Pedro Sánchez pareció nacer para realizar una hazaña: acabar con el PSOE, un partido de casi 140 años de vida. La providencia le puso en el lugar adecuado en el momento oportuno: cuando el partido se aproximaba al abismo después de circular en dirección contraria durante años, él dio un acelerón. Llevaba de copiloto a Iceta, que le gritaba: "¡Pedro, Pedro, acelera, por Dios, acelera y líbranos del mal!". Ha fracasado, pero ahí queda su caso para que reflexionemos y saquemos algunas conclusiones.

El caso Petrus es emblemático, resume de modo ejemplar cómo los procesos de degradación, cuando traspasan cierta barrera crítica, ya no pueden dar marcha atrás. No hace falta empujarlos, ellos mismos se impulsan con su propia inercia. Son las leyes de la física, la biología y la psicopatología. Me explico. Un meteorito, cuando entra en la órbita de la Tierra, acaba disolviéndose y precipitándose hacia el suelo. Un tumor maligno crece de modo imparable y acaba en metástasis. Un paranoico ve enemigos por todos lados. Y un tonto hace ciento si le dan lugar y tiempo, dice el refrán.

El caso Pedro Sánchez es el penúltimo episodio del caso PSOE, que a su vez lo es del caso Cataluña y del caso España. Porque todo está encadenado, nada sucede aisladamente

El caso Pedro Sánchez es el penúltimo episodio del caso PSOE, que a su vez lo es del caso Cataluña y del caso España. Porque todo está encadenado, nada sucede aisladamente. Por eso es tan preocupante lo que hemos visto y estamos viendo en torno a la obcecación del ex secretario general del Partido Socialista. Sí, hay mucho de delirio personal, de resistencia patológica, pero una persona tan inadecuada no podría haber llegado a la cúspide del partido si ese partido no hubiera entrado ya en la órbita de su propio agujero negro. Nos sorprende el estallido actual, la entrada en autocombustión, pero esta precipitación de los hechos es el resultado de miles de pasos, de decisiones, de acelerones hacia la propia destrucción.

Sí, el caso Petrus es el caso PSOE. Un PSOE que empezó dejando de existir en Cataluña cuando desaparecieron sus siglas y sólo quedó el PSC, con la C destacada en negrita. Ahora sus juventudes colocan la estrellada en la muñeca del puño y la rosa, por si alguno todavía anda despistado. Tanto rodeo para acabar en la Cataluña una, grande y libre.

El caso Cataluña, igualmente atrapado en su propio agujero negro, es también el resultado de cientos, de miles de errores, decisiones, claudicaciones, engaños, cobardías y miserias. Los procesos sociales son un río al que van a parar los actos individuales y colectivos. Intervienen, enredándose, los factores individuales y las reacciones colectivas. La psicología nos ayuda a iluminar los meandros de la estructura mental individual, ese laberinto de ambiciones, delirios y frustraciones que determinan nuestros actos. Pero necesitamos desarrollar otra ciencia, la psicología política, que relacione la psicopatología individual con la psicopatología colectiva. Porque las dos cosas van juntas. En el caso Cataluña no podemos entender a los Pujol y Puigdemont sin una masa seguidora y a la vez impulsora de sus delirios de grandeza.

El mal, lo sabemos, y esto nos asusta aún más, aunque la mayoría se evade de ello, no es sólo el hundimiento electoral del PSOE, sino el proceso de desmoronamiento de todo lo demás

Volviendo al caso Petrus: no tropezaría el partido socialista en esta piedra si antes no hubiera levantado sobre ella una secta, un grupo de arribistas dispuestos a asaltar y defender el palacio de invierno de Ferraz, bastión simbólico del poder socialista. Lo más importante de esta grotesca batalla es su valor sintomático, su capacidad para poner ante nuestros ojos una lucha fratricida que nos afecta a todos, porque es como una muestra de hasta qué punto podemos "volver a las andadas". Ya nos advirtió Freud que lo reprimido siempre vuelve. Y puede volver incluso con fuerzas renovadas. Sólo los ingenuos creen que la violencia ha desaparecido para siempre de nuestras vidas, como si todos fuéramos demócratas de toda la vida y para siempre. El magma se calienta poco a poco. Con acierto se ha hablado de "guerra civil" dentro de PSOE. Lo es, y por eso nos inquieta tanto, porque vemos en ella rasgos inequívocos de que ese cainismo atávico, sepultado en la memoria colectiva, sigue ahí, como el famoso dinosaurio, ahora que empezamos a despertar del sueño de progreso, consumo y bienestar social en el que dormitábamos.

El mal, lo sabemos, y esto nos asusta aún más, aunque la mayoría se evade de ello, no es sólo el hundimiento electoral del PSOE, sino el proceso de desmoronamiento de todo lo demás. La crisis del PSOE es un síntoma y un grito de alerta. El caso Petrus es también el caso España. No es alarmismo, es simplemente no cerrar ojos y oídos a lo que pasa, a lo que viene pasando desde hace años y va creando las condiciones para que todo cambie y se precipite hacia la negrura. No de la noche a la mañana, pero sí noche a noche, mañana a mañana, día a día. Estamos en ello. La fuerza de los hechos crea su propia dinámica. Que se lo digan a los del procés.