos de mal en peor, pero le damos a Eloi lo más difícil. Así germinan los autócratas del mañana

Pese a su brillante tradición, Barcelona adopta hoy una metodología inversa a la de la izquierda seria. La izquierda propone, la gente vota y, si gana, gobierna con su programa, recibiendo palos cuando toca (igual que lo hace la derecha). Pero Colau y Eloi Badía dan un vuelco oportunista. Llegan con el entusiasmo justiciero despertado en la gente, sin exponer su estrategia a la luz del día. Es el bolchevismo trasnochado; el jacobinismo que deja tras de sí la destrucción de los acuerdos tácitos que gobiernan en la sombra. Colau, Eloi y Pisarello dicen que tales acuerdos tácitos expresan el interés de los poderosos. Así, cuando ellos llegan, se sienten legitimados para desmontar las reglas del juego; sucumben a la tentación chavista. Igual que Mas, Puigdemont y Junqueras, quienes, por el contagio del miedo, no dijeron nunca que pensaban desertizar industrialmente el país antes de poseerlo. Llegado el momento, amenazaron la seguridad regulatoria de los mercados y, en respuesta, las empresas se llevaron fuera sus sedes sociales.

Es el bolchevismo trasnochado; el jacobinismo que deja tras de sí la destrucción de los acuerdos tácitos que gobiernan en la sombra. Colau, Eloi y Pisarello dicen que tales acuerdos tácitos expresan el interés de los poderosos

Cuestión de poder popular (manda narices). Es un método antiguo como el pan. En la Francia revolucionaria de hace más de dos siglos, cuando la Montaña alcanzó la mayoría en la Convención (parlamento), el grupo radical propuso reformas en favor del Tercer Estado, los de abajo. Pero, al ver que su intención no avanzaba, Robespierre fundó el Terror.

La praxis solo se ejerce desde arriba (el viejo trotskismo sabía mucho de todo esto). La primera vez que Colau se sentó en el Saló de Cent le faltó tiempo para cuestionar la viabilidad del circuito de Fórmula 1 que acompaña la feria del Automóvil, y se preguntó qué le reporta al ciudadano de a pie el Mobile World Congress. Más adelante, se explayó en el fracaso nunca esperado de la Agencia Europea del Medicamento, que hoy luciría en la Torre Agbar. Aplazó sine die el nombramiento decisivo en Fira Barcelona, la ventana comercial e industrial de Cataluña. No hace falta seguir. Ella debe pensar igual que Oriol Junqueras: cuando todo esto sea un erial, mandaremos nosotros para siempre.

Colau ha tenido un momento de claridad al nombrar al profesor Joan Subirats, delegado de Cultura de Barcelona. Sin embargo, la lucidez no abunda hoy en la Casa de la Ciutat. Allí más bien se cuecen componendas que harían felices a los consellers del alambicado Recognoverunt proceres. Ha habido momentos mejores y peores en términos de iniciativa, pero podemos decir que el tiempo de Eloi Badia está siendo apenas fecundo en intrigas menores.