Las dos primeras acepciones del significado de cinismo en el diccionario de la Real Academia Española dicen lo siguiente: “1- desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables 2- Imprudencia y obscenidad descarada, Cínico: Dícese de la persona que se comporta mal”. 

Según esta definición entenderíamos por lo tanto que aquél que con desvergüenza miente o defiende y practica acciones  o doctrinas vituperables es un cínico. Yo añadiría que si además esto lo hace con desfachatez y falsa modestia no solo estamos hablando de un cínico sino de un soberbio engreído.

Ahora que con el inicio de la campaña electoral se ha abierto la veda a los discursos políticos maniqueístas e instrumentales de uno u otro partido se vuelve, si es que alguna vez se había dejado de hacerlo, a poner sobre la mesa, los reproches a los contrincantes o rivales en el mejor de los casos y a los “enemigos” en aquellas otras situaciones que se plantean la política como un ejercicio entre buenos y malos.

Los partidos independentistas reiteran y profundizan en la mentira de “España como democracia fallida y Estado opresor”, rescatan los denostados  compromisos  no cumplidos de la Ítaca prometida, las quimeras engañosas y faltas de realidad y un variopinto grupo de personajes populistas y oportunistas prometen lo que ya saben que no van a cumplir. Algunos otros partidos pugnan para conseguir la presidencia de la Generalitat hablando de pactos, consenso, pluralidad, ofertas sociales de reencuentro entre catalanes, autonomía con más competencias… en fin, un poco más de aquello de “cada uno lo suyo".

Y en medio de este inicio de debates y mítines virtuales hay una figura política que pretende ahora mantenerse, con una postura casi insultante de displicencia y distancia emocional, lejos y al margen de la locura y el despropósito de lo que ha ido pasando desde el 6 de septiembre de 2017.  

Artur Mas ha declarado recientemente en la prensa ( El País 20 de enero 2020) que no se siente "nada responsable de lo ocurrido a partir de 2017". ¡Qué desfachatez!  ¿Acaso el señor Mas piensa que los ciudadanos de Cataluña hemos  estado en coma los últimos 5 años?

Que diga lo que quiera porque todos los catalanes, los independentistas y los que no, los federalistas y aquello que no son ni lo uno ni lo otro, tenemos muy claro que no solo Mas empezó todo aquello sino que dio pábulo al asunto en ese otoño fatídico y dejó que pasara y nunca salió, --cuando podía y hubiera sido trascendente que lo hiciera--, públicamente a decir que no estaba de acuerdo con el despropósito de lo ocurrido a partir del 1 de octubre de 2017. No solo no mostró abiertamente su rechazo sino que calló, consintió y con aquiescencia hizo suya la premisa “laisser  faire , laisser passer”… ¿y ahora nos dice que no se siente responsable? ¡Tendrá valor! Pues lo es. Y lo es del todo y para todo.

O ¿alguien duda que si en esos frenéticos y lamentables días Mas hubiera dicho, escrito o manifestado que lo de pasar de legalidad a legalidad” era mentira, que lo de que Europa reconocería una Cataluña independiente era otra falacia y que no se podía ningunear a un Estado Democrático saltándose la legalidad por más mayoría de diputados que se tuvieran en una autonomía, porque precisamente la legalidad, en un Estado Democrático --aunque éste, como todos, (las democracias que dicen ser perfectas son dictaduras) tenga defectos-- se modifica negociando y haciendo política y si las mayorías no te lo permiten, pues acatas esa misma legalidad democrática que te ha servido para tener representación y no enardeces a la gente, engañándola llevándola a la frustración, cabreo  desesperanza, las cosas hubieran ido de otro modo?

Y ahora que pretende tener las manos limpias de responsabilidad se le debería pedir un poco de decoro para que no nos diga, porque insulta a los que hemos vivido esa realidad, que la crisis emocional, social y política en Cataluña no es por lo que hicieron los señores Junqueras o Puigdemont (con su  beneplácito y silencio público), sino  por la represión posterior del Estado y la justicia española que, a los que se saltaron la legalidad vigente, les han aplicado, como no puede ser de otro modo en un Estado democrático, el código penal con unas más que evidentes, terribles, lamentables y excesivas consecuencias que, ahora, los políticos implicados en ese triste momento están pagando en prisión.

Él no se sentirá responsable, pero estoy segura que hay un sinfín de ciudadanos catalanistas o independentistas que le hacen también absolutamente responsable a él por callar, por dejar que lo hicieran sin mostrar su disconformidad manifiesta y por menospreciar y relativizar todo lo que se preveía que pasaría y ha acabado pasando.

Cataluña es hoy más pobre, más triste, está más dividida y tiene más sombrío su futuro… y, señor Mas, esta triste realidad, que ni esta cruel pandemia global puede relativizar, es también, y en una parte importantísima, responsabilidad suya.

¡Cuánto cinismo!