El muy insoportable Quim Torra anda cada vez más desconsolado. Superado su desconcierto inicial, durante y sobre todo inmediatamente después de la exitosa visita del presidente Pedro Sánchez a Barcelona, el todavía inquilino provisional del palacio de la Generalitat sabe que más pronto que tarde será desahuciado y se resiste a dar un paso al lado y abrir de una vez por todas el diálogo institucional, político y social que permita el tan ansiado reencuentro, en primer lugar entre todos los ciudadanos de Cataluña pero también entre ellos y el conjunto de la sociedad española.

Quim Torra nació fuera de época. Aunque hace pocas semanas que cumplió 57 años --nació el 28 de diciembre de 1962, en Blanes--, se siente siempre como si viviera en los años 30 del siglo pasado. Se considera a sí mismo como miembro del Noucentisme, a la vez que rinde homenaje a algunos políticos de aquellos años que figuran en las antípodas ideológicas, morales y estéticas de aquel movimiento artístico.

Porque nada une a los dirigentes más radicales del separatismo catalán de aquellos años de quienes Torra se considera heredero político --Daniel Cardona, Joan Batista i Roca o Josep Dencàs, y aún menos los siniestros hermanos Miquel y Josep Badia-- con el Noucentisme y sus exponentes artísticos más cualificados.

El Noucentisme contó con escritores como Eugeni d’Ors, Josep Carner, Narcís Oller, Joaquim Ruya o Carles Soldevila, pintores como Joaquim Torres Garcia, Joaquim Sunyer y Josep Maria Sert, escultores como Josep Clarà, Manolo Hugué, Julio González y Pablo Gargallo, músicos como Óscar Esplà o incluso con arquitectos como Rafael Masó o Josep Goday. Su referente ideológico fue, sin duda alguna, Eugeni d’Ors, promotor ya en 1906 de un arte social y cívico, capaz de superar y dejar definitivamente atrás el Modernismo y el Simbolismo. Hijos directos de la Renaixença, con profundas convicciones europeas y siempre a la búsqueda de la belleza y la perfección formal, los miembros del Noucentisme se desvivían por las referencias clásicas e incluso recurrían con frecuencia al uso de arcaísmos.

Poco o nada tenían que ver con el Novecentismo español y sus referentes más significativos: José Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Rafael Cansino Assens, José Bergamín, Ramón Gómez de la Serna, Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Manuel Azaña… Hubo entre noucentistes y novecentistas un único punto o nexo de unión: Eugeni/Eugenio d’Ors.

Fue él quien dio una clara orientación ideológica y política al Noucentisme, como instrumento al servicio de la Mancomunitat de Catalunya presidida por Enric Prat de la Riba. Escritor, filósofo, articulista, crítico literario y artístico, y sobre todo un hombre con una extraordinaria cultura humanista, fue D’Ors pieza fundamental en la ambiciosa política cultural del catalanismo conservador encabezado por Prat de la Riba hasta que, en 1920, se produjo su defenestración política y su inmediato traslado a Madrid.

Se convirtió entonces en uno de los referentes principales del ya citado Novecentismo y luego, tras una larga estancia en Argentina y su regreso en plena guerra civil a la zona franquista, Eugenio d’Ors pasó a convertirse en uno de los escasos elementos intelectuales de peso complacientes con la dictadura.

No deja de ser curioso que el muy deplorable Quim Torra nos salga ahora, una vez más, por peteneras. Además de reclamar de nuevo la celebración de un referéndum de autodeterminación de Cataluña, la concesión inmediata de una  amnistía para todos los dirigentes políticos y sociales separatistas presos, fugados o pendientes de juicio, la intervención de un relator o intermediario internacional en esta mesa de diálogo, y no sé yo cuántas cosas más, reprocha a quienes, como la alcaldesa de la capital catalana, Ada Colau, han saludado con satisfacción el anuncio del presidente Pedro Sánchez de que la ciudad de Barcelona recupere la condición de bicapitalidad cultural y científica de España, que perdió durante la presidencia de Mariano Rajoy. El muy lamentable Torra afirma que ningún noucentista lo hubiese aceptado.

El muy irrecuperable Quim Torra sigue viviendo en el pasado. Vive al menos con un siglo de retraso. De ahí su permanente e insondable desconsuelo. Tal vez por ello, en lo que pretendió ser un guiño de sensibilidad artística con un trasfondo político, mandó trasladar la gran escultura de Josep Llimona El desconsol, instalada permanentemente en el MNAC de Barcelona, para colocarla en el palacio de la Generalitat donde la mostró al presidente Sánchez como expresión del desconsuelo de la ciudadanía de Cataluña…

Y es que ni tan solo acertó con este gesto tan artificioso y de tanto coste. Quim Torra tal vez lo ignore, pero El desconsol es una de las esculturas más representativas del Modernismo, no del Noucentisme. Puestos a escoger una escultura que reflejase a la perfección los cánones noucentistes, en la plaza de Catalunya de Barcelona está instalada La deessa, de Josep Clarà.