El mundo independentista dice sin tapujos que la actitud de la Junta Electoral Central y del Tribunal Supremo es desproporcionada. Dicen que Torra es víctima del Estado porque su desobediencia debería tomarse por la vía civil y no por la penal que ha acabado en la inhabilitación. Dicen que todo es un despropósito. Sin embargo, eluden el origen del conflicto. ¿Quién comete el primer despropósito? La respuesta es fácil, el presidente de la Generalitat. Torra obvió su papel de presidente de todos los catalanes, de preservar las instituciones del embate político, para hacer su perfomance de desobediencia al Estado. Se pasó de frenada.
Torra no ha sido condenado por poner una pancarta. No ha sido condenado por defender la libertad de los presos políticos. Ha sido condenado por desobedecer a la Junta Electoral Central que le solicitó la retirada de la pancarta por estar inmersos en una campaña electoral. Que se sepa, ningún dirigente político que defendió en sus actos, entrevistas o artículos la libertad de los presos ha sido condenado. Ha sido condenado el presidente porque, como siempre, se olvidó de representar a todos los catalanes, sean independentistas o no, defiendan o no la libertad de los presos porque consideran la sentencia del Supremo fuera de lugar.
La ratificación, o no, de la sentencia se vio esta semana en el alto Tribunal, y Torra volvió a aprovechar la ocasión para flagelarse en público alegando represión del Estado, cuando es víctima de sus errores de incontinencia y sobreactuación, haciendo bueno eso que dicen en el mundo independentista: “Torra no conseguirá la independencia y se está cargando la autonomía”.
La gestión de la pandemia es un ejemplo, otro más. Pero también lo es la ley de alquileres que no defendió ante los empresarios que le llamaban para protestar. Les dijo, sin ruborizarse, que “no te preocupes porque nunca se aplicará”. No se aplicará, seguramente, porque la ley será vetada por los tribunales, y entonces Torra volverá a sacar la bandera contra el “amenazante” Estado. Dijo en su enésima declaración institucional que no convocaba elecciones porque estamos en plena pandemia. La desfachatez del argumento hace simplemente sonrojar.
Torra debería convocar elecciones de forma inmediata. Porque es el peor presidente de la historia, porque su gobierno es la antítesis de un gobierno, porque el gobierno ni tan siquiera gestiona, a pesar de los esfuerzos del vicepresidente Aragonés, porque la desconfianza y la deslealtad son el pan nuestro de cada día entre los socios del ejecutivo, porque estamos en plena pandemia y se necesita un gobierno que arregle los presupuestos aprobados y que ya no sirven para nada, porque necesitamos un gobierno que sea capaz de recuperar el pulso de la economía, porque necesitamos un presidente y no un agitador enfebrecido con el objetivo de una República que se antoja imposible, porque necesitamos un presidente sensato capaz de recoser sensibilidades en una sociedad hastiada, ajada y dividida, y porque necesitamos poner fin a los juegos de salón que solo benefician a un ciudadano que vive en Waterloo que quiere mantener la confrontación como el único cordón umbilical que le une a la política catalana.
Necesitamos elecciones por todo esto y, sobre todo, para recuperar el pulso económico, social y político. Y también, porque necesitamos un presidente capaz de impulsar el diálogo político huyendo de maximalismos que no llegan a ningún sitio. Torra ha destruido lo poco que quedaba de credibilidad de la Generalitat. Ha sido mediocre a sabiendas. Y ahora quiere acabar su mandato de la peor manera posible. Lo peor es que se piensa que es un líder y un mártir. Ciertamente, la ignorancia hace atrevidos. Si le queda algo de dignidad, señor Torra convoque elecciones.