Dinero negro

Francesc Arroyo
26.11.2021
6 min

Escena cotidiana: un ciudadano intenta pagar una consumición en un bar o restaurante con la tarjeta de crédito y le dice al camarero que redondee la cifra para incluir la propina. Éste le responde que no está previsto. Los ingresos por tarjeta no se pueden obviar en una inspección y cuentan como ingreso de la empresa primero, y como remuneración complementaria después, de modo que las propinas hay que darlas en dinero negro. El camarero no dice exactamente eso, claro, sino que hay que darlas en efectivo, una cantidad que no queda reflejada en contabilidad alguna. Es decir, dinero negro.

Las cifras de este sector no son una tontería. Según Hostelería de España, asociación de empresarios de bares, restaurantes y pubs, hay más de 300.000 negocios de este tipo y dan trabajo directo e indirecto a 1,2 millones de personas. La facturación anual estimada se sitúa en torno a los 100.000 millones de euros, lo que representa el 4,7% del PIB. Cifras previas a la pandemia.

Esos 100.000 millones son los declarados. No se declaran, en cambio, las propinas.

En no pocos países de la UE, las facturas de la hostelería incluyen el desglose del servicio que oscila entre el 10% y el 12%. Es decir, sobre la facturación global del sector en España, unos 10.000 millones de euros. Es posible que la mayoría de la población no deje ese porcentaje de propina, pero la media puede rondar perfectamente el 5%. O sea que cada año se abonan unos 5.000 millones de euros que no cotizan a Hacienda. Dinero negro que a nadie parece preocupar.

Los primeros interesados en no regular estos pagos son los empleados, seguramente el eslabón más débil. Muchos de ellos tienen sueldos de miseria que sólo se aguantan por las propinas, precisamente. Y porque son en negro. Los empresarios se aprovechan de esta fuente para mantener unas nóminas bajísimas (con excepciones, claro está). Y la pandemia les ha sentado como una pedrada porque los ingresos de los ERTE se han regido exclusivamente por lo declarado. En el pecado, la penitencia. Aunque fueran pecadores a su pesar. Del mismo modo que hay empresarios que pagan salarios justos, también hay empleados que prefieren vivir en negro. Como dice el refrán, en todas partes cuecen habas. No van a ser una excepción las cocinas de la hostelería.

La renovación del tejido productivo que se va a acometer con las ayudas europeas debería tener en cuenta este factor e imponer en las facturaciones de la hostelería un mecanismo que permitiera gravar todos los pagos y establecer salarios dignos, más allá de la propina. No se trata de suprimirla, sino de regularla. Los dos euros de una consumición no son apenas nada para la economía española. Los 5.000 millones que circulan por esa vía, sin embargo, parecen una cantidad que merece la pena tener en cuenta.

Se trata de que haya mayor transparencia en la economía, no vaya a ser todo como la caja B del Partido Popular (PP), esa de la que Pablo Casado no quiere hablar. En cambio le interesa mucho Cuba, lugar que odia desde que fue condenado por homicidio imprudente Ángel Carromero, compañero de Casado y asesor del PP en el Ayuntamiento de Madrid. Carromero conducía un vehículo que se vio implicado en un accidente en el que murió una persona. En España había acumulado multas suficientes para perder el permiso de conducir. El partido nunca consideró grave lo ocurrido, es decir, decidió indultarlo a efectos prácticos y darle un trabajito similar al de Toni Cantó. Y eso que a Casado los indultos no le gustan.

Habría que preguntar a Casado si él da propina. Es probable que sí. Y que esté a favor de que se mantenga como dinero negro o en B o en diferido. Después de todo, propina viene del latín, y significa para beber, como en francés (pourboire) o en alemán (Trinkgeld). Y Casado, como un tal José María Aznar, cree que nadie le debe decir si tiene que beber o no tiene que beber, si tiene que comer carne roja o ayudar a Vox a perseguir rojos o partidarios del arco iris. También cabe la posibilidad de que las propinas de Casado sean de otro tipo. Valga como ejemplo, la que le ha dado al juez Enrique Arnaldo por haberle acompañado en las gestiones que le sirvieron para terminar la carrera. Unos 140.000 euros anuales para un periodo de nueve años. Se le pueden decir muchas cosas al chico Casado, pero no que no sea rumboso (con el dinero de todos). Al lado de eso, la propina del camarero es mucho menos que el chocolate del loro.

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¿Quién es... Francesc Arroyo?
Francesc Arroyo

Francesc Arroyo (Barcelona, 1950) es periodista. Ha trabajado en El País, Ahora y El Papus, entre otras publicaciones. Fue profesor de Historia de la Filosofía y, más tarde, de Periodismo Cultural en la Universidad Ramon Llull de Barcelona. Ha publicado una novela (La tesis once) y diversos ensayos; los últimos son Diálogos (junto al pensador italiano Giacomo Marramao) y una antología de textos de Eugenio Trías.