Pensamiento

Crónica de un fracaso

9 marzo, 2015 08:40

La semana pasada fue difícil para el independentismo, tan ufano y tan soberbio, que durante estos dos últimos años, con un alarde de agitación y propaganda, creía haber conquistado para siempre el corazón de la mayoría de los catalanes y anunciaba en tono apocalíptico que no había vuelta atrás.

La instituciones del Estado parecen haber despertado de un largo letargo y están decididas a evitar que el gobierno autonómico continúe adelante con el carísimo infundio de su acción exterior

El primer síntoma de fracaso de la propaganda hueca para construir un “país nou” lo reflejaron los resultados del 9N cuando la mayoría de los catalanes no quisieron participar de una mentira.

Meses después, los estudios de opinión y las encuestas reflejan la pérdida de apoyo al independentismo y a su proyecto insolidario y de división, al tiempo que aúpan como fuerza decisiva a Ciudadanos que alejado de radicalismos e incertidumbres, ha sido capaz de transmitir valentía, esperanza e ilusión.

Pero, no solo los resultados de las encuestas han sido fatales para el independentismo. La instituciones del Estado parecen haber despertado de un largo letargo y están decididas a evitar que el gobierno autonómico continúe adelante con el carísimo infundio de su acción exterior. Los catalanes nos evitaremos las mentiras y los ridículos internacionales, las cartas con errores gramaticales a los líderes europeos, las ridículas denuncias de las resoluciones constitucionales que anulan sus pretensiones sediciosas, y otras tantas maniobras que han merecido siempre los más sonoros desplantes.

Pero a las continuas adversidades previsibles, lo que el gobierno autonómico no tenía previsto, es que el mismo Consejo de garantías estatutarias se pronunciara de forma unánime contra el derrochón empeño de seguir construyendo estructuras de estado. Una acepción ridícula que define el delirio de duplicar funcionarios que ya existen y ejercen sus tareas en Hacienda o en la Seguridad social, o apropiarse de los bienes que son de titularidad del Estado en Cataluña al más puro estilo Okupa. Ante tal abuso, el propio Consell y por unanimidad, les ha parado los pies con un contundente dictamen jurídico cuyo autor es un antiguo militante de ERC. Hasta los suyos desertan.

El independentismo se apaga por su inconsistencia, por su falta de rigor, por su populismo y por su demagogia

El independentismo se apaga por su inconsistencia, por su falta de rigor, por su populismo y por su demagogia. Cada intento de revitalizarlo es un fracaso. Esta semana una convocatoria del ‘pacte nacional pel dret a decidir’ ha puesto de manifiesto que cuando el poder se escapa de las manos, las discrepancias afloran y los desmarques son frecuentes. La conclusión del ‘pacte’ es que nadie quiere oír hablar de plebiscitarias, ese eufemismo con el que pretenden engañar a los incautos haciéndoles creer que, unas elecciones autonómicas anticipadas pueden convertirse en un plebiscito por la independencia. UGT, CC.OO., ICV-EUA, se han desmarcado, a Forcadell y Casals, ya nadie les hace caso y ven escurrirse entre las manos sus ambiciones políticas y hasta Josep Rull, coordinador general de Convergencia, haciendo de la ambigüedad un rizo, ha dicho estos días que: “su objetivo no es la independencia, es la justicia social y el progreso de la gente de Cataluña y que para eso la independencia es el mejor instrumento”. Ya lo decía el clásico: “La demagogia es la capacidad de vestir las ideas menores con la palabras mayores.”

Ante tanta deserción, la voz apocalíptica y desesperada del adalid del ridículo, el consejero Homs advierte del peligro: “El Estado español intenta meter en una jaula al pueblo de Cataluña”. No sé quién acabará al final en una jaula, aunque empiezo a tener una idea.