Los partidos nacen, viven y mueren como todo organismo vivo. Lo sabemos por Unió Democràtica, por el Centro Democrático y Social y por el Partido Reformista Democrático. También pueden mutar como el PSUC, el PCE o Convergència, aunque nunca vuelven a ser lo mismo porque cada cosa tiene su momento. ¿Ha pasado el momento del PSOE? Tal como lo presentó en sociedad Felipe González hace 40 años, sí. El ejercicio de parlamentarismo responsable que va a practicar a disgusto el próximo sábado, como buen partido de estado perdedor de las elecciones, solo será un punto de inflexión.

La crisis del PSOE es de diagnóstico sencillo, pero de tratamiento complejo y convalecencia larga

El ascensor social promovido por la socialdemocracia dejó de funcionar con la crisis económica, el lenguaje de la política y sus protagonistas generacionales se revolucionaron tras el 15-M y el pacto de la Transición quedó en evidencia al derrumbarse sus dos grandes pilares: la desmemoria histórica respecto del franquismo y el intento de fomentar el doble patriotismo en todas las naciones de la nación española. Al PSOE todo este terremoto le sorprendió sin liderazgo y embobado por el éxito mediático de los jóvenes dirigentes de Podemos. Su respuesta fue el enroque orgánico maquillado por un perfil público parecido al de su adversario, pero con corbata, y la definición de unas líneas rojas en materia constitucional y territorial casi coincidentes con las del PP. La abstención de pasado mañana es solo una consecuencia inevitable.

La crisis del PSOE es de diagnóstico sencillo, pero de tratamiento complejo y convalecencia larga. Su primera decisión tras abrir oficialmente la crisis interna ha sido la de permanecer en el campo de la moderación y la estabilidad institucional, a riesgo de aparecer como aliado de la derecha. Es un punto de partida que exigirá mucha didáctica para convertirlo en el factor diferencial respecto de la otra izquierda. Los dirigentes de Podemos están discutiendo sobre eso, porque esta sí es una línea roja, el valor diferencial entre los partidos con voluntad de gobierno y las plataformas reivindicativas, entre la estabilidad y la inestabilidad.

Lo del sábado va a ser un punto de inflexión, aunque no sabemos hacia dónde

El equilibrio en el binomio responsabilidad/radicalidad puede ser la clave de la batalla entre los partidos de progreso. Para dirimir en condiciones competitivas esta controversia, clave de la hegemonía en la izquierda, el PSOE va a necesitar tiempo para recuperar su credibilidad como partido. Mientras tanto, deberá sobrevivir a los intentos del PP de abrazarle hasta ahogarle en el discurso del blindaje constitucional como única respuesta a la desafección catalana y el de convertirlo en cómplice permanente de la política de austeridad, enviando el ascensor social al almacén de los trastos viejos para siempre. Y aun antes, los socialistas tendrán que enfrentarse a la tentación de abandonar su mínimo común federal interno. Lo del sábado va a ser un punto de inflexión, aunque no sabemos hacia dónde.