Habiendo entrado en una nueva etapa de la pandemia parece oportuno hacer balance. Y como casi siempre nos centramos en lo mucho que se podría haber hecho mejor, creo que también toca valorar lo que se ha hecho bien.

Lo mejor de estos 14 meses es la solidaridad presente en muchos aspectos de nuestro quehacer cotidiano gracias a la cual este calvario es algo más llevadero. Al frente del tsunami solidario destaca todo el personal sanitario: médicos, enfermeras, auxiliares, conductores de ambulancia, limpiadoras de hospital, proveedores de material sanitario… todos los gremios relacionados con la salud han dado el do de pecho incluso cuando han estado en muchas ocasiones abandonados a su suerte. Las imágenes icónicas de médicos y enfermeras envueltos en bolsas de basura para protegerse de un virus que nadie conocía son la evidencia gráfica de unos profesionales que han hecho muchísimo más de lo que era su obligación y a los que se les ha recompensado entre poco y nada, más allá de unos aplausos que el tiempo ha dejado claro que formaban más parte de una terapia de grupo que del deseo de mejorar la situación de un colectivo estructuralmente maltratado.

Más de 130.000 contagiados y varios centenares de fallecidos son la evidencia de su entrega. Ahora están más protegidos y casi todos vacunados, es cierto, pero no lo es menos que están agotados y que sus condiciones lejos de mejorar empeoran y empeorarán cuando vuelvan los recortes para ajustar unas cuentas públicas destrozadas.

Con igual actitud que los sanitarios hemos visto a militares, policías, guardias civiles, mossos, policías locales, … en primera línea de actuación, de nuevo yendo mucho más allá de lo que es su obligación. Y también es impresionante lo que han hecho los “trabajadores esenciales”: camioneros, repartidores, servicios de limpieza, trabajadores de supermercados, servicios de mantenimiento de agua, gas, luz,… profesionales que han hecho muchísimo más de lo que tenían que hacer y que también han pasado al olvido o peor aún algunos ya están directamente en el paro, pero sin ellos hace un año lo hubiésemos pasado fatal. Y este tsunami de solidaridad se complementa con gestos más cercanos y no publicitados, como la ayuda a los vecinos de más edad para evitar que saliesen a la calle o los cada vez más necesarios comedores sociales y bancos de alimentos de todo tipo y condición.

Destaca también la flexibilidad que ha permitido hacer cosas que parecían imposibles, desde multiplicar las plazas hospitalarias a mantener una pseudonormalidad con lo que se ha podido. Hospitales de campaña, respiradores producidos en fábricas de coches, UCI en bibliotecas, morgues en pistas de patinaje, vacunódromos en recintos feriales, … somos un país que se crece en el caos. Aunque menos ricos que los vecinos del norte, con lo que tenemos nos hemos apañado bastante bien.

De igual modo que todos valoramos el tejido de solidaridad que ha hecho más llevadera la pandemia también hay que valorar algunas actuaciones macro. La primera la compra de deuda por parte del BCE. Sin la decidida “impresión” de dinero del BCE los estados se hubiesen retraído en el gasto y todo hubiese sido mucho más complicado. Será muy positiva también la inyección de dinero desde la Unión Europea con los fondos Next Generation, seguro que con sus defectos y condiciones. Y mientras tanto el “anestesiamiento” de la crisis mediante ERTE, créditos ICO y moratorias está cumpliendo su papel no ya de mitigante pero sí de atenuador del impacto.

También ha funcionado bien la obediencia de la ciudadanía. No creo que nadie pensase que íbamos a ser tan disciplinados y cumplidores como hemos sido incluso con regulaciones tan poco sensatas y lógicas como las que sufrimos. Es un milagro que no haya habido algaradas ciudadanas ni desobediencia real con todo lo que nos han hecho quienes nos malgobiernan. No sé si seremos responsables, pero obedientes lo somos un montón por mucho que las televisiones se centren en los cuatro idiotas que no hacen lo que nos dicen. 

La solidaridad de las personas es infinita, y con ella podemos contar incluso ahora que ahora que estamos poco a poco saliendo de lo peor. Las políticas públicas habrá que ver cómo se materializan pues las ayudas europeas no serán a cambio de nada y muchos ERTE están pasando a ser ERE. Lo que es innegable es que estamos en uno de los peores momentos de nuestra sociedad con unos políticos absolutamente incapaces de liderarnos y preocupados de sus juegos de tronos en lugar de los ciudadanos a los que deberían servir. En cualquier caso, de vez en cuando es bueno darse cuenta de que las cosas se han hecho bastante bien.