El Gobierno Rajoy sigue empeñado en ganar la batalla de los números, dándole igual cómo se configuran estos y la calidad de los mismos. Una buena prueba de ello la tenemos en los datos de paro que, una vez más, se redujo en abril a pesar de que la Semana Santa se habia celebrado un mes antes.

Hoy, según los datos oficiales, el número de desempleados registrados en las oficinas de los servicios públicos de empleo se sitúa en 3.335.868, su nivel más bajo desde enero de 2009, y el de afiliados a la Seguridad Social en 18.678.461. Inexorablemente nos dirigimos a los 20 millones de empleos en los que el presidente tiene depositadas sus esperanzas para con ellos sacar de la UVI al sistema público de pensiones.

Resumiendo, la tasa de paro en España coquetea con el 16%, mientras que para el conjunto de la Unión Europea esta se sitúa ligeramente por encima del 7%.

A partir de esos fríos datos estadísticos, el erial informativo. No hay más pasto que el que ofrece la propagandista ministra Báñez, mes tras mes, y el simplón análisis que hacen los sindicatos, por boca de terceros o cuartos espadas, de que el paro es de mala calidad o de que los contratos son mayoritariamente temporales. Es todo lo que dan de sí unos y otros, mientras que ciertas y prestigiosas instituciones y economistas supuestamente independientes, callan o no se atreven a plantear seriamente el debate que incide en tan grosero análisis del mercado laboral español.

La tasa de paro indica que muchos cientos de miles de individuos que conforman la población activa española no son demandados por el sistema productivo español. Son hombres sin futuro

Hace ya varios años, las proyecciones a medio plazo de cualificados servicios de estudios señalaban que la tasa de paro en 2018 se situaría en el 15%, año en el que se estimaba que la economía española alcanzaría su PIB potencial y por lo tanto, ésa podría representar la tasa de paro estructural de la economía española, lo que limita el crecimiento potencial, excluye a una buena parte de la población e impacta negativamente sobre su competitividad. Para que todo el mundo lo entienda, el dato indica que muchos cientos de miles de individuos que conforman la población activa española no son demandados por el sistema productivo español. Son hombres sin futuro.

El mercado de trabajo español lleva desde 2012 exprimiendo los efectos de la reforma del mercado laboral, aunque los expertos apuntan que la sensibilidad del empleo al PIB no ha cambiado de forma significativa por cuanto el Gobierno, una vez aprobada la citada reforma, entró en una parálisis reformista cuyas consecuencias se terminaran notando en el cuadro macroeconómico.

El Gobierno se ha olvidado de que este país necesita mejorar su potencial de crecimiento económico si quiere llegar a los 20 millones de empleo y que estos resuelvan el problema de las pensiones, en el caso de que ese problema tenga solución.

El Gobierno se ha olvidado de que este país necesita mejorar su potencial de crecimiento económico si quiere llegar a los 20 millones de empleo

De nada de esto habla Báñez. El paro estructural no existe para la ministra propagandista. El potencial de la economía española lo debe considerar cosa de otros. Sobre la evolución de los ingresos de la Seguridad Social, del empleo de bajos salarios y de los autónomos y su relación con la Seguridad Social, no se conoce su pensamiento y mucho menos su conocimiento. En definitiva, aquí lo que interesa es llegar a los 20 millones de puestos de trabajo, sin importar cómo son esos trabajos. El asunto es poder utilizar la cifra mágica como bandera electoral.

Hoy como ayer seguimos prefiriendo cantidad a calidad. Lo importante para el Gobierno es vender la idea de que lo fundamental es crecer y crecer y que crecemos más que el resto de las economías fuertes de la zona euro.

Ahí se termina la aportación del Gobierno al modelo económico español.