La voluntad de Ferrovial de trasladar su sede a los Países Bajos ha levantado un enorme revuelo, pese a que operaciones de este tipo ya no deberían sorprendernos. Inmersos en el capitalismo globalizado de nuestros días, son recurrentes las situaciones en que la optimización fiscal se sitúa por encima del compromiso de una corporación financiero-empresarial con su sociedad más inmediata.

Ante el anuncio, los dos grandes bloques políticos se han lanzado a una dinámica de acusaciones cruzadas. El Gobierno habrá gesticulado en demasía, pero lo más sorprendente es la posición de los populares, que responsabilizan del traslado a las políticas gubernamentales. Sin embargo, Pedro Sánchez y los suyos poco tienen que ver con lo sucedido pues, de lo contrario, para Ferrovial era tan sencillo como esperar unos meses y ver qué acontece en las próximas elecciones que, a tenor de las encuestas, tienden a vaticinar un cambio de partido en el poder. PSOE y PP más bien deberían cuestionarse si Ferrovial hubiera actuado de la misma manera de ser francesa o alemana.

A su vez, indigna que la corporación se ubique en Holanda y que, al margen de las muchas justificaciones, el verdadero motivo del traslado sean las ventajas fiscales que ofrece la legislación de Países Bajos. Estamos ante una incomprensible e inmoral competencia fiscal en el seno de la Unión Europea, en la que un país como Holanda, de los de mayor riqueza y perteneciente al núcleo fundacional del proyecto europeo, se constituye como pseudo paraíso fiscal. La desvergüenza es notable, especialmente cuando las autoridades holandesas no dejan de dar lecciones de ética y buen gobierno a los países meridionales de la Unión.

Todo me lleva a recordar a Dani Rodrick, el insigne economista que elaboró su conocido trilema, una teoría que sostiene que es incompatible que se den al mismo tiempo globalización económica, soberanía nacional y democracia y que, por ello, los Estados deben renunciar a uno de dichos tres componentes. El tiempo, y el caso Ferrovial, vienen a darle la razón. Veremos cómo acaba todo esto.