Llevamos 20 días de junio y a este país no lo conoce ni la madre que lo parió. ¿Estamos en el mismo o nos lo han cambiado? Puede que las dos cosas. Estamos en el mismo país, pero nos lo han cambiado. En esta página ya se ha dicho alguna vez que la sociedad española está fermentando y la masa tiene que salir de la artesa por algún lado. Por la derecha, por la izquierda, por los laterales o por todos los sitios a la vez. Veremos. Para bien o para menos bien. Pero la fermentación no la para nadie. Ya está en marcha. Como en marcha está el nuevo país. Otro país. Y con el calor está creciendo la planta de la esperanza. Para todos. Para los que han llegado al poder, para los que se han tenido que ir y para los que aspiran con llegar a disfrutarlo. Esperanza es lo más importante, al menos eso dice Patxi López.

Todo ha llegado de sorpresa. O no tan de sorpresa. Mientras celebraba el PP los nuevos presupuestos va Sánchez y registra una moción de censura. Dónde irá este tipo, decían los analistas consagrados. De desalojar a Mariano, nada. Se celebró la moción con una rapidez sorprendente, gracias al buen hacer de la presidenta del Congreso, doña Ana Pastor. Algo sí funciona en este país. La presidenta y el servicio de prensa del Congreso, servicial y pocas veces reconocido. Dos cosas que funcionan. Pasados los cinco días de rigor se votó el uno de junio y... ganó Pedro Sánchez. Otra vez contra natura. Otra vez contra la opinión de la mayoría de analistas miopes y serviciales. Error de cálculo del PP. Y sus diputados salían del Congreso pálidos, demacrados, le pinchas y no sale una gota de sangre, ni de agua. Destrozados. Se preguntaban en voz baja ¿dónde están los poderes fácticos y el CNI? Luego vino la dimisión de Rajoy y el PP se quedó descabezado. Interesante. Hay que buscar sustituto. Con primarias. ¿Con qué? ¿Primarias en el PP? Casi mejor llamamos a Aznar y que su dedo elija sustituto. Nos ahorraríamos peleas. Nos ahorraríamos afilar los cuchillos. Pues no. Afilen los cuchillos que empieza la pelea. A vida o muerte.

Ya hemos visto la fuga de Mariano. Del Gobierno y del PP. La silla del partido está vacía. Se buscan candidatos. Y han aparecido siete. De momento. Y alguno que se ha retirado, como Feijóo. Era el favorito. El que esperaba la ocasión para llegar a Madrid. El preferido de Mariano. Pues ha dicho que no. Que no va a Madrid a mandar en el PP. Estaba destrozado en el anuncio de su no presentación. Raro. Demasiado raro. ¿Ha habido interferencias extrañas? Las fotos con sus amigos contrabandistas. ¿Hay más? Dicen que sí. Y que el CNI lo sabe todo. Y tiene fotos. Un a carpeta con muchos folios. ¡Madre mía! ¿Le habrán dicho desde Madrid que no se acerque a la capital? Puede que sí. Puede que no. Hay comentarios en ambos sentidos. Y también decepción. No importa. Hay siete aspirantes. Cinco secundarios y dos damas como aspirantes principales. Ahí está la pelea. Ahí está la guerra, aunque ellas disimulen.

Cospedal-Soraya. Sirve la Cospe. Final del torneo Pepero. Apuesten fuerte. Los afiliados votarán, pero antes hay que ver la pelea. Cospedal es la derecha. Le gusta estar en la cima. Ser protagonista. Pero que el trabajo lo hagan otros. Sus siervos. O hacerlo en diferido. Como su cercanía a Rajoy, al pasado bastante manchado del PP. En los papeles de Bárcenas aparece el apellido de su marido. Menos mal que la sentencia esperará al otoño.

Soraya-Cospedal. Sirve Soraya de Castilla. La cabeza del pasado Gobierno pues a Mariano le gusta más el fútbol que el tenis. Tiene un pasado de leyenda. Cierto o no, pero de leyenda. No tiene preferencia por el campo ni por el color. Ella misma dice que le gusta el amarillo pero ahora no se lo puede poner. Jugará de azul. Aprovechará su experiencia. Su gran saque. Lo temen. No solo en el PP, sino también en Ciudadanos y el PSOE. A veces es tan dura que hace doble falta en contra de su propio partido. De ahí el miedo. Peleará hasta el agotamiento. Cuidado Cospe. A veces tira a matar.

¿Dónde está el árbitro? Puede ser Casado. Demasiados informes sobre sus másters. Demasiados másters. Dura su pelea. Ganará el candidato que gane la urna número uno. La de los afiliados votantes. Si hay igualdad decidirá la urna número dos, la de los compromisarios. ¿Y quién controla la urna de los compromisarios? Ahí puede estar el veredicto final. Cuidado. Aquí no hay VAR, ni se repite la jugada. Está el PP metido en un gran lodazal. Difícil salir sin barro. No se habían visto jamás en otra igual. Esperemos el resultado. La pelea, a priori, de damas se espera con ansiedad. Y con inquietud. Suerte.