Es evidente que la sociedad ha evolucionado mucho y que querer tener un hijo en el siglo XXI responde a diversas casuísticas. Hay los que, como me paso a mí, siguiendo el modelo tradicional se quieren y quieren proyectar ese amor en un hijo común y entonces esos hijos son producto de una voluntad de consolidación del amor entre dos personas (sean estas del sexo que sean). Luego están los que optando en solitario a una decisión monoparental quieren tener descendencia y proyectar también un amor personal en esa descendencia.

También hay aquellos que, equivocándose, se plantean tener un hijo cuando su relación entra en crisis con el objetivo de reflotar ese amor perdido. Y acabo de leer con estupefacción que crecen los que deciden optar por la coparentalidad.

Esta opción, que parece ser que se está consolidando en Estados Unidos e intentando introducir en el sur Europa, propone que dos personas, sin querer establecer entre ellos ningún vínculo afectivo como pareja, sí quieren en cambio compartir la responsabilidad de ser padres. El esperma de uno y el óvulo de la otra harán que nazca un hijo común que desde el inicio de su vida tendrá padre y madre que no se aman pero que se han comprometido a responsabilizarse de su crecimiento físico y emocional, educación y necesidades.

Ya sabemos que siempre es mejor no quererse que quererse mal, pero de ahí a que el proyecto vital de tener un hijo se gestione desde una perspectiva tan aséptica yo diría que hay un trecho. Y un trecho tremendamente peligroso.

Más allá de cuestiones emocionales que en mi opinión deberían estar siempre cuando alguien decide (solo o acompañado) tener un hijo, se me plantean muchos interrogantes. En la coparentalidad, si se quieren tener más hijos en esta ecuación tan esterilizada, es decir uno de los progenitores de este hijo pactado quiere volver a ser padre o madre, ¿hay un compromiso de hacerlo entre las mismas personas que ejercen como padres del primer hijo? ¿O puedes volver a seleccionar un candidato o candidata para tener un segundo hijo?

Ya me perdonarán pero a mí se me hace difícil pensar que mientras tu hijo va celebrando sus cumpleaños, tú le vas explicando que su existencia es algo tan mercantil que daría igual que en lugar de dos progenitores hubiera tres, cuatro o los que fueran mientras estos se llevasen la mar de bien y gestionasen esa educación y confort emocional como si de un club de socios bien avenidos se tratara.

También podrían crear una sociedad anónima en la que hubiera unos cuantos accionistas que, queriendo ser padres, dirijan, eso sí, con un gran equipo de médicos, terapeutas, psicólogos, maestros... esa paternidad de tal manera que solo entendiéndose, asumiendo responsabilidades comunes, educando des del consenso y responsabilizándose de ellos fuera suficiente para el acompañamiento de esos hijos.

¿Será que me estoy haciendo mayor y no acabo de percibir para dónde va el futuro o que esto de la coparentalidad es perverso y una auténtica barbaridad?