Pensamiento

El éxito de 'Crónica Global' no tiene ningún secreto

14 abril, 2016 00:00

Cuando el pasado viernes leí que Crónica Global se había convertido en el digital catalán más leído, al enviar mi artículo del domingo les felicité. Que éste medio está creciendo exponencialmente salta a la vista viendo la publicidad que tiene, por no hablar de los últimos fichajes que pueden disfrutar...

Crónica Global es original en el medio digital catalán. En marzo tuvo 2.700.000 visitas. Una media de 87.096 al día. Le sigue Nació Digital con 83.871; Vilaweb, 67.741; El Món, 54.839.

Hablamos de medios digitales exclusivos, no de la versión digital de la prensa escrita que tiene la inercia de una cabecera conocida.

Hay unas cosas que diferencian a Crónica Global del segundo, tercero y cuarto digitales. Los artículos que publican ellos son intercambiables porque forman parte de ese universo 'indepe'

Hay unas cosas que diferencian a Crónica Global del segundo, tercero y cuarto citados. Los artículos que publican ellos son intercambiables porque forman parte de ese universo 'indepe': unos más de Puigdemont, de Junqueras o de las chicas con corte de pelo de hacha, pero todos cantan una misma salmodia. Por lo tanto, sus lectores también son intercambiables. Los tres viven cómodamente instalados en la República imaginaria de su casa.

Un segundo denominador común es que los tres viven a cobijo en la calida madriguera de la subvención pública. La excusa de la Generalitat es que ese cordón umbilical que les alimenta no es por afinidad ideológica ni capricho, sino porque contribuyen a mantener vivo el catalán en el mundo digital. Es la coartada para justificar el dinero que se da a los amigos.

Esta es una vieja historia que conozco bien porque llevo toda mi vida profesional sufriendo esta política que un setciències en la primera etapa de Jordi Pujol, un estómago agradecido, definió como "política lingüística de discriminación positiva". Es el mismo oxímoron con el que se dice "bajar al cielo" o "subir al infierno", porque calificar de 'positiva' a la 'discriminación' sólo forma parte del vocabulario nacionalista.

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Lo conozco de cerca porque durante casi 30 años fui director de un semanario comarcal, Revista del Vallés, que no recibía subvenciones. O para ser más exacto, dejó de recibirla en 1985. Hasta esta fecha la Revista recibía cada año una subvención de 500.000 pesetas (tres mil euros). Pero en 1985 recibimos una resolución de la Conselleria de Cultura que decía que para tener derecho a esa subvención la condición era que el 100% de los textos tenían que publicarse en catalán. O todo o nada.

En esa época la Revista publicaba una cuarta parte de sus contenidos en la lengua de Pompeu Fabra. Mi 'política lingüística' era la de dar libertad a los periodistas y colaboradores para que escribieran en la lengua que quisieran, o supieran. Hace 30 años pocos sabían escribir correctamente el catalán.

El ayuntamiento se ofreció gratuitamente a traducir los escritos, pero esa práctica entorpecía el propio ejercicio del periodismo que exige inmediatez. Además, era inaceptable que el poder local supervisara previamente lo que íbamos a contar de él. Pasar a estar supeditados al funcionario público, o al político local, era incompatible con la praxis del periodismo independiente que practicaba.

Toda la prensa comarcal catalana optó, voluntaria o forzosamente, por 'normalizarse'. Vamos, que escribir en la lengua materna del 60% de los catalanes era una 'anormalidad'

Buena parte de la prensa comarcal catalana aceptó ese trámite por convencimiento 'patriótico' o por interés económico.

Cada empresa es un mundo.

Toda la prensa comarcal catalana optó, voluntaria o forzosamente, por 'normalizarse'. Esa fue la palabra de la terminología relamida de la 'corrección política'. Vamos, que escribir en la lengua materna del 60% de los catalanes era una 'anormalidad'.

La Associació Catalana de Premsa Comarcal (ACPC) debatió si teníamos derecho a pertenecer a la Asociación, y lo aprobaron. Éramos una rara avis, pero lo hicieron porque el número de lectores incrementaba notablemente su audiencia general y, además, éramos el tercer semanario más antiguo de Cataluña, el primero del siglo XX. Jordi Pujol me entregó en mano en un acto público en la Sala Sant Jordi de la Generalitat el galardón como una cabecera histórica de Cataluña.

Yo defendí ante el consejo de administración de la Revista que no podíamos pasar por el aro, que teníamos que continuar siendo bilingües aunque perdiéramos la ayuda oficial, y no tuve que argumentarlo porque el consejo pensaba lo mismo. Tampoco necesitábamos ese dinero para sobrevivir. Y fue a partir de entonces cuando Revista del Vallés se convirtió en el semanario comarcal más leído en Cataluña...

Sí, perdimos la subvención oficial porque esta competencia era exclusiva de la Generalitat. No podíamos solicitarla al Ministerio de Cultura pues eso era un casus belli. Una invasión de competencias; frase maldita en el universo conceptual nacionalista (en esa época los separatas eran cuatro gatos contados... ¡Hasta ERC decía ser confederal!).

Años después, la Diputación de Barcelona hizo un estudio de los hábitos de lectores vallesanos y le salió que el 49,20% de los vecinos de Granollers decían estar informados de la comarca a través de la Revista, pese a que había una televisión y radio municipal, una revista mensual que se repartía en todas las casas, y la competencia directa de El 9 Nou que vendía una cuarta parte, y otros dos semanarios gratuitos...

Yo defendí ante el consejo de administración de Revista del Vallés que no podíamos pasar por el aro, que teníamos que continuar siendo bilingües aunque perdiéramos la ayuda oficial

En el 2009 el Barómetro de la Comunicación, un organismo semi público de la Generalitat, decía que teníamos 72.000 lectores en una comarca de casi 400.000 habitantes. No existía en toda Cataluña (ni en toda España) un semanario local con tantos lectores.

Lanzo una piedra sobre mi tejado: no éramos los más leídos porque fuéramos los mejores, no soy tan presuntuoso, sino entre otras cosas porque en Cataluña éramos la única prensa comarcal así. Los periodistas tenían libertad de escribir como quisieran. Mi política lingüística no era 'patriótica'.

Desgraciadamente, en junio de 2013 la Revista se la llevó la crisis, seis meses antes que la dejara...

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Así que es normal que Crónica Global sea el digital nativo catalán más leído. Ahora bien, la diferencia con la antigua Revista del Vallés es que nosotros éramos los más leídos por ser los únicos que no quisimos pasar por el aro lingüístico, y Crónica Global se ha convertido en el primero, no porque sea el único o el contenido, sino porque aglutina a las mejores firmas catalanas que se atreven a hacer de Pepito Grillo del discurso separata.

El mérito no es sólo de la lengua empleada, sino de las firmas que la avalan. Yo me pongo en la cola, pero disfruto viajando en el último vagón...