Los sueldos de los altos jerarcas empresariales experimentaron notables recortes en el pandémico 2020. Así se desprende de los informes que las sociedades cotizadas en bolsa han comenzado a publicar sobre la remuneración de sus gestores. Hace mucho tiempo que no ocurría algo parecido.

Hasta la fecha, lo habitual es que las cúpulas corporativas aumenten sus emolumentos año tras año. Tanto si llueve como si hace sol. Tanto si los resultados sociales se encaraman a cotas superiores como si descienden hasta los infiernos. La casta de los mandamases se rige por unas férreas pautas, encaminadas a que sus retribuciones engorden de continuo y sin desmayo.

Semejante propensión ha dado lugar a episodios de abuso manifiesto. Sin embargo, en la presente ocasión esa costumbre tradicional se ha esfumado. Los supremos prebostes no han gozado de alza alguna de sus nóminas, sino que se las han rebanado. El motivo del viraje es obvio. Obedece a los estragos provocados por el coronavirus. Son de tal magnitud, que el horno de los supersueldos ya no está para bollos.

A este respecto, es de señalar que los procónsules de las grandes compañías no se embolsan un salario ordinario, similar al de cualquier currante, autónomo o profesional del país.

El de los mentados mandarines se nutre de una batería interminable de conceptos. Van desde la paga fija y las pagas variables, hasta las dietas de asistencia a los órganos de gobierno y los aportes al fondo de pensiones personal. A todo ello se añade un variado repertorio de prebendas: por logro de objetivos, por pertenencia a comisiones internas o a consejos de las filiales, por primas de seguros individuales, por cobros en especie, etc.

Este festival de mamandurrias se ha aguado por los efectos del Covid. Para calibrar el estropicio basta con echar un vistazo a las cotizaciones del parquet, que el año pasado se desplomaron un 15%. El índice cerró con 8.073 puntos. Anteayer viernes se mantenían en los 8.151. Es decir, casi dos meses después del arranque del curso, los cambios siguen anclados al fondo del pozo.

Ante semejante panorama, los máximos ejecutivos se han convencido de que toca apretarse el cinturón. Brindan, así, un buen ejemplo a sus respectivos accionistas, depauperados por el derrumbe bursátil.

He aquí un breve resumen de los devengos menguados. Comenzamos con BBVA. Su primer espada Carlos Torres ingresó el año pasado 5,4 millones, con caída de un 21% debida a que renunció al chollo variable, al igual que hicieron los 330 principales directivos de la casa. El fondo de pensiones de Torres acumula ya la respetable cantidad de 23 millones.

Su predecesor en el cargo, Francisco González, arrambló su propio fondo mucho antes de dejar la poltrona. Ascendía a 80 millones, una fortuna sufragada hasta el último céntimo por el banco, es decir, por la innominada masa de sus consocios. González está imputado en uno de los sumarios abiertos al siniestro comisario Villarejo.

El “segundo” de Torres, el consejero delegado Onur Genç, de origen turco, se llevó 4,2 millones. Carece de fondo de previsión, pero no importa. En vez de él, los asesores del banco le prepararon un curioso incentivo de nuevo cuño llamado “complemento de movilidad”, en virtud del cual el señor Genç se metió en el bolsillo nada menos que 1,2 millones.

El consejo del BBVA alberga otros 16 vocales no adscritos a la plantilla de la entidad. El mejor recompensado es Jaime Caruana, exgobernador del Banco de España, que ocupa una silla gracias al fecundo mecanismo de las puertas giratorias. Obtuvo 568.000 euros. Juan Pi Llorens, expresidente de IBM España pilló algo menos, “sólo” 527.000.

Pasemos ahora a Banco Sabadell, madrugador también a la hora de informar sobre los honorarios de los gestores. Los de su líder José Oliu sumaron 1,98 millones, con un retroceso del 35%. Su fondo para el retiro se cifra en casi 9 millones.

Por su parte, el consejero delegado Jaime Guardiola cobró 1,46 millones, con una poda similar a la de Oliu. Guardiola ha cesado en el cargo y pasa a la escala pasiva, tras la frustrada fusión con BBVA. Con tal motivo, se hace con un fondo de jubilación de 25 millones en efectivo.

Por último es citar la gasista Naturgy. Su timonel, Francisco Reynés, recibió en total 4,5 millones, casi un 9% menos.

La rebaja sufrida por la gratificación de muchos mariscales del Íbex corre paralela con el empobrecimiento de la inmensa mayoría de los ciudadanos corrientes. Está claro que la situación de estos últimos no se puede comparar, ni remotamente, con la de los primeros. Pero merece subrayarse que, por esta vez, varios capitostes de la cima empresarial han mostrado una prudencia digna de elogio.