Unidas Podemos (UP) y ERC coinciden en el cuestionamiento feroz e inoportuno de la monarquía parlamentaria como forma política de nuestro Estado. Hay otras coincidencias de UP y ERC que confluyen en Jaume Asens, presidente del grupo parlamentario de UP en el Congreso de los Diputados, al que, escuchándolo, cuesta ubicar en Unidas Podemos o en Esquerra Republicana.

Con motivo del discurso de Nochebuena del Rey como Jefe del Estado se han despachado a gusto con palabras gruesas y desaforadas --en la línea de aquel “Yo injurio a la Corona” de Pere Aragonès-- contra el rey Felipe VI, al que hacen responsable, entre otras lindezas, de los errores de su padre. Una actitud reaccionaria, puesto que no se pueden imputar a los hijos las culpas de los padres o viceversa, ni en ese caso ni en la vida corriente.

No han intentado rebatir el contenido del discurso. Su reacción habría sido la misma de ser otro el contenido. Su antimonarquismo es ideológico, postural, demagógico, en definitiva.

No entran nunca a tratar con un mínimo de rigor los fundamentos constitucionales de la Monarquía o la legitimidad constitucional de Felipe VI, ni son capaces de exponer con alguna coherencia su alternativa republicana.

Veamos su falta de coherencia. ¿Qué funciones debería tener una Jefatura del Estado republicana? ¿Las mismas que ahora tiene el rey, establecidas en el artículo 62 de la Constitución y reguladas por ley, entre otras, sancionar y promulgar las leyes, convocar a referéndum, proponer el candidato a Presidente de Gobierno, ostentar el mando supremo de las Fuerzas Armadas, ejercer el derecho de gracia?

 Si proponen las mismas, ¿por qué cambiar? ¿Si deben ser otras, cuáles? Nada de todo eso aparece, ni siquiera insinuado, por debajo de la demagogia.

Claro que a ERC le importan un comino las instituciones del Estado, todas, incluida la Generalitat, que también es una institución del Estado. Su eslogan “Cataluña no tiene ni tendrá rey”, además de clamar sólo por los independentistas, es un “brindis al sol”.  Mientras Cataluña forme parte de España --probablemente siempre-- el Jefe del Estado de los catalanes es el rey Felipe VI y después lo será quien le suceda en la Jefatura del Estado.

El antimonarquismo de ERC es folklore político. ¿Qué queda de ERC sin el antimonarquismo, la autodeterminación y la quimera de la república catalana? Nada, un partido de centro derecha periférico, del montón. En cambio, UP es un partido en el Gobierno de España --sin haber aprendido todavía a ser “un partido de gobierno”--. UP pretende singularizarse en el gobierno de coalición con un antimonarquismo militante.  

Muchos aceptaron --aceptamos-- la presencia de UP en el Gobierno pensando que se reforzaría la agenda social en un país que arrastra profundas desigualdades, agudizadas en este momento de múltiples crisis. Y así ha sido, por ejemplo, con el ingreso mínimo vital y los logros de Yolanda Díaz al frente del Ministerio de Trabajo y Economía Social.

Pero aprovechar la presencia en el Gobierno para amplificar propagandísticamente su campaña antimonárquica es un error estratégico, una desatención a la prioridad de la agenda social, una deslealtad política hacia el socio mayoritario y una deslealtad institucional hacia la Jefatura del Estado.

Veamos lo que ocultan. Para llegar sin atajos anticonstitucionales a la presidencia de una tercera república habría que pasar por un proceso de una extrema complejidad.

En síntesis, convocar (con la firma del rey), y celebrar, un referéndum sobre monarquía o república. En el supuesto de que ganara la opción republicana, habría que proceder a una revisión de la Constitución --que unos quisieran total, otros parcial y los independentistas exigiendo la inclusión del derecho de autodeterminación y de secesión--, que requeriría una mayoría de dos tercios del Congreso y del Senado (234 de 350 y 177 de 265 miembros, respectivamente) para aprobar la decisión de revisar.

Seguiría la inmediata disolución de las Cortes con convocatoria de elecciones legislativas, campaña electoral, constitución de las nuevas Cámaras --con posible cambio de mayorías--, ratificación de la decisión de revisar por la misma mayoría bicameral y nombramiento de Presidente de Gobierno y de ministros.

Elaborado con las previsibles dificultades y demoras, el nuevo texto constitucional debería ser aprobado por mayoría de dos tercios de las dos Cámaras y sometido a referéndum de ratificación con campaña electoral, etc.

Vigente la nueva Constitución, se procedería a la elección del Presidente de la República como Jefe del Estado, previa nueva campaña electoral y proclamación del candidato electo por las Cortes en la forma que estableciera la Constitución.

Por este largo y tenso proceso --no exento de vacíos legales y de sorpresas-- España quedaría semi paralizada durante años, dividida, enfebrecida y debilitada. Una situación que convendría a los disruptivos ERC, JxCat, CUP, Bildu y demás. Pero no se entiende que la complejidad e incertidumbre de un proceso tan divisivo sea lo que busque UP estando en el Gobierno de España.

Si desconocen esa complejidad rozan la ignorancia y si la conocen y siguen adelante con su campaña antimonárquica --institucionalmente desestabilizadora cuando menos-- se sitúan en la demagogia y la irresponsabilidad.  

Estamos inmersos en una grave crisis sanitaria, económica y social, salir de ella mejorando la cohesión y la competitividad y reduciendo las desigualdades es lo absolutamente prioritario. Jugar a la irresponsabilidad de UP, en contraste con la prudencia del PSOE como partido de gobierno, resulta irritante incluso para los que son --somos-- republicanos civiles y racionales.