En estas semanas de confinamiento trato de imaginar cómo será el mundo después del Covid-19. No tengo la menor duda de que superaremos la prueba. Por desgracia, perderemos a seres queridos por el camino y, más pronto que tarde, lograremos superar esta fase crítica de la epidemia. Antes de llegar a ese punto, debemos pensar cómo retomaremos cierta normalidad.

No será tan rápido como ha llegado la crisis. Al contrario, será una superación lenta. Nuestra economía no podrá permitirse otras olas como esta. Debemos pensar cómo organizarnos una vez superada esta fase, evitando nuevas recaídas.

Corremos el riesgo de dejarnos llevar por populismos o ideologías autoritarias que sean supuestamente más eficaces en la lucha contra la epidemia (siguiendo el modelo de China u otros). Aconsejo leer el artículo de Noah Harari en el FT del 20 de marzo. Debemos vacunarnos contra la pérdida de libertad y no dar al Estado el control de nuestros datos individuales de salud por el riesgo que supone para la democracia.

Para imaginarme cómo será ese futuro, deberíamos extraer antes aprendizajes de la situación actual:

  • La interconexión humana se ha manifestado en su máxima potencia: no hace falta explicar mucho al respecto. El futuro seguirá siendo de interconexión, comunicación e integración, o será muy negro.
  • La solidaridad entre personas y comunidades ha sido la clave y será la clave para la superación, por lo que deberemos mantener altos niveles de solidaridad en el futuro. La renta básica ciudadana ha llegado para quedarse.
  • La lenta o mala respuesta política en momentos de la crisis debería dar como resultado una mayor profesionalización de la Administración de los Estados.
  • El Estado debe tener capacidad para activar recursos públicos y privados con garantía para dar respuesta a los retos. Cada país debe tener suficiente capacidad interna propia para salir adelante (industria, ciencia, …) para no depender exclusivamente de la solidaridad internacional.
  • La deuda personal, empresarial y pública son una soga al cuello del futuro, y por lo tanto debemos auto exigirnos hacer compatible el desarrollo económico y el justo reparto de la riqueza con la reducción de los niveles de deuda futuros.

Permitirme centrar la reflexión en el primer punto. Occidente se caracteriza por la libertad y el individualismo como eje y motor de su historia. El sentido de lo colectivo no es el principal eje vertebrador de nuestra vida común. Más aún en España (Cataluña incluida) donde el cumplimiento de normas y leyes es “laxo”, aunque lo simultaneamos con grandes manifestaciones de solidaridad humana en momentos importantes. La influencia del Confucionismo y el valor de lo colectivo no existe en Occidente como en Oriente. En mi opinión, debemos hacer una reflexión colectiva al respecto. Debemos cambiar y dar un salto cualitativo en nuestra actuación como sociedad. De esta crisis sólo salimos juntos, remando todos en la misma dirección, o bien daremos un enorme salto atrás.

La primera demostración de este cambio de actitud debe ser de todos nuestros responsables políticos. Algunos de ellos han dado estas semanas su peor imagen posible. Si ellos no lo hacen, debería ser la sociedad quien los silenciara. En este sentido, los medios de comunicación podrían auto silenciarlos como vacuna comunitaria.

En segundo lugar, debemos crear un nuevo sentido de responsabilidad hacia lo colectivo. Cumplir las normas y obedecer a las autoridades es la única salida para superar este desafío. Estamos llenos de listillos que salen a correr o simplemente que no respetan la distancia social. Es evidente que faltan mascarillas, respiradores y muchas otras cosas, pero no son excusa para que cada uno haga TODO lo que nos han dicho hacer.

En tercer lugar, creo que debemos mentalizarnos para un cambio en nuestras costumbres sanitarias. Otros países como Taiwán o Corea no son mejores que nosotros, pero ya sufrieron el Sars y otras epidemias, de las que aprendieron y les ha permitido llegar a 2020 preparados. Si queremos recuperar cierta normalidad en mayo, debemos acostumbrarnos a usar mascarilla y geles de forma masiva, dejar de tocarnos y abrazarnos, limpiar de forma sistemática las oficinas y zonas públicas, dejar de cobrar en las estaciones por ir al lavabo, masificar lavamanos, normalizar controles de temperatura corporal en edificios, transportes, restaurantes, hoteles…

Todo ello como vía para recuperar la confianza y la seguridad, requisito imprescindible para recuperar la normalidad económica y social. Debemos planificar ya los procedimientos de salud pública para no improvisarlos en unas semanas, y sobre todo comenzar una labor pedagógica desde las autoridades públicas y líderes sociales.

Introduzco un punto adicional a la reflexión: ¿Cómo vamos a mantener la UE? la libertad de movimiento de personas y mercancías no será posible sin garantías de salud pública. Por lo tanto, debemos articular mecanismos efectivos para asegurarlo. Todos los ciudadanos de forma autónoma y responsable deben velar por su estado de salud, pero también de forma solidaria con el resto debemos ser capaces de generar esa confianza y seguridad.

El Estado de Alarma debería ser la forma de restringir parte de nuestros derechos individuales en beneficio de lo colectivo de forma temporal y controlada para recuperar dicha normalidad. Por ello, propongo un sistema de control individual de nuestro estado de salud, que sea a la vez trazable por las autoridades si fuera necesario. Propongo que sea la propia UE quien lance este sistema a nivel continental como máximo garante de las libertades y derechos individuales, por encima de los Estados, que tendrán la capacidad de ejecución de las medidas.