Pese al tiempo que llevo escribiendo --en uso de mi derecho a la libertad de expresión, constitucionalmente consagrado-- es la primera vez que me planteo si dentro de unos días vendrán a detenerme o me censurarán y no podré volver a escribir. Por si este fuera el caso, me voy a permitir el lujo de seguir diciendo lo que pienso, dentro del absoluto respeto a los demás, por supuesto, poniendo énfasis en que esto no es un bulo, no es una fake news, sino es mi humilde opinión.

Desde mi punto de vista, y apelando a la concurrencia de hechos objetivos, esta catástrofe sanitaria que estamos atravesando se ha llevado mal desde el principio. Si hacemos memoria, resulta que en China a finales de diciembre se detectaron los primeros casos de Covid-19; que la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 30 de enero lanzó una advertencia global a los países pidiendo que se preparasen contra una pandemia, alertando de la potencial expansión de la enfermedad; que en Italia, también a finales de enero, ya se habían confirmado los primeros casos de la enfermedad; que el 13 de febrero se registró la primera muerte en España en la comunidad valenciana: y que el 8 de marzo ya se había extendido la cuarentena a toda Lombardía y a otras 14 provincias del norte, cerrándose todo el país el 11 de marzo.

Para esas fechas, además, ya existían informes científicos y técnicos que vaticinaban en España una situación como la que estamos viviendo. Pese a todo lo anterior, el tiempo ha demostrado que no se tomaron las más mínimas medidas para garantizar, al menos, que los sanitarios pudieran desarrollar su trabajo debidamente protegidos sin poner en riesgo sus vidas. Lejos de ello, se siguieron permitiendo --e incentivando en algunos casos-- concentraciones multitudinarias a las que acudieron miles de personas en toda España (v.gr. partidos de fútbol, manifestación del 8-M, etc.) y se negó, sin pudor alguno, la verdadera entidad de esta enfermedad que se ha llevado decenas de miles de vidas por delante y sigue matando.

Es irrefutable la encomiable labor de nuestros profesionales y la deontología intachable de todos ellos. Pero en ningún caso se puede decir lo mismo de nuestros gobernantes, quienes además de llegar a inducir la comisión de delitos --como es el caso de la Generalitat exhortando a desatender a la gente de la tercera edad--  han dejado a los profesionales del sector sanitario a los pies de los caballos.

Llama poderosamente la atención, que, a algunos miembros del gobierno, se les hayan hecho hasta cuatro test y sin embargo para esos profesionales a los que salimos a aplaudir todos los días, desde hace ya más de cuarenta, y que se encuentran en la primera línea de batalla, que luchan día tras día y noche tras noche contra la enfermedad, no se les haya proporcionado desde el minuto uno, algo tan sencillo como son los EPIs.

No acierto a entender cómo a estas alturas es posible que no sólo no hayan test Covid-19, no digo ya para el grueso de la población española sino al menos para todo el personal que trabaja en y con los hospitales, o para los que han sufrido la enfermedad a efectos de comprobar e ir aislando los enfermos de los que ya no lo están, o no lo han estado nunca.

Recomiendo a nuestros “responsables” políticos la lectura --muy reveladora en circunstancias como ésta-- de nuestro Código Penal, principalmente para dejar evitar continuando incurrir en acciones u omisiones que puedan tener encaje en algún tipo delictivo. A tal efecto son de especial interés --por el volumen de perjudicados que hay-- los comportamientos subsumibles en los tipos penales relativos al ámbito de la siniestralidad laboral y en los delitos contra las personas.

Pero al margen de todo esto, ¿qué pasará cuando se acaben los aplausos?; cuando nos vayamos a la playa con mascarilla, podamos tomarnos una cervecita, hacer alguna escapada  y empecemos a acampar de nuevo a nuestras anchas, pues después del verano llega el otoño y la “enfermedad” dicen que nos asolará de nuevo. No olvidemos que el virus, tal y como ya ha dicho la OMS, “estará presente durante mucho tiempo”.

Tenemos que prepararnos todos para adaptarnos a ese conocido como “new normal”, pues va a ser un mundo distinto al que dejamos antes del “arresto domiciliario”. Un mundo que tendrá que ser más seguro, mejor preparado y más saludable, y para ello tendremos que poner todos de nuestra parte y esperamos que nuestros políticos estén a la altura de las circunstancias, no como hasta ahora.