Pensamiento

El gallinero de la RAE, alborotado

19 marzo, 2016 00:00

Entrar en el edificio clasicista de la Real Academia de la Lengua da una falsa sensación de viaje al pasado. Situado junto al Museo del Prado, en sus salones descansa una de las más extensas y valiosas bibliotecas de lengua española con más de 250.000 volúmenes sobre lexicografía y filología española e hispanoamericana, más de quinientos manuscritos, algunos del siglo XII, sermones, comedias, autógrafos, cuarenta y dos incunables y primeras ediciones de las principales obras de nuestra literatura.

En la tribuna, como en un duelo de intelecto, Azúa sentado a la izquierda fue invitado a hablar en primer lugar y lo hizo de forma cercana y pausada

La RAE es el templo de la palabra y, como bien dijo Félix de Azúa en su discurso de ingreso el pasado domingo a la Academia, "las palabras son un elemento tan vital en nuestras vidas como el agua".

A los que tuvimos el privilegio de presenciar los discursos de Azúa y Vargas Llosa, los académicos nos recibieron vestidos de gala, y su elegancia y solemnidad contrastaba con la del público, pero no con la de las dos damas que en primera fila acompañaban a los protagonistas del día. Isabel Preysler acaparó de inmediato la atención de las cámaras, que dando la espalda a las cuarenta y seis mentes más ilustradas de nuestra lengua, se peleaban por fotografiar a la espléndida novia del momento.

En la tribuna, como en un duelo de intelecto, Azúa sentado a la izquierda fue invitado a hablar en primer lugar y lo hizo de forma cercana y pausada. En un discurso de unos treinta minutos, tomando como referencia la leyenda de los tres príncipes de Sri Lanka y la serendipia o hallazgo fortuito que mejora lo buscado, homenajeó al gran Martín de Riquer que hace cuarenta años, sin saberlo, le trajo hasta el sillón de la Academia que él ocupaba. En su discurso no faltaron las chiripas, los libros de caballería y el agradecimiento a los seis príncipes que le habían llevado hasta allí: el propio Martín de Ríquer, Carlos Barral, Vargas Llosa, Joanot Martorell, Joinville y Javier Marías.

Vargas Llosa describió con detalle la trayectoria de Azúa, posicionándolo como el ensayista más personal, cosmopolita e ilustrado en nuestra lengua, tras la muerte de Octavio Paz

En respuesta a su discurso, Vargas Llosa describió con detalle la trayectoria de Azúa, posicionándolo como el ensayista más personal, cosmopolita e ilustrado en nuestra lengua, tras la muerte de Octavio Paz. No dudó en destacar su independencia, radicalismo, insolencia, su prosa clara, inteligente, con chispazos de humor negro, sus afirmaciones apocalípticas, la solidez de su cultura cosmopolita, su personalidad refractaria, díscola y altiva, sus gustos personales tajantes, con opiniones originales y, sobre todo, la soledad en la que le han colocado sus ideas y convicciones artísticas, literarias, cívicas y políticas. Según Vargas Llosa, Félix de Azúa es bastante leído, pero poco seguido.

Tuve la oportunidad de tratar con Félix de Azúa hace unos años con motivo de un proyecto literario que me permitió conversar con él y seguir de cerca su andadura. Si tuviera que destacar algunas características de una persona tan admirada y, a la vez, criticada, diría que es un caballero, por su exquisita educación y amabilidad, y que, como los medievales que nombraba en su discurso, utiliza las palabras como lanza. Tiene la cultura, la valentía y el coraje para escribir sin tapujos y defender con exquisitez literaria una patria propia que son sus ideas. El mundo, sin duda, sería mucho más enriquecedor si tuviésemos a varios Félix de Azúa que, de forma crítica y desde diferentes perspectivas, nos estimulasen con nuevas ideas, conocimiento y criterio y que, como concluyó Vargas Llosa, siga alborotando el gallinero y sembrando la consternación y el pánico entre las gallinas.