La psicóloga suiza Elisabeth Kübler Ross, nacionalizada estadounidense, escribió en el siglo pasado esta conocida metáfora: “Toda persona tiene en su interior un ángel y un diablo, Gandhi o Hitler”. No se trata de una persona bipolar, que lo es objetivamente, sino que todos los tenemos subjetivamente según la ideología de cada cual: Pedro Sánchez, Pablo Casado, Santiago Abascal, Pablo Iglesias, Carles Puigdemont y el extinto Albert Rivera, el Breve..., que es el culpable del impasse actual; el fundador ha matado al hijo…

Hoy y siempre: entre la generación de nuestros abuelos, los de la guerra, los nacionales hubieran fusilado al periodista andaluz Chaves Nogales por rojo, y los rojos, por crítico ante los desmanes de los republicanos.

Me molesta que alguien me llame equidistante porque no lo soy: tengo principios. Mis amigos, y lectores, saben bien que me gusta mojarme sin flotador ni impermeable. No soy valiente, pero me gusta el riesgo, quienes me conocen lo saben bien. No me arrugo, sólo hace falta leerme para saber que no hago guiños a nadie porque escribo con el corazón.

No puedo militar en política porque, como saben mis viejos compañeros, con 19 años me quitaron del partido en el que militaba desde los 17 y hoy ceno cada 45 días con esos viejos camaradas y amigos. No pensamos igual, porque no somos piedras, el tiempo nos modela el pensamiento, pero la filosofía es la misma: nuestro es un amor a España, no somos nacionalistas, defendemos a los humildes y la concepción cristiana de la vida, por este orden. Lo que pensaba a los 18 años lo pensaré a los 81, si Dios quiere, por mí no lo será. De ideología no se cambia, ni de colores…

La situación política es endiablada, pero no peligra la unidad de España, lo tengo muy claro. A quien me lo pregunta, como dicen en el satírico Polònia, el peligro de la ruptura no lo verán nuestros biznietos, sino en quinientos años. A veces, en TV3 no se dicen tonterías políticas. No me pierdo este programa de los jueves.

Lo que pretenden los indepes es la quimera de cuadrar el círculo. España no me preocupa, pero me cabrea…