Pasa un cisne negro y Rajoy se va. Si el PP reescribe los presupuestos en el Senado, habrá mostrado sus vergüenzas. ¿A la gente cómo se la conoce? "Al buey por el asta y a la persona por la palabra", dice García-Margallo, el Bienvenida de la política española por la mano diestra de sus naturales. Ha sido la exvicepresidenta Soraya, a la que Margallo compara por su poder con Godoy, la inductora de la solución judicial para Cataluña y la hacedora del menosprecio de Gürtel. Ella no cogerá el testigo de Rajoy, porque sería como decir que aquí no ha cambiado nada. Pero sí ha cambiado, sobre todo desde ayer, cuando en la ejecutiva de Génova 13 Núñez Feijóo mostró silente sus espolones. La guerra ya ha comenzado en el frente interior del PP, y quizá conviene recordar que "comparados con la guerra, los demás aspectos de la conducta humana son triviales", como dijo Patton, el gran general. De hecho, las batallas en el seno de los partidos políticos son igual de dramáticas que las peleas consanguíneas en las empresas familiares.

En fin, Rajoy no vio llegar al cisne negro, el desencadenante por sorpresa (atribuido a Gay Talese por su libro homónimo, como recordó Joaquín Estefanía en La Sexta). Pero ¿de dónde salió en España este cisne de la discordia? Del PNV no porque, según señalan sus portavoces, "al PSOE le dijimos que, antes de preguntarnos a nosotros si apoyamos la moción, preguntaran primero a los catalanes qué van a votar". Zanjado. En el mundo catalán ERC ya tenía decidido el sí en un escenario de hegemonía de Junqueras en el seno del bloque soberanista. Y el PDeCAT lo decidió horas antes, cuando Marta Pascal, la secretaria general, optó por apoyar la moción con dos alfiles bien situados sobre el tablero del Congreso: Carles Campuzano y Jordi Xuclà.

¿Vino del soberanismo catalán el cisne que se cargó a Rajoy? Puede que el cisne sea una reacción del revisionismo indepe (de Junqueras a Pascal) ante el empuje de Manuel Valls a lomos de una coalición municipal constitucionalista, con Cs al frente, pensando en las municipales de 2019, que pueden abrir los surcos del futuro. El ex primer ministro francés se peleó con los empresarios catalanes el día que les acusó de haber abandonado su responsabilidad política; y no era la primera vez que una voz autorizada acusaba al mundo económico catalán de permitir que el independentismo reescriba la historia poniendo la mitología carolingia por delante del país real. No fue Emilio Cuatrecasas el que se enfrentó a Valls sino Jordi Constans, consejero de Puig, que viene de Danone y de Louis Vuitton. Y la respuesta al ex primer ministro francés, oriundo de Barcelona, fue el documento del Cercle d’Economia con la propuesta de refundar el Estatut junto al resto de las CCAA que así lo deseen, para separar la solución económica de la solución constitucional. El papel del Cercle, basado en un documento de Eliseo Aja --el constitucionalista que dijo que el 155 era razonable--, provocó un ataque de urticaria en Bilbao, donde el Círculo Vasco y el Confebask (CEOE) vieron la intromisión catalana en el concierto económico de las diputaciones forales. Replantear la financiación autonómica significaría, de una manera o de otra, el cambio de registro para el ventajoso concierto vasco. El papel de Aja rescribe el modelo federal de forma que permitiría a Cataluña adoptar el sistema de cupo sin lesionar ningún enunciado de la Constitución.

El nacionalismo vasco ha demostrado que Rajoy es olvidadizo. Él era vicepresidente segundo del Gobierno en 1996, cuando Aznar cerró un pacto de gobernabilidad con el PNV, solo un año y medio antes de que arrancara el Pacto de Estella (frente común entre nacionalistas y el mundo abertzale, incluida ETA). Entonces mandaba Arzalluz, con Ibarretxe de marioneta, y ahora manda Andoni Ortuzar con Aitor Esteban y Urkullu de obedientes. Cuando la cosa va en serio, el PNV se desdobla: los cargos electos dan un paso atrás y obedecen al Euzkadi Buru Batzar (EBB), el núcleo duro del partido nacionalista. Y no olvidemos que los burukides mandan verticalmente en un movimiento de raíz democratacristiana, mezcla de religión y autoritarismo, nacido en los valles medievales de Iraurgi, tierra de juantxos.

Con Bilbao y Barcelona a la greña por el concierto, es prematuro preguntarse si el cisne puede acabar siendo Manuel Valls. Y desde luego, resultaría menos pertinente que lo fuera Ferran Mascarell, postulado como candidato unitario del independentismo a la alcaldía de Barcelona. Valls empieza por Cs y trata de cazar al PSC; Mascarell, por su parte, nace del PDeCAT y también trata de captar al PSC, y de paso a los Comuns. El PSC saldría ganando con la bicefalia interclasista y además tiene a Sánchez en Moncloa, lo que eleva indefectiblemente a Miquel Iceta al papel de cisne. Pero las municipales se acercan para todos y no se olvide que, en el País Vasco, "las asambleas de municipios son la cantera de las diputaciones forales" (como desentraña José Antonio Zarzalejos). Y así vuelve Ortuzar hecho un morrosco, ¡ay, ay!, cisne primigenio, aunque siempre lejano.

El día que el tablero español se hizo damerograma (el viernes de la moción), las fuerzas en presencia provocaron el desalojo de Rajoy y la desaparición de Puigdemont. Con el Círculo de Berlín tocado --Elsa Artadi y Eduard Pujol han enmudecido-- y con el PP echado al monte, Cs entrará en dificultades. Pero les doy un consejo: no den por muertos a los de Rivera porque gustan a los ciudadanos españoles y gustan mucho.

Se nos viene un Sánchez que sustituye el factor de sostenibilidad por un comisionado contra la pobreza infantil y que coloca la indexación de las pensiones en el IPC; un presidente que liquida el galanteo entre las eléctricas y el regulador para meter el recibo de la luz en el alero de lo social. Por parte de la oposición mariana, volverán el apocalipsis y la crispación en materias canónicas, como lo territorial, Bruselas, déficit o techo de gasto, y todo aderezado por las consabidas gotas de Bildu, la alianza satánica del socialismo con la simbólica sombra de ETA. ¡Venga!

En pocos meses quemaremos nuestros principios en la hoguera de Torquemada. Obcecados hasta las cejas, los españoles, vehementia cordis --la definición de Wiesenthal en Hispanobundia (Acantilado)--, seguiremos matando leopardos para llevar abrigos bonitos.