En este 2019 que se nos acaba, el procés ha vuelto a convertirse en el gran protagonista de la vida pública española. Y lo ha hecho con mayor incidencia que nunca, pues un problema que se ceñía, especialmente, a Cataluña, se ha trasladado con toda su intensidad al conjunto de la vida parlamentaria española, dificultando la gobernabilidad del conjunto del Estado. El conflicto catalán ha tensionado la vida española, favoreciendo la eclosión de Vox, y dificultando los pactos entre los principales partidos, dadas sus posiciones diferenciadas acerca de cómo abordar dicho conflicto.

Un extraordinario embrollo que aún se ha complicado más durante este año. Lo que, en algún momento, podía entenderse como una cuestión política de reparto del poder, se ha convertido en un ejercicio irresoluble en que se enfrentan la justicia y la propaganda. La política se desconoce.

Así, la sentencia del Tribunal Supremo se ha convertido en la máxima expresión de la judicialización del caso. Además, esta actuación ha ido acompañada de las de otros organismos judiciales ya sean, entre otros, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, la Audiencia Nacional o el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Aquella buena voluntad y movimientos iniciales del Gobierno de Pedro Sánchez han cedido todo el protagonismo a la justicia.

Por su parte, desde el independentismo gobernante, las apelaciones a la política son continuas, pero lo que les domina es la tendencia a la propaganda, el repetir de manera sistemática, y en cualquier circunstancia, un mismo discurso, sustentado en certezas o invenciones. Sólo en privado, algunos se manifiestan a favor de la política, entendida como la voluntad de dialogar, negociar, transaccionar y pactar, con el ánimo de buscar una solución que atienda a una amplia mayoría de ciudadanos. Algo imposible mientras la prioridad del gobierno sea mantener la tensión entre los suyos, aunque no alcancen ni la mitad del país.

Así, el año no ha servido más que para deteriorar las instituciones, alterar la convivencia social y dañar las expectativas económicas. Y así seguirá siendo mientras unos y otros no entiendan que la única solución pasa por la política. El problema, es que se necesitan políticos. Confiemos que 2020 nos los traiga.