Pensamiento

Dos hombres y un destino

19 septiembre, 2013 17:37

En la Antigua Grecia, Tales de Mileto (siglo VI a.C.) desencadenó una verdadera revolución al enunciar que el principio de todas las cosas era el agua. El universo, la Tierra, en definitiva, el ser humano tenían su origen en el agua y no en algún tipo de divinidad. A la postre, los dioses eran una pura invención del mismo ser humano. En la época actual, el filósofo griego es doblemente reconocido cuando uno de los objetivos fundamentales de la exploración espacial es buscar planetas en la denominada "zona habitable" (es decir, donde pueda haber indicios de la existencia de agua). Asimismo, Tales de Mileto consideraba que era lo mismo estar vivo que muerto. Para los no creyentes en una vida en el más allá, ese enunciado, pensado con detenimiento, puede tener mucho sentido.

Esa situación es la que están viviendo actualmente dos de nuestros gobernantes: Mariano Rajoy y Artur Mas. Los dos parecen llevar vidas paralelas, si bien desde posiciones bien distintas. Ambos tienen que lidiar con presuntos casos de financiación irregular dentro de sus propios partidos, si bien, como no podría ser de otra manera, ambos lo niegan. Ambos han tenido bajo sus órdenes a tesoreros díscolos que o no llevaban bien las cuentas del partido o las llevaban demasiado bien (alguno, al parecer, incluso en beneficio propio).

En ambos casos tienen que lidiar con casos de corrupción dentro de sus filas. Y para corregir la situación, ambos han anunciado iniciativas contra esta lacra, si bien no acaban de concretarlas. Uno, Mas, proponiendo como medida estelar que los imputados por delitos de corrupción no tengan que dimitir sobre la base de la presunción de inocencia y el daño irreparable ocasionado en caso de absolución, como si los políticos tuvieran los mismos derechos que el resto de los mortales y no debieran estar sometidos a un régimen de control y de exigencia ética reforzados y, por ende, a asumir responsabilidades políticas en el ejercicio de sus funciones. Por su lado, el Gobierno de Rajoy ha propuesto medidas de lucha contra la corrupción y de refuerzo de la transparencia en el ámbito de la política que no acaban de ver la luz.

Ambos gobernantes parecen haber decidido ponerse a dialogar en serio e intentar encontrar una salida al único punto de desencuentro que los separaba

Ambos están luchando contra la brutal crisis económica que nos consume con el mismo método, en parte impuesto desde la actual tiranía de los mercados financieros y en parte por auto convencimiento de sus bondades: recortes del Estado de bienestar y austeridad en el gasto público en general. En definitiva, las recetas clásicas de la derecha económica: más espacio para la iniciativa privada y menos intervencionismo de las administraciones públicas en la economía. Y aun cuando en los últimos tiempos toda la culpa de los recortes la tiene Madrid, todavía retumban en nuestros oídos las palabras del consejero de Economía y Conocimiento, Andreu Mas-Colell (CiU), cuando decía hace poco más de un año (refiriéndose a los recortes) que en Madrid ni hacen ni dejan hacer.

El único desencuentro serio entre ambos viene de la mano de Mas y su proceso soberanista. Un proceso al que parece haberse dedicado en cuerpo y alma desde las últimas elecciones autonómicas, en lugar de gobernar planteando propuestas para intentar solucionar los problemas de los ciudadanos, y que le está sepultando en vida. Por un lado, por el rechazo de una parte importante del empresariado catalán y, por el otro, por el apoyo parlamentario de un socio indomable (ERC) que juega a dos bandas (ejerciendo de oposición cuando más le conviene), que no parece estar dispuesto a echarle una mano en la aprobación de los presupuestos anuales de la Generalidad (a menos que se hagan a su medida), que no le deja margen de maniobra en materia soberanista (referéndum de autodeterminación en 2014 sí o sí) y que, además, está recogiendo los frutos de la aventura en términos de intención de voto.

Precisamente, este último elemento hace imposible, actualmente, su plan b: la convocatoria de elecciones plebiscitarias en caso de que el referéndum soberanista no pudiera llevarse a cabo por falta de acuerdo con el Estado. La única arma de la que dispone Mas como presidente de la Generalidad y que no puede utilizar, pues a la vista de las encuestas sería como hacerse el harakiri tanto él como su propio partido. A todo esto hay que añadir la falta de entusiasmo por parte de las autoridades europeas que ven con preocupación la posibilidad de una secesión de Cataluña del resto de España, en particular si este proceso se lleva a cabo saltándose el Estado de derecho (es decir, las leyes y las sentencias de los tribunales de justicia), y por el efecto emulador que podría provocar en otras partes de la UE; estoy convencido de que en Bruselas alguien le ha leído la cartilla a Mas en este sentido.

Y así estaban las cosas cuando ambos gobernantes parecen haber decidido ponerse a dialogar en serio e intentar encontrar una salida al único punto de desencuentro que los separaba. Mas posponiendo su plan b (elecciones plebiscitarias) hasta 2016 a la vez que Rajoy prometiendo un sistema de financiación más "generoso" con Cataluña.

En resumidas cuentas, y a la espera que escampe, ambos han fiado a la recuperación económica sus respectivas suertes políticas, y que, de esta manera, los ciudadanos pasen página y se olviden, de cara a 2015 (elecciones generales para el Congreso de los Diputados) y 2016 (elecciones autonómicas en Cataluña) de los malos tragos de la crisis económica y de la corrupción. Dos hombres y un destino: intentar volver a ser reelegidos en sus respectivos puestos a como dé lugar (que dirían en México).

Sin embargo, me temo que por mucho que ambos confíen en la mala memoria de los ciudadanos, hay dos elementos que me hacen dudar sobre lo bien fundado de su apuesta: para ambos, el hartazgo ciudadano respecto a las formas tradicionales de hacer política (corrupción, financiación ilegal de los partidos políticos, aprovechamiento de las instituciones públicas para beneficio propio por parte de la clase política…), y para Mas, en particular, la fractura de la sociedad catalana a la que ha conducido su proceso soberanista.

Como bien decía Platón, la política tiene que estar subordinada a la ética y toda ruptura de este principio tiene un castigo en una vida futura (ya que creía en la inmortalidad del alma humana); yo creo que el castigo lo recibirán ambos de manos de los ciudadanos en esta vida, en las próximas elecciones. Al fin y al cabo, y como decía Tales de Mileto, es lo mismo estar vivo que muerto.