Esto es la monda lironda. Ahora resulta que Celestino Corbacho, viejo militante sociata en la trinchera municipal, irá de número tres en la lista de Manuel Valls a la alcaldía de Barcelona en las elecciones del 26 de mayo. Con el fichaje, Ciudadanos tal vez pretende diluir el efecto de la foto con Vox en la madrileña plaza de Colón, y para rebañar algún voto aquí y allá, anda pegando tiros al aire como el mal cazador; “todo lo que anda, nada o vuela, a la cazuela”. Pero ‘c’est la guerre’, y cualquier estrategia vale.

En cambio, la decisión del exalcalde de L’Hospitalet (1994–2008) y extitular de Trabajo e Inmigración con Zapatero cuesta más de tragar que un polvorón en agosto, aunque el hombre llevara ya un tiempo coqueteando con el partido de Albert Rivera. Cuarenta y pico años viviendo de la política son muchos años, claro, para lo bueno y para lo otro. Fue un alcalde muy aceptable, pieza clave en la transformación del área metropolitana, y un ministro mediocre sobre el que llovieron los platos sucios de la crisis y el desempleo, pero, en cualquier caso, un político de los que llaman de raza, de profundas convicciones socialistas (o eso pregonaba). ¿Qué ha sucedido por el camino? ¿Ha descubierto de repente su verdad neoliberal? Ah, Celestino como síntoma y diagnóstico de un cinturón rojo que ha ido virando cada vez más hacia el color naranja.

Durante años y años, poblaciones como L’Hospitalet, Santa Coloma, Badalona, Cornellà o El Prat fueron el feudo del PSOE en Cataluña, el granero de votos donde Felipe González y Zapatero sustentaron sus mayorías absolutas. Ciudades superpobladas, de fábricas y lodo antiguo en las calles, barrios castellanohablantes donde, desde la década de los 50 más o menos, habían ido asentándose masas de inmigrantes en busca de un futuro mejor, andaluces, manchegos, gallegos y extremeños, como el mismo Corbacho, nacido en Valverde de Leganés (Badajoz). Ganar España desde la izquierda pasaba sí o sí por el cinturón rojo de Barcelona. Creo que el alma del PSC estaba justo ahí, en su raíz obrera. En lo que queda de ella.

El exalcalde de L’Hospitalet se marchó dando portazo. Se dijo que se había alejado de los socialistas catalanes por considerarlos demasiado tibios con respecto del independentismo, pero si Corbacho había llegado a abrazar la consigna del dret a decidir sin rasgarse las vestiduras, me temo que hubo algo más: ninguneo, el desapego por no sentirse reconocido. El charnapower periférico y el socialismo pata negra, el de la burguesía catalana, el de los Maragall, Reventós y Obiols, habían convivido sin fisuras mientras primaron las convicciones ideológicas frente al debate identitario. El PSC hizo mal dejando marchar a Corbacho tan a la ligera.

En cualquier caso, la carrera por la alcaldía de Barcelona se está poniendo al rojo vivo (es un decir). Con 10 o 11 aspirantes en liza, habrá que hacer como el otro Corbacho (José), el cómico, que acaba de estrenar en el Teatro Poliorama un espectáculo titulado con mucho acierto: Ante todo, mucha calma.