El consejero responsable de la salud pública de los catalanes viene de una tradición familiar política indiscutible. Su padre, Alfonso Carlos Comín, fue un demócrata de los pies a la cabeza y un personaje que desde el mundo cristiano trabajó a favor de reducir la desigualdad y mejorar las oportunidades de los más desfavorecidos.

He tenido la oportunidad de leer las galeradas del libro que Ignasi Jorro, un periodista de Crónica Global que ha seguido de cerca a Antoni Comín desde su ascenso al cargo. Ha sido un placer, porque algunos pasajes del comportamiento del consejero son épicos. Su forma pública de expresarse ya permitía intuir algunas cosas, pero la narración de ese libro, que editará en muy breve tiempo este medio, todavía desvela capítulos desconocidos de su proceder más reciente.

No es la primera vez que el consejero Comín practica el sobradismo

Una vez tuve un director de diario considerado por todos como un grandísimo progre, un demócrata de piedra picada. En su proceder cotidiano era un pequeño tirano al que el respeto por las opiniones de los demás le preocupaba más bien poco y que, en lo profesional, no tenía complejo en ciscarse con quien consideraba más débil de su equipo. Comín me lo ha recordado, como una gota de agua.

La historia que hoy desvelamos, una especie de ley mordaza a la catalana, es la respuesta de Comín al director general del Hospital Clínic, que tuvo la desfachatez de opinar por su cuenta… No es la primera vez que el consejero practica el sobradismo, también lo ha hecho con una diputada de su grupo parlamentario y, por supuesto, con la alcaldesa de Sant Cugat, con algún sindicalista...

Algunos se disfrazan de aparentes demócratas, pero sus actos les delatan

Sorprende que quienes se llenan a diario la boca con la palabra democracia, reprochando al Gobierno central que no lo sea por negarse a dialogar sobre sus peticiones unilaterales, luego sean unos pequeños dictadorzuelos de poca monta que hacen firmar a sus discrepantes un documento de silencio. El ejercicio del poder, como el sueño de la razón, produce monstruos. Algunos se disfrazan de aparentes demócratas, pero sus actos les delatan.

Comín en estado puro, vamos.