En la feria de Puigdemont “te va según lo que estés dispuesto a dar, y no precisamente en especie”, dice un miembro de JxCat de los que están hasta el gorro. Así se explica lo de Albert Batet, un etrusco de identidad maleable, al que Puigdemont ha convertido en portavoz parlamentario, a pesar de su parca y analfabética retórica. Batet desempeña la alcaldía de Valls, ufano de su escudo blasonado, aunque, como bien se sabe en su tierra, utiliza el cargo para mejorar la extensión edificable de su latifundio.
Ser acaudalado en provincias levanta ampollas en gentes de medio pelo que se llaman rebeldes, como le ocurre a la CUP. La formación plataformista encomendó hace algunos años a Método 3 una investigación sobre las propiedades de los Batet por el puro vicio de aparentar su guerra a la corrupción. El informe tenía como objetivo recopilar datos que pudieran confirmar que el padre de Batet había comprado terrenos susceptibles de ser recalificados antes de la reforma del plan urbanístico municipal, llevada a cabo cuando el político era concejal de Urbanismo. Los amigos de Carles Riera no cayeron entonces en que las plusvalías tácitas del urbanismo de pueblo sirven para financiar a los jacobinos de Waterloo. Antes de morder el polvo, la derecha compra voluntades y eso lo sabe bien el edil del Alt Camp, semejante Zumalacárregui.
Conociendo a Batet y su castellano de Valls, resulta chocante que la imagen de España siga siendo globalmente positiva. Batet se ufana y se pregunta: ¿lo qué?; “donde hubo carlistas, hay curas y separatistas”, dijo un alcaldable de Liceo Francés. El discurso de la España negra de los indepes no ha sido contestado en el exterior con una campaña de similar intensidad por parte de los constitucionalistas, hasta que ha entrado en juego Josep Borrell, el actual jefe de la Diplomacia. A pesar de los despistes de Margallo y los columpios de Dastis, los ciudadanos de las principales potencias económicas (los miembros del antiguo G-8, es decir, Alemania, Francia, Reino Unido, EEUU, Italia, Japón, Rusia y Canadá) tienen una buena imagen de España, según el sondeo Country Rep Track del Reputation Institute, un centro que analiza específicamente el caso español por encargo del Instituto Elcano.
Albert Batet / FARRUQO
Pero, al enterarse de que, pese a todo, España va bien, Torra y Ernest Maragall reaccionan refundando el nefando Diplocat. Este consorcio es el divulgador de la Cataluña d’espardenya y campanario, por más que sus responsables anuncien falsos road shows para vender deuda pública de la Generalitat en la City de Londres.
Convergència nació tocada por el Banc de Valls, la gran herramienta financiera de la ciudad tarraconense, que fue el primer objetivo para fundar Banca Catalana, aunque finalmente la ficha fundacional de la entidad de los Pujol fue la Banca Dorca de Olot. La localidad de Valls, donde anidaron finanzas, seguros y tradicionalismo en tiempos de Tomas Caylà, fue siempre fuente de inspiración para Jordi Pujol, hijo de Florenci, el arbitrajista de divisas y exbotones de la Banca Marsans, que le dejó al político los dineros andorranos del proscrito. Al otro lado del nacionalismo tradicional, la Unió Democràtica de Duran Lleida se encomendó a las arcas de la tradición carlista, depositadas en el mismo banco, que manejaron Coll Alentorn, Vila-Abadal, Serrahima, Roca Caball (el padre de Miquel Roca). En el libro de Josep Maria Puigener Anton Cañellas: de la resistència democràtica a la tutela de la dignitat humana se reivindica la figura del político, pero no como el que trató de mantener siempre los puentes con España, sino el que levantó el republicanismo, según el texto publicado por Contravent, el sello de Quim Torra, un president-bibliotecario, siempre dispuesto a revisitar la historia para justificar el frentismo soberanista.
Para el nacionalismo no ha sido tan extraño contar con los dineros de la Terra Alta. La historia oral de la localidad nos habla de cambalaches con saldo favorable a la antigua Convergència. Y si esto ocurre en Tarragona, la provincia de Girona no se queda atrás. Allí en el territorio de Josep Maria –Jami-- Matamala, sombra de Puigdemot, el organizador de la Fira Gastronòmica, recibe suculentas subvenciones del Ayuntamiento y la Diputación. Todo va en el mismo saco: el de las donaciones empresariales imbuidas de patria y fueros, gracias a las concesiones a dedo.
Ahora que caen en desgracia los diputados Carles Campuzano y Jordi Xuclà, último bastión del racionalismo, se ve mejor la ideología reptiliana de Batet, el hombre encargado de señorear el Parlament a la vuelta de vacaciones. Puigdemont, como cuenta Rahola en TV3, espera un otoño cálido. Y de momento, ha situado a su ejemplar braquicéfalo en la primera trinchera.