Hace casi medio año que Pedro Sánchez conquistó el Everest de La Moncloa y mis lectores no han leído ningún artículo crítico contra el nuevo gobierno. No lo hecho no por falta de motivos, pero sí por la excepcional coyuntura que vivimos desde hace seis años y un día. Es como una condena fechada el 11-S de 2012. Esa fecha no la olvidaré mientras viva…

En estos meses no me han faltado motivos para criticar con limón las heridas que ha abierto el presidente de gobierno. No lo hecho por cuatro motivos: el primero porque me gusta el valor en política. No soy sanchista, pero Pedro tuvo regaños para saltar a lidiar contra el status quo del felipismo, haber de la plaza con laurel, cortando las dos orejas y el rabo…

Entiendo que el PP y Ciudadanos lo critiquen porque la dialéctica de la política es esa. No quería que nadie interpretara que defendía al partido de Pablo Casado porque la corrupción le ha hecho merecedor de una temporada chupando banquillo.

El gobierno de Rajoy no ha debilitado a España, pero sí al Estado que encarnaba…

Además, la crítica furibunda del Hijo de Amer, fugado en Flandes, y la Santa Compaña con Quim Torra a la cabeza de la procesión me hacía ser comprensivo con las meteduras de pata del apolíneo madrileño…

La oposición dice que PS es la versión 2.0 de ZP pero la presencia de mi paisano Josep Borrell al frente de la cartera de Asuntos Exteriores me tranquiliza. También me intranquiliza el apoyo de Pablo [sin] Iglesias.

No me importa el apoyo de los indepes porque su voto era imprescindible para quitar al PP de La Moncloa y purgue su corrupción, pero sé que PS no venderá a España como acusan los otros dos guapos (Pablo Casado y Albert Rivera) de la función de teatro….

Hay un cuarto motivo para no haber criticado a Sánchez. La opinión no es mía sino de mi hijo (de tal palo tal astilla): que si la estrategia de Rajoy nos ha llevado al precipicio había que cambiar de táctica y hacer la política amable y paciente del santo Job con la seguridad de que estando Borrell no será el Moratinos de ZP…

Lo que a mi hijo le falta es perspectiva histórica: saber que hace un siglo el mejor pensador español, José Ortega y Gasset, definió a España como "proyecto sugestivo de vida en común".

El problema separatista había, y hay, que conllevarlo igual que no nos gusta un día de tormenta pero el temporal es tan inevitable como la gota fría…

España está condenada a esta tormenta permanente. La culpa no es de Mas, Pujol ni tampoco de Franco, hay amores que matan, el problema arranca en siglo XIX cuando el Estado no se ocupó como Francia, Gran Bretaña o Alemania de crecer económicamente y dar cultura a los súbditos, sino de volver al pasado.

Eso hizo diferentes a Cataluña y el País Vasco (no afectó a Galicia que también tiene cultura propia porque la norma es que el rico se quiere separar). Es una vieja historia que nuestros hijos van a tener que conllevar, y también sus hijos. Es la condena de España.

PD. Me he quedado sin espacio para criticar a Pedro Sánchez. Hoy lo dejo para otro día, no me apetece satisfacer a los indepes