España acogerá la cumbre de la OTAN en 2022. El acuerdo fue unánime en el seno de la Alianza. Ni Estados Unidos, ni Francia, ni Alemania ni ningún socio de la Organización del Tratado del Atlántico Norte pusieron ninguna pega a que España, con un Gobierno socialcomunista, con ministros comunistas, acogiera la nueva cumbre. El Gobierno de Rajoy planteó que España fuera la sede, pero las elecciones de 2019 y la pandemia de 2020 fagocitaron la posibilidad que ahora se hace realidad con un gobierno que para la derecha española es una copia del chavismo bolivariano y, según sus últimas ocurrencias, un referente para el nicaragüense Daniel Ortega. Solo ellos lo ven así. En el resto del mundo, el Gobierno de Pedro Sánchez no es un problema. Es un aliado.

El PP de Casado, que sigue enredado con las declaraciones de Isabel Díaz Ayuso --que sigue metiendo en la ecuación de los indultos al Rey--, se ha contaminado por la manifestación de Colón. Quiso pasar de perfil ante una manifestación que no fue una marea humana y que se convirtió en un acto de exaltación patriótica de Vox. De ser una manifestación contra el pérfido Sánchez, Casado surfea como puede una manifestación que solo le ha traído problemas. En el fondo, el presidente del PP se ha dado cuenta de que Ayuso le marca la agenda y que la líder madrileña tiene su propia agenda, que no coincide con la suya. Es más, Casado siente el aliento de quien aprovechará el mínimo desliz para robarle la cartera.

Quizás por esto, ha sacado el PP su vena macarra, una vez más, para poner en cuestión la foto de Sánchez con Biden, sin olvidar su cruzada contra los indultos “ilegales”. Ciertamente, en la Moncloa se pecó de optimismo al anunciar el encuentro, pero, al margen de su duración, ¿alguien duda del impacto en la política internacional? En EEUU, las fotos opportunity son una forma de hacer política. Si Biden no hubiera querido coincidir con Sánchez no lo hubiera hecho. Así de simple. Si lo hizo es por voluntad propia y porque quería lanzar un mensaje. El destinatario, el Rey de Marruecos, que sigue en su cruzada. Noviembre será una fecha clave porque la ONU prorrogará o no su posición sobre el Sáhara Occidental y Marruecos está poniendo toda la carne en el asador para forzar un cambio en Europa y, sobre todo, un cambio en España. Biden ha querido poner entre interrogantes la posición estadounidense haciéndose una foto con el maligno Sánchez. La derecha española no ha tenido dudas en ponerse al lado de Marruecos con esa forma de patrioterismo mesetario que empieza a ruborizar a más de uno que no viva en el microclima de la almendra de la M-30.

La derecha catalana está tomando buena nota de la española asilvestrada. Aragonès dio un ligero viraje a su política institucional y se reunió con el Rey. No fue para tirar cohetes, pero el Govern de la Generalitat estuvo en los actos del Cercle d’Economia. Junts rabió. Puigneró desairó al presidente y le dijo claro que no manda en todo el Govern, solo en ERC. Los más vehementes la emprendieron con Jordi Sànchez, que se esfuerza en mandar en un partido que tiene más facciones que el ejército de Pancho Villa. Sànchez forzó el acuerdo de Gobierno y toma posiciones ante Elsa Artadi o Laura Borràs. La convulsión interna le hizo firmar otra carta, la enésima, pidiendo perdón para evitar males mayores porque las huestes más irredentas pedían su dimisión por traición. Un calificativo que Junqueras y Aragonès ya arrastran desde hace tiempo. Sirva como ejemplo el manifiesto aprobado por la ANC, que todavía sueña con un alzamiento unilateral, pero que se conforma con perfomances de quema de fotos del Rey como gran símbolo revolucionario. Si tienen alguna duda lean el artículo de Vicent Partal en Vilaweb. “Este es un gobierno de conservadores”, dixit.

La derecha está asilvestrada, lo que no es sinónimo de negativo para la izquierda. Al margen del guirigay de Podemos, la dicotomía izquierda-derecha se está moviendo a centro-periferia. Ni los regionalistas, ni los nacionalistas vascos, ni ERC, ni los gallegos del BNG, ni Compromís jugarán a favor de un cambio de mayorías. Junts per Catalunya seguro que sí, porque a la derecha catalana le va de perlas que en España manden sus colegas de la derecha española. Así tienen los argumentos necesarios para tirarse los trastos a la cabeza y alimentar las bajas pasiones. La situación no es fácil, pero la izquierda debe recurrir a la sensatez para oponerse a esa derecha asalvajada y asilvestrada que usa la confrontación como leit motiv para recuperar lo que considera su patrimonio: el gobierno. Ya sea en la Moncloa o en el Palau de la Generalitat.