No es mala noticia que el IPC haya vuelto a bajar. Ya son cuatro meses en los que el IPC se aleja de los dos dígitos dejando la inflación en un 6,8%, cinco décimas menos que en el mes de octubre. La electricidad y los carburantes son el epicentro de este descenso. Por un lado, porque la energía eólica campa a sus anchas y porque la excepción ibérica -el timo según algunos- está empezando a dar sus resultados. También la ropa y el calzado se suman a la bajada, aunque no lo hacen los alimentos que son la cruz de esta moneda, como se comprueba en la inflación subyacente que incorpora los alimentos frescos y, atención, no incluye alimentos elaborados que también forman parte de la cesta de la compra de los ciudadanos.

Seguiremos con el susto en el cuerpo esperando la evolución de la crisis energética durante el invierno por los efectos de la guerra y mirando a Europa, con algunos países en la banda alta inflacionaria y otros a un paso, o menos, de la recesión. Con este panorama se afronta una campaña de Navidad que puede ser el revulsivo para miles de pequeñas y medianas empresas que salvarán un año que no ha sido para tirar cohetes y ayudará a la creación de empleo. Miles de comercios que abren la persiana cada día sudando la camiseta tienen en diciembre y la primera semana de enero a su alcance la piedra filosofal que les permita llenar sus menguadas arcas.

Es el momento de apostar por el producto nacional. Por la agricultura de proximidad, por los productos alimenticios que tienen su origen en una amalgama de comarcas españolas y por los productos industriales made in Spain. Soy un fervoroso partidario de consumir producto nacional. No es una cuestión chovinista pero sí tiene un cierto punto de activista. En las fiestas navideñas se consume y apuesto por el consumo de productos nacionales porque la crisis nos ha afectado a todos, y los consumidores debemos poner nuestro granito, incluyendo las plataformas de e-commerce.

En este sentido, es saludable que empresas como Correos hagan esta apuesta por el producto nacional y permitan a miles de empresas utilizar su plataforma para comercializar sus productos sin comisiones, con los impuestos pagados en nuestro país, y con la garantía de una empresa logística con experiencia y el tamaño adecuado. No estoy descartando otras plataformas, pero sí poniendo en la diana una reflexión: dónde compramos y a quién compramos.

Este año nuestro PIB todavía crece con fuerza, pero 2023 es la gran incógnita. Este es el motivo que nos debe hacer pensar que todo lo que hagamos remando en la misma dirección hará más llevadera la cuesta de enero, que este próximo año se supone más empinada que nunca. Nuestro crecimiento en 2023 se sitúa en un 1%. Una cifra mala sin muchos apriorismos, pero también es cierto que menos mala que la de otros países de nuestro entorno que están en plena recesión. El interrogante es como nos afectará a nosotros, a la comercialización y a las exportaciones. Eso es lo que no sabemos, pero lo que sí está en nuestra mano es unir esfuerzos para que las cuentas de resultados nos den un respiro en la campaña de Navidad.

Consumir productos nacionales es apoyarnos en nosotros mismos evitando que la fractura social se amplie más de la cuenta, que ya bastante están pasando miles de familias. Que la inflación haya bajado la presión es, sin duda, un incentivo a tener en cuenta.