Aunque el sistema nada en la abundancia de liquidez y el capo di tutti capi, Mario Draghi, ha dicho por activa y por pasiva que la política monetaria expansiva tiene un límite y que la política monetaria por sí sola no funciona, el Banco Central Europeo (BCE) cumplía con lo esperado y lo anunciado por los mercados y tomaba la decisión, en su último Consejo de Gobierno del año, de prolongar el programa de compra de deuda que vencía en marzo del año que viene, al menos hasta diciembre de 2017. De esta forma, el volumen total del programa de compra de activos del BCE alcanzará los 2,3 billones de euros, sin que por el momento se haya conseguido avanzar en los objetivos de inflación del BCE (2%) o en que el crédito dé muestras de alegría digna de consideración.

Lo que sí ha hecho el BCE ha sido poner en evidencia la divergencia entre la política monetaria de la Eurozona frente a la de Estados Unidos, que abandonó los estímulos monetarios a su economía y se apresta a subir en unos días, si no ocurre un cataclismo, un cuarto de punto sus tipos de interés.

Nuevamente la política parece haber primado en las decisiones de un teórico pulcro BCE y una vez más Draghi se muestra sensible con una realidad política en Europa, nada convencional, marcada por el reciente referéndum italiano y los futuros comicios en Holanda, Francia y Alemania.

La política monetaria del BCE seguirá siendo relajada y, aunque el volumen de compras de activos se reduce, éste volverá a superar la emisión neta de deuda pública en 2017

Dispuesto a ahuyentar cualquier peligro de tensión financiera a todo riesgo, el BCE ha apostado por mantener una política monetaria suavizada, a la espera del fortalecimiento del crecimiento y del aumento del IPC, aunque es consciente de que el resultado de su política no depende solo de él sino de las reformas, de las medidas de carácter estructural y de la inversión pública que los gobiernos de la zona euro están dispuestos a poner en marcha, sabiendo que el margen de su política se agota y de que el sistema financiero europeo sufre con la prolongación de esas políticas y ahí está la banca italiana para recordárselo.

Los analistas de referencia consideran que el BCE confirma que su política monetaria seguirá siendo relajada y que, aunque el volumen de compras de activos se reduce, éste volverá a superar la emisión neta de deuda pública en 2017, por lo que las Tasas Internas de Rentabilidad (TIR) permanecerán bien ancladas, a lo que se añade el hecho de los tipos de interés de corto plazo van a permanecer bajos, apoyando la transmisión de la política monetaria hacia el coste del crédito.

Y como referencia principal de toda la política monetaria del BCE, ahí está la previsión de inflación para 2019 (1,7%) que sigue por debajo del objetivo de BCE, enviando una señal clara de que la política monetaria, si algo tuviera que hacer, sería relajarse aún más.