Pensamiento

De 1833 acá, o los viejos periodistas nunca mueren...

9 mayo, 2014 08:35

Al hilo del comentario que dejé a la noticia sobre el artículo de Joaquim Coll en que diseccionaba admirablemente la gran mentira secesionista del tricentenario, me vino a la mente, de forma tan súbita como solo la inspiración poética actúa, el recuerdo de un tan venerable como actualísimo artículo de Mariano José de Larra, publicado en 1833: La planta nueva o el faccioso. No me he resistido a revisitarlo para cerciorarme de que sí, Larra ya hablaba entonces del procés y de los profesionales de la procesión con un ingenio tan sorprendente como imperecedero; además de reparar en lo unida que está la corrupción a esa vía catalana hacia el estado propio, donde se pone más el acento en la propiedad que en el Estado. Si donde manda patrón..., lo conveniente y necesario es hacer mutis por el párrafo y dejar que el único maestro de periodistas de opinión que ha habido en España se exprese con total e hiriente libertad. Conste que lo que sigue sólo conserva una parte de la ferocidad combativa del original que he optado por atemperar para que no se entienda que ciertos remedios antifacciosos, comprensibles en aquel tiempo, sean hoy de recibo en nuestra democracia parlamentaria:

El promover un verdadero amor al país en todos sus habitantes, abriéndoles los ojos para que vean a los facciosos claros como son y los distingan, sería el mejor antídoto. Somos enemigos de los arbitrios desesperados

"Verdad es que hay en España muchos terrenos que producen ricos facciosos con maravillosa fecundidad. Nada debe admirar por otra parte esta rara fertilidad, si se tiene presente que el faccioso es fruto que se cría sin cultivo, que nace solo y silvestre entre matorrales, y que así se aclimata en los llanos como en los altos; que se trasplanta con facilidad y que es tanto más robusto y rozagante cuanto más lejos está de población. Es planta peculiar de España, y eso moderna, que en lo antiguo o se conocía poco, o no se conocía por ese nombre. En cuanto a su figura y organización, el faccioso es en el reino vegetal la línea divisoria con el animal, y así como la mona es en éste el ser que más se parece al hombre, así el faccioso en aquél es la producción que más se parece a la persona; en una palabra, es al hombre y a la planta lo que el murciélago al ave y al bruto. El faccioso echa también, a manera de ramas, dos piernas y dos brazos; presenta faz y rostro, y al verle, cualquiera diría que tiene ojos en la cara, pero sería grave error; distínguese esencialmente de los demás seres en estar dotado de sinrazón.

Notan también graves naturalistas de peso y autoridad en la materia, que así como el feo pulpo gusta de agarrarse a la hermosa pierna de una mujer, y así como esas desagradables florecillas, llenas de púas y en forma de erizos, que llamamos comúnmente amores, suelen agarrarse a las ropas, así los facciosos, sobre todo los más talludos y los vástagos principales, se agarran a las cajas de fondos de las administraciones; y plata que tiene roce con facciosos, pierde toda su virtud, porque desaparece. ¡Rara afinidad química! Así que, en tiempos revueltos, suélese ver una violenta ráfaga de aire que da con un gran manojo de facciosos, arrancados de su tierra natural, en algún pueblo, el cual dejan exhausto, desolado y lleno de pavor y espanto. Meten por las calles un ruido furioso a manera de proclama, y es niñería querer desembarazarse de ellos, teniendo dinero, sin dejársele; bien así como fuera locura querer salir de un zarzal una persona vestida de seda, sino desnuda y arañada.

Planta es, pues, perjudicial, y aún perjudicialísima, el faccioso; pero también la naturaleza, sabia en esto como en todo, que al criar los venenos crió al paso los antídotos, dispuso que se supiesen remedios especiales a los cuales no hay mata de facciosos que resista. El promover un verdadero amor al país en todos sus habitantes, abriéndoles los ojos para que vean a los facciosos claros como son y los distingan, sería el mejor antídoto. Somos enemigos de los arbitrios desesperados, y así, en nuestro entender, de todos los medios contra facciosos parécenos más eficaz aún la aplicación de luces que los agostan, y ante las cuales perecen corridos y deslumbrados".