Con el anuncio formal de la composición del Consejo de Ministros, cerraremos el proceso de formación del nuevo gobierno, uno de los episodios más tristes de nuestras décadas en democracia. Los debates de investidura se han caracterizado por su vacuidad y por las formas, tan agresivas como vulgares, de los diversos portavoces. Un menosprecio, de unos y otros, a las instituciones y la dignidad parlamentaria. Una serie inacabable de despropósitos, de entre los que señalo dos que me resultan especialmente paradigmáticos.

De una parte, el ardor de Pablo Casado. Sorprende la cólera con que los líderes de un partido como el PP, que ha asumido el gobierno de España en diversas etapas y se auto proclama moderado y con sentido de estado, pretenden deslegitimar el pacto entre los partidos de izquierda y los independentistas. Las enormes debilidades del pacto resultan tan obvias que resulta incomprensible que el PP recurra al discurso soez para despertar las conciencias ciudadanas. Una oposición dura y educada no sólo resultaría más efectiva, sino que, además, contribuiría a reconciliar a los ciudadanos con la vida parlamentaria.

De otra, la pasión de Pedro Sánchez por el goteo informativo acerca de los nombramientos ministeriales. Estos días, el presidente reincide en lo que ya hizo con ocasión de la formación del anterior gobierno. Así, de manera planificada y premeditada, va filtrando uno a uno los componentes de su gabinete, buscando la mayor repercusión en beneficio propio, aún a costa de romper con la solemnidad y sentido del anuncio formal de quienes conforman un Consejo de Ministros. Él prefiere ser noticia destacada durante muchos días.

Si Pedro Sánchez y Pablo Casado, que lideran nuestros dos partidos más moderados, se encuentran tan cómodos en el barrizal de la política, ¿no serán ellos los mayores antisistema? ¿quién puede criticar a los partidos más radicalizados? ¿a quien puede extrañar que los ciudadanos nos sintamos cada vez más hastiados? Por cierto, vinieron para renovar la política y acabar con los vicios de sus mayores.