Una afirmación que resulta bastante común. Es una exageración, pero una forma de expresar el carácter primordial que tiene la disponibilidad de energía en los procesos productivos y en el desarrollo económico. Para tener suministro energético suficiente y a precios razonables es necesario tener acceso a fuentes de energía, a ser posible en el propio territorio y, así, no quedar a merced de las fluctuaciones del mercado internacional. Con el fenómeno del calentamiento global, ahora ya no es suficiente con satisfacer las necesidades con cualquier tipo de energía, sino que resulta conveniente hacerlo con energías poco contaminantes y hacer un esfuerzo por ir abandonando los combustibles fósiles en pro de las renovables. Este es un proceso que todavía tiene mucho camino por recorrer. Para Europa, la dependencia energética es una de sus grandes debilidades. Tenía y todavía dispone de carbón, pero claramente su combustión resulta extremadamente contaminadora. La hidroeléctrica y las renovables juegan un cierto papel, pero no son suficientes. Por eso la opción nuclear fue tan importante, especialmente en Francia, juntamente con las importaciones de gas y de petróleo. Una dependencia externa que hace a Europa muy débil como se pone de manifiesto cuando la geopolítica convulsiona con motivo de la invasión de Ucrania. El acceso al gas provoca serias dificultades y un encarecimiento en el conjunto del sistema energético que genera problemas en la industria y un aumento notable de la factura eléctrica para las familias. El resultado, inflación y serios temores de entrar en recesión.

Todo esto son problemas de base real, cuyo origen tiene que ver con el tablero mundial y, por eso, relativamente inesperados. Quizás se podría acusar a los países de la Unión Europea de haber sido poco previsores. Practicar unas relaciones de hostilidad respecto a alguien del que dependes no parece lo más inteligente y, quizás, debería haberse avanzado más y disponer de un mix energético de mayor autosuficiencia. Está claro que el carácter transitorio de una energía tan vulnerable como la nuclear deberá alargarse en el tiempo. Para cumplir con los objetivos de transición energética hacia la sostenibilidad medioambiental, la Comisión Europea acaba de establecer que el gas y la nuclear también son “energías verdes”. Una forma como otra de engañarse. Pero en relación con el precio de la factura energética no todo el problema viene de Rusia y de encarecimiento en origen. Existe un serio problema de especulación en todo el proceso, protagonizado por las grandes empresas energéticas que operan en cada país, en régimen de oligopolio, y que aprovechan la ocasión para multiplicar sus beneficios. Los datos hablan. El propio sistema europeo, marginalista, de establecimiento de los precios de la electricidad resulta paradójico: la fuente más cara fija el precio de todas. Con el gas disparado, es este el que determina el precio de todas las demás, sin que tenga que ver con los costes de producción reales. En Francia ya han decidido nacionalizar por completo su eléctrica más importante, EDF. La situación es crítica y el país no puede permitirse más especulación con un tema que más que una mercancía, debería considerarse un bien público dada su poca elasticidad en la demanda.

Cifras. En España, a pesar de la “singularidad ibérica” aceptada por Europa de establecer ciertos topes de precio, bonificar el precio de la gasolina y bajar los impuestos sobre los carburantes, las empresas energéticas del Ibex realizan su agosto. El mercado lo ocupan básicamente seis compañías: Endesa, Iberdrola, Repsol, Naturgy, Enagás y Red Eléctrica. En el último ejercicio, en 2021, cuadruplicaron sus beneficios hasta llegar de forma conjunta a los 10.117 millones de euros. Lógicamente y en un contexto crítico para las economías y las familias que veían cómo la factura energética se les había triplicado desde 2018, todas las compañías aumentaron el pago de dividendos a los accionistas. La dinámica de este 2022 es la misma, aumento de precios y multiplicación de beneficios. Iberdrola, con 3.885 millones de resultado neto, superó con creces sus propias previsiones. Es quien va por delante. La preside un adalid del Partido Popular como José Ignacio Sánchez Galán. Un personaje este que calificó literalmente hace unos meses como “tontos” a los españoles que se acogían a la tarifa eléctrica regulada y quien, para hacerse con el control de la compañía, hace pocos años, utilizó los servicios del inefable comisario Villarejo. No todos los males nos vienen del Este.