La mayoría de los analistas que predicen un nuevo crack de las bolsas mundiales indican que éste tendrá su origen en Wall Street. Los principales motivos son tres: la cercanía de su índice más representativo (S&P 500) a su máximo histórico, la cotización de los beneficios empresariales a múltiplos relativamente elevados y la previsión de que la Reserva Federal suba en el actual ejercicio tres veces su tipo de interés de referencia.

La semana pasada el Standard & Poor's 500 cerró en los 2.328,95 puntos y se situó solo un 2,9% por debajo de su máximo histórico (2.395,6 puntos), un nivel alcanzado hace poco más de un mes. Desde el 9 de marzo de 2009 (676,53 puntos), dicho índice viene subiendo de forma casi ininterrumpida y acumula un alza del 244,25%. Unas elevadas plusvalías que pueden llevar a numerosos inversores a padecer mal de altura e incitarles a vender sus títulos.

No obstante, un elevado valor de un índice bursátil no es necesariamente sinónimo de sobrevaloración de las acciones. Para comprobar si ésta existe o no, los analistas utilizan diversos ratios, tales como el PER, PER ajustado o el indicador Buffet. La conclusión a la que llegan depende de la comparación de su valor actual con el observado en otros períodos alcistas.

Un elevado valor de un índice bursátil no es necesariamente sinónimo de sobrevaloración de las acciones

En la actualidad, los tres muestran una misma advertencia: el S&P 500 está claramente sobrevalorado. Idéntica a la efectuada a finales de 2013, aunque en dicho período la magnitud de la sobrevaloración era menor. A pesar de ello, el valor del principal índice de Wall Street continuó subiendo, y no poco sino mucho. Una muestra de que el análisis de ratios, al menos a corto y medio plazo, no constituye la piedra filosofal que lleva al éxito bursátil.

Una subida del tipo de interés de referencia de la Reserva Federal es una mala noticia para la renta variable, pues comporta un aumento de los costes de financiación de las empresas y hace más atractiva la renta fija a corto plazo. En 2017 es probable que suba un 0,75% y finalice el año en el 1,5%. La expectativa de una inflación en diciembre de aproximadamente el 2% (2,7% en marzo) aconseja la progresiva normalización de la política monetaria.

A pesar de las indicadas amenazas, mi perspectiva es que el S&P 500 suba al final del año un mínimo del 5% (hasta el momento lleva acumulado un 4,02%). El motivo no es otro que la neutralización de las tres anteriores por el efecto Trump. En otras palabras, por el positivo impulso sobre el PIB y los beneficios empresariales de las medidas de reducción de impuestos, disminuciones de regulaciones e incrementos del gasto público prometidas en la campaña electoral. En concreto, la bajada de los tipos impositivos estatales sobre la renta y de sociedades (del 35% al 15% para las grandes empresas), así como el impulso de la inversión en infraestructuras y defensa.

En los últimos años, los bajos tipos de interés existentes en los países desarrollados han llevado a numerosos inversores a abandonar la renta fija. Los más arriesgados han dirigido su capital prioritariamente hacia la bolsa y los más conservadores al mercado residencial. Una gran parte de estos últimos ha priorizado la seguridad y liquidez de los activos a la expectativas de obtención en el corto plazo de una gran plusvalía.

El BCE y el FMI confunden la conversión de la vivienda de alto standing en un activo refugio temporal con el probable regreso de una coyuntura similar a la de la de una década atrás

El resultado ha sido un gran incremento de la inversión en los mercados premium de los países desarrollados. En otras palabras, en las mejores zonas de las grandes capitales de Europa Occidental, América del Norte (excepto México) y Oceanía. Una tendencia a la que, a partir de 2014 y de forma progresiva, se han sumado Barcelona y Madrid.

En dichos mercados, el elevado aumento de la demanda de inversión de carácter nacional e internacional no se ha visto correspondido por un incremento de la oferta, debido a la reducida disponibilidad de crédito de los promotores y a la escasez de suelo edificable en las ubicaciones de alto standing. Por tanto, el resultado ha sido una considerable subida del precio de la vivienda.

Dicho incremento ha preocupado al BCE y al FMI, quiénes han alertado sobre la sobrevaloración del precio de los pisos en diversas ciudades y países, así como de la posible aparición a medio plazo de una burbuja inmobiliaria en ellos. No coincido con ellos en casi nada, pues creo que ambas instituciones han confundido la conversión de la vivienda de alto standing en un activo refugio temporal con el probable regreso de una coyuntura similar a la de la de una década atrás.

En 2017 no podemos hablar ni de burbuja bursátil ni inmobiliaria en los países desarrollados

En relación a la etapa 2001-2007 observo tres grandes diferencias. En primer lugar, la mayoría de las inversiones han tenido un carácter patrimonialista y solo una pequeña proporción finalidad especulativa. En segundo lugar, el apalancamiento de las mismas ha sido relativamente escaso, debido a las restricciones impuestas a las entidades financieras por el respectivo banco central y el recuerdo de los inversores de lo ocurrido hace escaso tiempo. Finalmente, en la mayoría de países, el elevado aumento del precio únicamente se ha observado en los mejores barrios de las principales ciudades y no se ha trasladado al conjunto del territorio.

En resumen, en 2017 no podemos hablar ni de burbuja bursátil ni inmobiliaria en los países desarrollados. La negativa evolución del precio de la vivienda en Londres puede ser la gran excepción, siendo ésta motivada por la salida del Reino Unido de la Unión Europea. No obstante, si los bancos centrales se equivocan y suben mucho y rápidamente su tipo de interés de referencia, los precios de las acciones y de las viviendas en los mercados premium en los próximos años pueden caer significativamente, aunque mucho menos de lo que lo hicieron en la última década. Dudo mucho que lo hagan Yellen y Draghi, pero no me extrañaría nada que lo hiciera cualquier clon de Trichet que los sustituyera.