Asistí el pasado veintiséis de enero a la presentación de la declaración “Una España federal en una Europa federal”. Hubo interesantes ponencias que, con matizaciones y contradicciones, confluían en la necesidad de avanzar en la transformación de España en un estado federal. Una de las controversias más llamativa fueron la divergencia o coincidencia del actual sistema autonómico respecto del federal.

Su despiste entre los conceptos nación, nacionalidad e identidad deja entrever un error clásico de la izquierda española

La crítica del exministro de justicia Caamaño hacia el sistema autonómico se centraba en la forma en que este se origina al realizarse desde arriba. ¡Como si en el 78 hubiera podido hacerse desde abajo! Incapaces como fuimos de conseguir la ruptura. Lo malo es que no queda claro como construirlo desde abajo sin definir quien es el sujeto político, es decir que o quien configura ese “abajo”. Su despiste entre los conceptos nación, nacionalidad e identidad es palpable y deja entrever un error clásico de izquierda española al aceptar la homogeneidad “identitaria” de las actuales comunidades autónomas.

Error o complejo de culpa impropia en el que también cayó el profesor Gregorio Cámara de Granada en un discurso interesante pero excesivamente largo y con los peajes incluidos. No hubo peajes en el lucido discurso de Ángel Gabilondo. Desmonto sin nombrarlo el argumento/oxímoron de la izquierda soberanista: “derecho a separarse para seguir juntos disjuntos”. Estamos constituidos pero es necesario reconstituirnos, esa fue su apuesta.

Reconstituirnos en su doble acepción, modificar la constitución en un sentido federal y alimentar los valores de esa unión.

Hubo en la noche dos intervenciones remarcables que no pagaron peaje y hablaron “clar i català”. Jordi Llovet que levanto el humor de la sala cual si de un club de la comedia política se tratase, con sus alusiones al “magnifico sigo XXVIII que vivió Cataluña tras el mitificado 1714” y su critica a la movilización folclórica de las masas por el nacionalismo. Advirtiéndonos (ahí nos pusimos serios) de que el verdadero peligro es el nacionalismo ya que el independentismo esta condenado al fracaso.

Jordi Gracia en reflexivo discurso se autodefinió como no necesariamente federalista, argumentando, sin embargo, que por racionalidad es el federalismo la solución para España.

Comentando la conferencia con Miguel Riera (El Viejo Topo) me dice que “el problema es que nadie esta dispuesto a aceptar públicamente que con dos o tres pasitos para adelante estaríamos en un sistema federal” y añado yo “y con alguno para atrás”. Y es aquí donde llegamos al meollo del titulo de este artículo.

Múltiples políticos y articulistas ha afirmado a derecha e izquierda, arriba y abajo, nacionalista o centralista, que el “café para todos” fue un error y con tal afirmación y sin necesidad de argumentación quedanse tan panchos, cual si de una verdad indiscutible se tratase. Y es que lo que en realidad quieren decir es que con dar la autonomía a Cataluña y País Vasco era suficiente. Afirmación que en realidad trasluce un planteamiento derrotista ante el nacionalismo, una aceptación de la diferencia y por tanto del privilegio para unos y la discriminación para otros.

Los que creemos que el federalismo es una solución para la organización y cohesión de España entendemos la idea del “café para todos” como una forma de garantizar la igualdad tanto de los ciudadanos como de los territorios, no hay una sin otra. Como bien afirmó Gabilondo “derecho a la diferencia, sin diferencia de derechos”.

Lo nuestro es un federalismo imperfecto y desigual. Es el resultado de un uso indebido del “café para todos”

Hoy, España, no da café para todos. ¿Es el estado de las autonomías un sistema federal? Podemos decir que en puridad no y en intenciones lo contrario. Es decir que ya es federal pero asimétrico y malparido. Lo nuestro es un federalismo imperfecto y desigual. Es el resultado de un uso indebido del “café para todos”, es la huida hacia delante de un soberanismo/egoísmo galopante, donde ensalzar las esencias de la aldea frente a la universalidad de la ciudadanía, donde alimentar/engordar la “casta” propia a base de empobrecer cada vez más a las clases trabajadoras intubadas con el suero de la diferencia.

Volvamos al “café para todos”, volvamos a la ruta federal con lealtad, con equidad, con las intenciones limpias y el camino fijado (por todos, debatido, acordado), definiendo los pasos para adelante y los que hay que dar para atrás. Una ruta que pasa por la fraternidad entre ciudadanos y prioriza la justicia social.

Si la diversidad es un hecho, la igualdad es un derecho y ese es el camino, el único camino. Si el federalismo es el camino a la igualdad este necesita de un buen trazado, de un buen sustrato, de una buena base: La Tercera República Española.

Tal día como hoy se proclamo la Primera Republica Española. Aunque la vida republicana fue corta es innegable que, el que fuera uno de sus presidentes, Francisco Pi y Maragall, “uno de los mitos más potentes de la izquierda española hasta el franquismo”, dejo un importante “legado teórico que se lo disputaban anarquistas, catalanistas y republicano-socialistas” (A. Santamaría).

Es hora de reflexionar sobre lo actual de esa propuesta.

¡Camarero! ¡Café para todos!