Pensamiento

Derecho a decidir y nacionalidad futura

24 septiembre, 2013 10:16

Una de las cuestiones, no la única ni la más importante para la ciudadanía catalana, será cómo queda mi, tu, nuestra nacionalidad después de la -querida por unos y denostada por otros- posible independencia de Cataluña. Este artículo quiere concienciar a los ciudadanos y explicar el berenjenal en el que nos meteremos, y qué solución tan difícil y poliédrica quedaría.

Me refiero, en primer lugar, al día después de que los independentistas lograran su sueño, ¿dónde estaríamos? ¿Dentro o fuera de la UE? Que Rajoy sea valiente y pida una respuesta vinculante a la UE. Con una respuesta positiva para los constitucionalistas se callarían unas pocas voces.

En segundo lugar, qué nacionalidad ostentaríamos los ciudadanos que vivimos y trabajamos en Cataluña, que hoy por hoy tenemos nacionalidad española y a la par ciudadanía europea. Y tercero, quién decidirá esa cuestión fundamental de la nacionalidad en la futura república catalana. Sin nacionalidad española y europea, ¿qué nos quedará, la ciudadanía catalana o seremos apátridas hasta que algún Estado nos reconozca internacionalmente?

Cuarto. Si en el futuro ente una de sus bases -según sus promotores- será la libertad, la democracia y la igualdad de los futuros ciudadanos catalanes, ¿cómo se podrá obligar a los ciudadanos que se siente españoles y europeos a prescindir de su nacionalidad? O bien la futura Cataluña da libertad a sus ciudadanos a elegir nacionalidad, o se empieza mal.

Hay que felicitar a la mente que se sacó de la cabeza el derecho a decidir, pues no existe en ningún ordenamiento nacional ni internacional ese término, que es inocuo

Quinto, si se pueden tener dos o tres nacionalidades, cómo quedarían contemplados los andorranos, los mallorquines, los valencianos, qué nacionalidad se les ofrecería. Sexto. Y si un español -europeo-, se negara a ser nacional catalán, ¿se le expulsaría de Cataluña? ¿Qué pasaría con los amigos hispanoamericanos que ya poseen doble nacionalidad, la de su país y la española, y los catalanes que quieran la nacionalidad española-europea y no la catalana?

Hay más variaciones que podemos desarrollar, pero de momento paremos aquí, pues con todo esto ya tenemos bastante embrollo.

Todo ello y lo que queda por venir es debido a unos políticos que, con el presupuesto del Estado, no son fieles a su juramento de hacer cumplir las leyes y el ordenamiento jurídico, incluso las sentencias. Si lo hacen así en su nuevo Estado utópico estarán apañados sus futuros ciudadanos.

Hay que felicitar a la mente que se sacó de la cabeza el derecho a decidir, pues no existe en ningún ordenamiento nacional ni internacional ese término, que es inocuo y legalmente sin fuerza ante ningún tribunal, ni nacional ni internacional. Que algún jurista me indique en qué texto positivo se refleja ese derecho. Si propugnaran directamente la independencia, eso sería democrático, honesto y respetable, pero jugar con derechos de inventiva... eso no vale.

Como tampoco vale que unos partidos del mismo color monten una asamblea que es la que dirige y controla al país, nutriéndola de dinero y con todos los medios de comunicación a su servicio, montando movimientos de masas, teniendo en sus archivos millones de datos que pueden emplear en lo que quieran, incluso en convocatorias a elecciones parlamentarias o referendos.

Como a esos partidos que sostienen la asamblea no les gusta la luz y los taquígrafos del Parlamento autonómico ni su funcionamiento, se lo saltan y se reúnen en las catacumbas. Para averiguar esas cosas sirve el CNI. Que yo sepa alguna vez se han reunido en iglesias. Además venden a los medios españoles e internacionales que es un movimiento social y popular.

Sin cumplir las leyes, es decir, el principio de legalidad, no hay democracia ni división de poderes, sólo queda la manipulación, la propaganda, la unanimidad, el silenciar la discrepancia, el imponer presión social con todo el dinero y medios de comunicación posibles. En definitiva, lograr generar miedo en parte de la población, como se hizo en Rumanía, Bulgaria y aún se hace en regímenes actuales totalitarios.

Si algún día se convoca un referéndum, ¿tendrán el 50% de espacios de publicidad y de intervención los partidarios del sí o del no? Me da que no será así, por tanto, el resultado carecerá de legitimidad.

Hoy, casi 50 años después, tengo que defender el castellano en la escuela e intentar que se respete la bandera constitucional de mi país

Para acabar, una reflexión personal. En los tiempos de la dictadura, el que firma tenía el pelo negro, ahora ya lo tengo blanco. En esos años, con mis amigos catalanes -nací en Granada- exhibíamos y defendíamos la señera delante de los grises, y también defendíamos el catalán en la escuela.

Hoy, casi 50 años después, tengo que defender el castellano en la escuela e intentar que se respete la bandera constitucional de mi país. ¿Es hoy para los que mandan en Cataluña una provocación exhibirla en público? Igualito que hacía Franco con la señera. ¡Cómo se invierten las cosas! ¡Cuántos compañeros y compañeras de mi generación luchamos por la libertad, la amnistía, el Estatuto de Autonomía y la solidaridad con los demás pueblos de España!

Hoy, en la Cataluña de ese derecho a decidir, he decidido continuar pidiendo la libertad, la justicia y la igualdad de los ciudadanos ante la ley y el respeto a las leyes y las sentencias. Hoy, aquello por lo que luchamos ya no es defendible. La libertad se respira y se ejerce con mayor intensidad por parte del poder y sus adláteres, algunos ciudadanos hemos de seguir buscándola. La amnistía ya no es necesaria. El Estatuto vigente se emplea con todo su poder para destruir su origen y legitimidad. Y la solidaridad con los demás pueblos de España parece la base que ha conducido al actual estado de cosas con lo del "España nos roba".

Si no surge un nuevo mensaje de respeto a todas las opiniones, concienciarnos que tenemos que vivir juntos, que los derechos son iguales para todos, pensemos lo que pensemos, el futuro no pinta muy bien para nuestros hijos y nietos, pues los estamos metiendo en un lugar poco recomendable para ellos.

Si todavía creemos en la democracia, votemos, pero en unas elecciones lo más libres posibles, con igualdad de armas de todos los partidos, y demos el mensaje directo, certero y sin engaños a la ciudadanía. Votemos libremente a los partidos políticos que nos deberían representar en el Parlamento autonómico y, si la mayoría de los mismos son de signo independentista, aceptémoslo, y si la mayoría es inequívocamente independentista vayamos al Congreso de la nación y discutamos un nuevo status. Pero si no lo es, respetemos las urnas y dediquémonos a crear riqueza y prosperidad para las futuras generaciones.