Hoy tengo un póquer de actualidad para despotricar. Hay varias cuestiones. Y se podría reflexionar sobre las últimas previsiones del derrumbe económico de España, o de la obligación de la mascarilla ordenada por la Generalitat o del insustancial Torra que ha dejado a Puigdemont como un estadista ahora que los extranjeros pueden venir para salvar empleos. También sobre el cambio de Ciudadanos, con el liderazgo de Inés Arrimadas, que constata que no desaparecerá como parecía que era su destino. Las mujeres son más listas. Pero, a pesar de todo ello, quiero hablar del rey emérito, que tiene un desmérito porque nos avergüenza a todos, a los derechas y a los de izquierdas, aunque me de grima coincidir con Podemos y con los separatistas.

Nunca he sido monárquico, pero la monarquía parlamentaria es un oxímoron de una monarquía republicana. De hecho, el símbolo de la bandera nacional une los colores de la vieja bandera española del siglo XIX, no la franquista, con el escudo republicano en una feliz decisión aprobada por el primer gobierno de Adolfo Suárez.

El Régimen del 78 es similar a las monarquías parlamentarias (republicanas) bálticas que todo Occidente admira porque ofrecen el mayor Estado de Bienestar. Los españoles no los envidiamos por su clima; y por eso nuestra nación es la segunda potencia turística del mundo, y tantos extranjeros vienen a veranear, y ahora los echamos en falta.

Los franquistas odiaban a Juan Carlos por perjuro, por eso todos los demócratas lo querían, también los socialistas y hasta los del Partido Comunista de Carrillo.

Hace veinte años un profesor amigo contratado por el gobierno socialista de Granollers que tenía relación con Iberoamérica me decía que en ese subcontinente el pueblo lo quería mucho porque había conseguido transformar la imagen del reino. Por eso era un ejemplo para tirios y troyanos, pero ese paradigma ha muerto.

La reina doña Leticia bajo varios enteros en cotización de Bolsa cuando no quiso hace dos años en Semana Santa dejar a la abuela fotografiarse con sus bellas nietas, el rey tuvo que darle un quite.

Soy republicano, pero estoy a favor del actual rey porque es una persona honesta que su máxima es proteger a los españoles, por eso los separatistas no lo quieren, por eso lo defiendo. Pero estoy triste porque nos ha engañado.

Y al actual rey le pediría que reforme la Constitución de 1978 por una cuestión capital: que todos estemos obligados a cumplir con la Ley, él el primero.