El anuncio del presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, de suprimir el impuesto del patrimonio e invitar expresamente a los empresarios catalanes a radicarse en su comunidad, constituye un dislate político difícil de creer; especialmente incomprensible viniendo de un partido que gobierna buena parte de las autonomías y grandes ayuntamientos y que puede hacerse con el Gobierno español en las próximas elecciones generales. Una decisión que solo se entiende si lo que se pretende es deteriorar aún más el panorama político, esperando que ello allane el camino de los suyos hacia la Moncloa.

Un partido de gobierno que se las da de dique de contención ante el populismo rampante no puede anunciar alegremente una inocua rebaja generalizada de impuestos. En el momento que vivimos es, sencillamente, imposible. Lo que debe contemplarse es una reformulación de la fiscalidad y, así, de los populares se espera una propuesta de reforma global, más allá de movimientos tácticos con fines electorales. Y aún más importante, a los conservadores les corresponde comprometerse en la lucha contra la generalizada e inmoral elusión fiscal.

Las supresiones de impuestos en diversas comunidades no están sustentadas en una mejor acción de gobierno, como argumenta la presidenta de Madrid. El galimatías de la financiación autonómica no permite comparar las gestiones de unos y otros, de la misma manera que está por evaluar hasta qué punto la salud financiera de su comunidad deriva de un efecto capitalidad desmesurado.

Además, las rebajas fiscales de Moreno Bonilla no atraerán a empresarios catalanes a su comunidad. De una parte, porque las grandes fortunas ya se las ingenian para no tributar y, de otra, porque dicho ahorro fiscal no justifica un cambio de domicilio. Distinto es el caso de Madrid, donde eran muchos los empresarios y altos ejecutivos catalanes que, al margen de la fiscalidad, ya llevaban años acudiendo regularmente.

Cuesta de entender que una de las comunidades más beneficiadas por la solidaridad interterritorial, que defiendo, se dirija a una de las que más aportan para atraer a sus empresarios, arguyendo la eliminación del impuesto del patrimonio. Seguramente ya preveían la reacción del independentismo catalán, y no les preocupaba. Mi duda es si eran conscientes del malestar que han ocasionado entre los no independentistas. Y para alegrar aún más la fiesta, a Andalucía se le han sumado otras comunidades, a la vez que el Gobierno español anuncia un impuesto transitorio y de ámbito nacional sobre las grandes fortunas.

Retornando a Cataluña, la mejor manera de vencer al independentismo es avanzar hacia una España atractiva y coherente. Lo de Moreno Bonilla es una gran e innecesaria aportación al desencuentro. Y dicen que representa la sensatez y prudencia dentro de su partido.