El 25-O al ver por la televisión la imagen de una pancarta colocada sobre el hermoso césped del Camp Nou reclamando "Llibertat d’expressió", me acordé del autor de 'Los viajes de Gulliver', el irlandés Jonathan Swift.
Esa independencia reclamada expulsaría al Barça de la Liga española, y le obligaría a jugar en una disputadísima liga catalana contra el Girona, Nàstic y Lleida
'Los viajes de Gulliver' es una obra que con palabras para los niños está dirigida a los mayores de su época, que los londinenses de su tiempo entendieron perfectamente, ya que es una alegoría política, porque es la descripción de lo que puede ocurrir cuando una masa renuncia a ser razonable.
La pancarta se refería a la multa impuesta por la UEFA contra el Barça por las esteladas y los gritos de "in-inde..." que una parte de la masa social grita en cada partido.
No digo que esos socios hayan renunciado a ser razonables por sus gritos. Que también. No por la cuantía de la multa en sí (una propina), sino porque esa independencia reclamada expulsaría al club de la Liga española, y le obligaría a jugar en una disputadísima liga catalana contra el Girona, Nàstic y Lleida.
Adiós, Messi, adiós. Adiós a los 'clásicos'. Adiós al espectáculo al que nos tiene acostumbrados... Los que gritan eso deben creer que se puede hacer una tortilla sin romper un huevo. No entiendo como se puede ser tan iluso.
También, adiós, a los 'derbis', porque el RCD Espanyol no sólo la jugaría, la Liga española, sino que se convertiría el segundo equipo más querido de España porque en esa macabra pesadilla no se habría querido ir...
La UEFA ha establecido que en las gradas los aficionados deben apoyar o pitar las lides deportivas, no entrar en lindes políticas
La UEFA ha establecido que en las gradas los aficionados deben apoyar o pitar las lides deportivas, no entrar en lindes políticas. La separación entre una y la otra no es sólo una 'n'.
Ciertamente, este criterio sí que es opinable porque, efectivamente, entra de lleno en el ámbito de la sacrosanta 'libertad de expresión', que es un derecho inalienable. Es un saludable ejercicio de la democracia que no cuestiono; empero, reconozco que me apena.
Pero si recordé al escritor racionalista Jonathan Swift no fue por este debate político ni este delirio colectivo que me recuerda a la peste bubónica, sino por el símbolo utilizado para defenderlo: la mítica careta blanca con un brochazo rojo inclinado sobre la boca.
Quienes tenemos una edad y no hemos perdido la memoria, recordamos que ese logo salió a la calle en Barcelona cuando en diciembre de 1977 Albert Boadella y Els Joglars ingresaron en La Modelo acusados por ofensas al Ejército, a causa de la representación de la obra de teatro 'La Torna'.
Estoy seguro de que Albert Boadella, cuando vio el uso que se hacía de ese logo entrañable de hace casi cuarenta años pidiendo su libertad con el lema "Llibertat d’expressió", se troncharía de risa viendo este remake de la vieja reclamación
Estoy seguro de que Albert Boadella, cuando vio el uso que se hacía de ese logo entrañable de hace casi cuarenta años pidiendo su libertad con el lema "Llibertat d’expressió", se troncharía de risa viendo este remake de la vieja reclamación.
El pasado miércoles contra el Bate se multiplicaron las esteladas, la pitada a la fanfarria y los gritos prohibidos, y el representante de la UEFA filmó la escena ante los ojos satisfechos del president en funciones.
Da la impresión que el Barca está cavando su tumba como equipo señero. Con este pulso absurdo ya pueden olvidarse de ganar la Champions. El fútbol se juega tanto en el césped como en los despachos.
Al margen de lo deportivo, quiero soltar esta prenda final: este miércoles alguien con un poco de memoria debió advertir que en el Estadi mejor que no entre el símbolo nacido para defender la libertad de expresión de un proscrito…
No tengo el carnet de soci, pero si lo tuviera me daría de baja. No quiero financiar tanta tonteria.